CLAXON.
Me levanté como de costumbre, con la rutina habitual de todos los días. Son los ejercicios que el pensamiento no ve ni coordina, como si dentro de nosotros un pequeño ser llevara los mandos. Cerré la puerta de casa tras de mi y bajé paso a paso las escaleras. He de decir que los ascensores me producen cierta desazón. Cuando llegué a la cota inferior para entrar a mi garaje oí el sonido lejano de un claxon. Pasé las dos puertas de seguridad y el sonido se hizo totalmente perce ptible y penetrante, mientras el automatismo iba encendiendo las luces me embargó una repentina inquietud al comprobar con sorpresa que el sonido procedía de mi coche aparcado en la plaza número catorce. Con cierta cautela y algo de miedo me acerqué lentamente desde la parte de atrás hasta que se hizo totalmente visible el cristal delantero. De aquella calma angustiosa pasé al miedo más profundo y paralizante, en mi coche había un hombre dentro. Estaba con la cabeza apoyada en el claxon, con el pelo recién