EL EYACULADOR.

 





Siempre le decía: "Necesito rozarme contra algo suave y lo más suave que tengo cerca eres tú." No pienses por lo más mínimo que quiero eyacular, porque hace tiempo que no eyaculo. Después de decírselo, notaba que a ella no le gustaba lo que le decía como diálogo para comunicarnos.
A veces tenía suerte o le daba pena, se levantaba la falda, se bajaba las bragas y se sujetaba con las manos a la meseta de mármol de la cocina, poniéndome su espalda y su culo desnudos, entonces yo la rozaba con mi miembro casi flácido una y otra vez. "Qué paciencia tenía ella", pensaba para mí. Eyacular, nunca eyaculaba. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que eyaculé ni siquiera unas leves gotitas, y además ahora está ese olor fuerte a algas marinas, como solo lo sueltan las pollas de los viejos. Entiendo que a ella le repugnase, lo entiendo. Por eso yo admiraba su fortaleza, su sacrificio, por mantener en pie el Sagrado Vínculo del Matrimonio.
Cuando ocurrían estos sucesos en los que yo pretendía obtener algún placer de la naturaleza, los paisajes no eran muy distintos entre sí. Estos ataques de necesitar acariciarme con otro siempre ocurrían cuando sufría estados de suma melancolía. Sí, quizás el cielo estaba como ahora, de un gris lánguido, casi fúnebre en su apariencia. También venía la brisa, como te imaginas, con cierto frescor.
Ella me ofrecía sus zonas más suaves, como si fuera una flor mostrándome sus largos y afilados estigmas. Yo me arrimaba con aquel movimiento que tenía cierta armonía hasta lograr volverme completamente flácido e inerme . Así transcurrieron las tardes de los sábados durante aquellos largos meses desde noviembre hasta la excelsa primavera, cuando comencé a languidecer casi del todo.
He de suponer que ella se ilusionaba, o se alegraba, con mi decrepitud, suponiendo que si ya no podía eyacular ni un mínimo rastro, pronto, por fin, mis impulsos, aún libidinosos, dejarían de existir. También supongo que le parecería deprimente la escena de la cocina, de mis rozamientos, permitiéndolo ella con estoica paciencia, todo por el mantenimiento del Sagrado Vínculo del Matrimonio.

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