EXPRESS.

 



-Aunque sigas vivo, dejas de existir cuando los demás se olvidan de pensar en ti.
No hace mucho yo le dije lo clásico que se dicen las parejas cuando el aburrimiento es como una carcoma que empieza a consumirlas, si es que nunca me has querido, se lo dije sin enfatizar mucho, como cualquier hecho usual.
Sin embargo, para mis adentros, fui rotundo en la argumentación, es lo mismo que si le dices que la has querido siempre pero al contrario, la intención es la misma, en el fondo tratas de entablar una conversación de la que no sabes lo que va a durar, ni su desenlace.
Aquella casa llevaba meses que se me había caído encima, derrumbado sobre mi en el sentido metafórico. Hacíamos vidas en alcobas diferentes, aunque cuando ella dormía yo me acercaba a la alcoba de abajo, y entreabría ligeramente la puerta y me masturbaba mirándola, tardaba lo mío, algunas veces el semen goteaba por la puerta y me descalzaba un calcetín para limpiarlo por higiene, más bien para que no lo lamieran los niños, pensando que era cualquier gelatina de las muchas que ella les preparaba para quitarlos de delante.
El deterioro de pareja empezó hace un tiempo que no puedo determinar con exactitud, ya que no es algo concreto que puedas anotar en un calendario.
A ella le dio por comprarse un arpa y aprender solfeo. La primera discusión surgió por los cacharros sobre el fregadero de la cocina, de tres días sin limpiar, con unos olores insoportables, ella estaba todo el día siseando melodías del género de las baladas, arrimando su hombro a la curva de su “arpita”.
-Mis estados de ánimo eran muy volubles.
Comenzó aquella horrible incontinencia, unas ganas indescriptibles de ir al baño, dándose la circunstancia que al ir a mear soltaba un "chorrito" insignificante, seguido de unas gotitas incontrolables que humedecían mis ropas, terminando con aquella sensación de insatisfacción en el vaciado de mi vejiga, ancestralmente, natatoria.
Todo esto, y alguna cosa más me irritaban mucho. Así que mi ira fue en aumento.
Un día que estaba con esa predisposición, al entrar en las salita, cogí un cuchillo jamonero y le corté las cuerdas de su arpa. Mientras lo hacía el arpa iba entonando aquella musiquita con todas las notas en descendente por su caja de resonancia, como si yo supiese música, pero no la sabía. Para que lo entiendas, al mutilar un arpa también suelta sonidos estertoreos, y es la cosa más fácil si tienes un cuchillo jamonero.
-Las consecuencias de aquel acto irracional, fueron terribles.
-Sí.
Ya era un presentimiento antes de ahora. Los sucesos se sucedieron de forma vertiginosa. Perdí mi cubil provisional. Tuve que enroscarme en el desván de la casa. Meaba compulsivamente lo poco que podía por una claraboya giratoria. Defecaba largas horas debajo de la higuera anexa a la portilla de entrada, me limpiaba con sus hojas ásperas. Bajaba a comer cuando no había ruido en las plantas inferiores, a sabiendas de que estaban llenas de soledad.
Todo esto fue así hasta antes de aquel jueves en que vi asomar aquella gorra de plato azulada por la trampilla del desván, y luego otra gorra de plato por la trampilla del desván, y me sacaron como un saco de patatas arrastrándome según estaba vestido hasta la portilla de entrada, permaneciendo allí la autoridad, el tiempo necesario en que no tuve más remedio que marcharme con las zapatillas de andar por casa, y ver que según me iba alejando, la casa se iba haciendo cada vez más pequeña en la distancia, de esa forma su perfil como si la hubiera pintado un niño, con su humo azulado dando vueltas y vueltas en vertical hacía el cielo.
Llegué a Este Lado de la Estación y deambule desde las tres de la tarde. Medité siempre sentado. Cuando caminaba alejándome me orientaba siempre volviendo al mismo sitio. Luego otra vez sentado para meditar de qué forma salir de aquí. Llevaba más de ocho horas en este lugar de transito, y aunque preguntaba nadie con certeza me sabía decir cómo salir de Este lugar. Todos coincidían que era muy difícil salir de Este lugar, la única forma, la única posibilidad que me decían era venir antes de la hora a la estación y esperar al Express de Media Noche.
-Bien, a ciencia cierta, no sé cuánto de corto o de largo fue.
Por fin cuando vi en la lejanía aquella luciérnaga diminuta, titilante, y unos leves chasquidos metálicos a lontananza. Cuando esto sucedió el reloj de la estación marcaba las doce menos diez, y me dije, con suerte este es el Express de Media Noche (qué paradojas del tiempo, pensé para mí...). Pude haber acompañado a esta reflexión una ligera mueca de sonrisa, nunca lo sabré de que forma mis labios lo dieron a entender, nunca me supuse con una sonrisa en mi cara desde hacía muchísimo tiempo.
Bajé a las vías, y para cerciorarme, aunque lo sabía, me tiré a lo largo de las traviesas poniendo mi oído sobre la vía derecha en el sentido de llegada, era lo mismo, lo mismo daba creo, y comprobé por aquella perceptible vibración que el tren, inexorablemente, se acercaba desde antes hasta después. Me puse de pie sin prisas, me arreglé ligeramente mi escasa vestimenta de andar por casa, y comencé a caminar por el medio de la vía hacía el Express de Media Noche. Estaba completamente seguro que por fin iba a salir para siempre de Este Lado tan angustioso.
Seguir vivo o estar muerto, es idéntico, cuando ya no formas parte de ningún recuerdo.

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