EL NOMBRE.




El sentido de la orientación es muy importante. Luego dominar la fuerza de la gravedad sobre tu cuerpo, poder desplazarte,
saber por qué tienes que irte, o volver, no dar la vuelta muchas veces porque no sabes lo que ibas a buscar.
Mover el pulgar y el índice para coger cosas, alzarlas en el aire y mirarlas al trasluz para ver su forma, reconocerlas, ponerlas en el orden exacto dentro de tu recuerdo.
Doblarte para aliviar el dolor que te atenaza fuera de esa postura correcta y aliviadora. Pasar tu mano leve en ese instante, para conocer partes de tu cuerpo donde nunca habías estado.
Muy importante es mesurar el daño de las palabras.
Procurar, no tener hambre, no sentir el vértigo de que nada separa las paredes de tu estómago.
Volver aquel cuento de amor:... Hubo una vez una historia llena de prisa...
Tropezar lo mínimo contra los límites impuestos. Aún recibir misivas en tu lugar de reposo.
A veces dar muchas vueltas y vueltas para que el mismo lugar te parezca desconocido.
De cualquier forma que te apasiones, en un día débil, no sentir la sensación extraña del abismo,
sobre ese filo tan delgado en que caminas.
Sobre todo volver,
por esa senda recta y plana, viendo el horizonte, interpretando su familiar y hermoso perfil al atardecer.
Y siempre, sentir la alegría,la tristeza o el temor, al darte la vuelta, cuando pronuncien tu nombre.

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