SE LLAMABA OLVIDO.

 



OLVIDO.
Le había dicho cuando se acercó hasta la mesa del comedor mirándome de aquella forma tan extraña, oyes, desde hace tiempo tu cabeza anda un poco alelada. Se lo decía en broma, eran letanías mientras estrujaba mi inteligencia haciendo un puzle con la cara de un perrito Bichón frisé con lacito color rosa .
-En fin.
-Sí,sí.
No había que ser un especialista en cosas del alma para darse cuenta de que era una paciente rumiadora en todos los actos que le sucedían, tan llena de personajes en su cabeza, como si fuera una obra de saltimbanquis que un ser extraño dirigiese con finas cuerdas invisibles.
Yo por aquella cada primero de mes, como un reloj, iba a visitar a Elsa, y a otras cuatro enfrente de la calle Contracay. La Elsa la chupaba de maravilla, le daba aquel toque de sumisión que a mi colgajo le excitaba, arrodillándose delante de mi bragueta, mientras me miraba virginalmente, era de mucho tragar y de sostener la corrida, y a mi me cundía el sildenafil, muy productivo para no tener tiro baldío y encima perder el dinero.
De todos sus personajes había uno cierto que siempre comentaba, muy lúcida en su descripción, en una única salida a la realidad, de cuando era niña, de cuando con su madre iba al pequeño lavadero de Brezeña y mientras ella lavaba cogía flores o moras, según estuviese la cosa.
Creo que fue sobre el veinte de mayo de hace un año, cuando subía con sus pesadas bolsas del supermercado, era una acarreadora con los ojos pensantes, profundos y perdidos. Fue sobre esas fechas que comenzó a meter la llave en las puertas de los vecinos, en orden inverso, hasta el primero, en que la puerta se abrió mostrándole aquel pasillo profundo y desconocido, sintiendo aquella vo que le decía que allí empezaba el olvido.


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