EL INOCENTE.

Madre mía, sé que estás ahí, en el Cielo, donde ya no sufres los sabañones, ni llevas cántaras, atados de hierba y leña, sobre tu cabeza pequeñita, que era todo ojos castaños, así de grandes, tú ya sabes lo que decían, ese, por mí, tonto del culo, se lo dijeron, tantas veces, a mi padre, borracho incluso porque se lo decían. Lloraba , en el mostrador del bar de Toñín , si lo vieras, lloraba, madre mía, si lo vieras, como un niño, lloraba. Y a mí no vas a decirme lo que es el recuerdo, y a veces recuerdo porque sé que me hablas aún desde el otro mundo, tú, madre mía, sé que me ves como solo la Virgen puede hacerlo, porque ella te enseña a mirar a través de las nubes, nimbos, antes de los truenos, y me reprendes, ahora que ya no puedo hacer otra cosa que recordar, de viejo y tonto, de viejo tonto, tan viejo, madre mía de mi alma, y recuerdo, a ti , solo a ti, que me arrimabas a ti y me olía tu barriga a escanda. Cantidad de vece...