OTRO.

 


A veces en los estados de catatonia inerte con mi Danita me pongo tierno, pero lleno de sospechas. Venimos a veces de un sábado para un domingo sin nada que nos acucie, haciéndonos entre sí guarradas de todo tipo, en el sentido de compartir lo del cuerpo y lo del alma, con mucha intensidad, pero con poco amor.
De qué forma has de saciarte dentro de la monotonía. Yo muy propenso a las arritmias ventriculares, me había dado un movimiento armónico en el corazón.
Ese vuelco que hace para sentarse, o como si se sentara unos instantes, así quieto, que parece que de ahí no sales con vida.
Mi manía de olerla me daba sorpresas impredecibles. Por el cuello y los hombros era una pradera como a hierba seca, por decir algo hermoso, o como si estuviera llena de azafrán. Luego lo que pudieses imaginarte, fragancias del tipo que la imaginación pudiese dar su nombre, "ambrosiaco", aliáceo, caprino, impuro, y pútrido, nauseabundo a ocle marino según bajabas a su coño.
Luego alguna sensación aromática al jengibre, sí, como a un dulzor picante que te desorientaba la imaginación persecutoria y compulsiva.
-Hice como que bebía de un vaso sobre la mesita, mientras razonaba mi obsesión desmedida.
Había estado jodiendo con otro la muy zorra. Me lo había dicho mi inteligencia artificial.
Yo levanté los ojos de aquella postura sumisa.
Y vi el monte Olimpo. Su coño peludo era como un "hijoputa" monte de eucaliptos, entre aquellos rizados pelos no podía crecer nada, era como si hubiera pasado hace unas horas el caballo de Atila.
Luego.
El volcán de su generoso ombligo, la barbilla al ras vista, sus ojos abiertos pensando en huracanes: casas arrasadas, olas gigantes, y en el aire cesio 137 mucho más allá de 500.000 becquerel, para cocerte bien cocido la "cocorota".
Las manos así, sobre el lado diestro de sus caderas, que ya empezaban a ser fluorescentes.
Abierto el cielo, y Dios jugando a los dados, como decían que jugaba con nosotros por los siglos de los siglos, amén.
Tan diminutos e insignificantes aquel sábado de resurrección.
En una tarde en que yo estaba obsesivo, lleno de sospechas.
Mi cabeza sobre su coño, que me olía apestosamente a otro.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CANCIÓN SIN MÚSICA.

TOCAYO.

OBJETO.