AMOR.

 



Que retumbaba la “zumbina”, por allí abajo estaba. Los voladores silbaban largo, luego el estruendo de la “explotida”, pero yo por allí abajo con mi Paloma de siesta, con la boca aún el regusto a brazo de gitano, y bajando bien, cada vez más aquel olor a salmuera, aquel sabor entre dulce y salobre, sí, mientras, me emergían sonidos bobalicones de la losa del Perko, los niños rumbando, las mulas de los arrieros, al salvado, que bajaron a la fiesta, mientras yo abría el manjar de la Paloma y lo chupaba suave, muy despacio, por aquella senda que recorría dejando besos, notando como se movía a tironcitos hacía los lados, hacía arriba, ahora aquí, por ahí, sin pausa, y de este lado también. Todo lo que lleva armonía previa de repente se vuelve trágico en su desplome, sabía como era su pelvis, cogido su culo con mis manos, como se arrimaba contra mi boca una vez y otra, buscando aquella descarga entre miel pura, y brazo de gitano rancio, y al final la sal para matar el corazón, mi boca plena de cosas de Paloma para salvarme de la sed, mientras los voladores, ahora tres, casi seguidos, anunciaban que empezaba el baile.

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