TOCAYO.

 






Ahora sé, en estos tiempos modernos, que hay alguien que se llama como yo: Desiderio Artiaz Pérez, natural de Bembibre León, que vive en algún tercer piso a la derecha. La calle no importa. Por lo que puedo inferir, este individuo aún no ha fallecido y aparentemente se dedica a labores relacionadas con el campo, siendo en general, por un suponer, una buena persona.
Tampoco me preocupa otro Desiderio Artiaz Pérez, natural de La Grajuela, que vive en una casa de planta baja en la calle Oronal de dicho pueblo. Según deduzco, tiene una pequeña herrería y fragua, donde se dedica a la fabricación de navajas de todo tipo, como tranchetes, lenguas de vaca, sevillanas, jerezanas y otras que son de su propia invención y no se encuentran en refraneros ni sucesos. Este Artiaz tampoco me parece alguien de mal augurio.
El que sí merece ser llamado un desgraciado hijo de puta, es este Desiderio Artiaz Pérez que aparece aquí, dos páginas después de lo que Google muestra como resultado principal, como un suceso bastante extraño. Tiene cincuenta y seis años de edad, es natural de Córdoba y vive en la calle Osario número 35, piso 6-A (obtuve el número de piso del directorio telefónico).
Según cuentan las noticias del Día de Córdoba del 23/11/2018, este homónimo mío aparentemente fue a recibir un masaje en un lugar cercano al Colegio La Divina Pastora. Se dice que la masajista era de una decencia impecable, y se anunciaba con una especialidad llamada "drenaje linfático manual" (DLM). Todo este extracto se basa en la información proporcionada por el periódico, que aparentemente fue redactada por un becario periodista y contiene detalles innecesarios.
Así es como, en líneas generales, relata la historia:
Una vez colocado boca abajo en la camilla, solo con sus calzoncillos puestos y cubierto por una toalla playera desde la cintura hacia abajo, mi tocayo empezó a recibir un delicado derramamiento de un aceite llamado Shunga, según describe el periodista, nuevamente con detalles irrelevantes, un tanto escabrosos y extraños. La "fisioterapeuta" o profesional, llamada Valeriya, comenzó a deslizar sus suaves manos por su espalda, drenando los bordes e hilos de su columna vertebral. Después de unos diez minutos, le indicó que se diera la vuelta y continuó con su suave masaje en su vientre y otras partes. Al llegar a sus ingles y haber pasado sus dedos varias veces por la parte baja del canal inguinal, Valeriya notó que mi tocayo, Desiderio, experimentó una extraña sacudida y se levantó de un salto, acercándose a ella con un claro impulso libidinoso. Ella, vestida con unos pantys ceñidos y una camiseta blanca, se apartó hacia atrás, lo que hizo que la camilla se cayera. Al ver que él no desistía en sus intentos, ella salió corriendo hacia la puerta de salida y escaleras abajo, gritando desesperada pidiendo ayuda. El individuo, mi tocayo, la persiguió por la calle Beatriz Enríquez. A unos veinte metros, la mujer logró refugiarse en Novedades Artemisa, donde una dependienta y tres clientes del local la protegieron y llamaron a la policía.
Por lo que leo sobre este Desiderio Artiaz Pérez, se tienen más noticias sobre su comportamiento delictivo, como pequeños robos e incluso un intento de abuso en un autobús urbano hacia una joven de 18 años.
Yo no quiero parecerme a este individuo, pero no sé si quiero parecerme al fabricante de navajas o al labrador. El destino es incierto y nunca sabemos qué nos depara. A juzgar por la foto que acompaña el periódico, no me parezco al Desiderio del masaje, y no tengo características físicas para compararme con los otros mencionados. Quiero advertirles que esto es un peligro, que las bases de datos son engañosas y que uno puede pasar de ser una monjita de la caridad a un Tempranillo kinki sin escrúpulos con solo un toque de mala fortuna.
En esta extraña era, cada desgracia es una lotería. Como decía "Robin Ian MacDonald Dunbar", hay hilos invisibles que nos conectan a todos, y así sucesivamente, como un amén.

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