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FISURA.

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  Aunque estaba premeditado. No quiero hablarte del abismo. No aún. No todavía. Porque antes de la caída, antes de que el aire se vuelva plomo en la garganta y de que la certeza se disuelva en un súbito despojo, existe un intervalo. Un espacio mínimo entre lo que fue y lo que está por consumarse. Es ahí donde el pensamiento, como un dios menor y obstinado, intenta ordenar el caos con una última maniobra, aunque el caos, en su naturaleza misma, se burle de todo designio. Es en esa grieta donde quiero detenerme. Porque la existencia parece sostenida por dos efemérides inapelables: el hoy, donde aún me reconozco, y el mañana, donde quizás ya no despiertes con tu nombre adherido a los labios. Pero en medio, entre la certeza de este instante y la incertidumbre del amanecer, ¿qué ocurre? ¿Qué sucede en ese umbral de horas que parecen inertes pero que, con la paciencia implacable de la incertidumbre, nos empujan hacia el desenlace? A veces imagino la desesperación como una escala, una cue...

secp256K1

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  Ta bueno. Busco productor. En una hipotética película o serie de ciencia ficción: imagínate un virus informático tan perfectamente programado capaz de destruir   criptografía de curva elíptica (secp256k1), y que se encuentra suelto en la red mundial de internet, que transita por todos los nodos haciendo su trabajo, modificando codigos criptograficos, randomizando  criptografias, y que es cuestión de dos meses que lo destruya todo, como si esperáramos al meteorito, hipotético que se estrellará contra la tierra. Esta trama esquematizada, seria un guion para una serie de HBO,  se podría escribir, esquemáticamente, como te  adjunto:  ESCENA 1: PRIMERA ALERTA Noche. Centro de Seguridad Cibernética en Ginebra. Una lluvia fina cae sobre la ciudad. Dentro de un búnker de alta tecnología, un analista de seguridad, Adrian Mercer, observa incrédulo su pantalla. Una anomalía en las firmas digitales de las transacciones de Bitcoin. Algo imposible. Se lo reporta a...

ROXANA MADRONA.

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Me llamo Roxana Madrona y, desde 2006, trabajo en una granja peletera llamada Neovison, en Pontesecas. Son siete naves alineadas en un amplio prado, pintadas de blanco y salpicadas de pequeñas ventanas. El mar no está lejos. Dentro de cada nave hay cuatro pasillos. Entre ellos se alinean jaulas individuales, cúbicas, con dimensiones raquíticas: apenas trescientos milímetros por cada lado. Están hechas de tela metálica galvanizada con armazón de hierro. Algunas tienen una puerta trasera; otras, un orificio circular que conduce al nido. Estas son las jaulas de producción de pieles. En las naves destinadas a la reproducción, situadas en los extremos, el suelo está cubierto de heno, pero aquí no. El olor es insoportable. Y a mí me dan muchísima pena estos animalitos. Mi trabajo consiste en reponer los bebederos y asegurarme de que el agua fluya correctamente a través de las tuberías de plástico hasta las tetillas de goma, por donde beben. Es crucial que la presión sea la adecuada y que el ...

CARAMELO DE MENTOL.

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  Esto sí que es una aventura. No es irte una semana al mar Báltico, subir fotos a las redes sociales con pose de triunfador, incluida la comida que luego cagaste en ese mar lleno de mercurio y más triste que un valle desolado de Marte. Yo, en cambio, me estoy desvaneciendo hacia lo invisible. Solo me queda la boca para orar... Mierda, que estás en la tierra y también en el cielo. --Luego está el sabor. --Oh, vida mía, me acomodo a ti. Adoro tu hermoso felpudo. Le doy vueltas al caramelo. ¿Cómo explicártelo? Me embargaba una desolación profunda por la puta mierda de vida que nos puede quedar, aún. Esa impresión inicial a pipermint o mentol, después de comerle el coño mientras ella estaba sentada en la silla de la cocina y yo de rodillas, en una postura sumisa que no cuadraba con nada. --Me metió un caramelo en la boca. Se mecía hacia los lados y luego se agachó con un estremecimiento. Mi cabeza quedó atrapada allí casi un minuto, sin posibilidad de escapar. Después pensé en darle m...

TREN.

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  Cuando entras en esa nueva dimensión desconocida, tu mundo se llena de recuerdos cargados de una extraña singularidad, como si el horizonte no tuviera fin. Puedo decirte que no hay ninguna referencia de qué lugar ocupas. Los modelos matemáticos que miden nuestras miserias en este mundo físico no tienen ninguna relación con esta forma de tu nueva e infinita existencia. --Vuelvo a este lugar como si fuera una onomástica, cabalgando sobre un recuerdo. Cinco años antes, había llegado a la puerta. Aún la recuerdo, con sus dos hojas que se abrían a la mitad. La de abajo debía permanecer casi siempre cerrada, mientras que la de arriba se mantenía abierta para la ventilación. Llegar hasta allí fue relativamente fácil en el sentido de que solo había que caminar dando dos vueltas en zigzag para luego llegar a un tramo recto que te llevaba a la casa. Las vías del tren pasaban por la parte posterior y cada veinte minutos aproximadamente las recorría un tren de mercancías o de pasajeros, siem...

MASTURBACIÓN.

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  Mientras me masturbaba en la galería, reparé en que habían llegado las primeras golondrinas. Allá arriba, zigzagueaban vertiginosas sobre un azul limpio, apenas manchado por alguna nube transparente y aquel matiz de color ópalo, como si fuera el mismo fondo de la creación del universo. La "paja" me costó más de lo habitual. No por falta de ganas, sino porque la imaginación, en su caprichoso deambular, traía pensamientos deslavazados, hilos sueltos que se entrecruzaban sin orden ni concierto. Al final, me aferré a aquel recuerdo recurrente del pajar de Arnillas, cuando bajó a verme la Natividad, la mujer de un protésico dental de Fornías, siempre ardiente, siempre dispuesta. Estaba gorda, sí, pero aún dura, de una carne firme y generosa. La tomé por atrás a unos tirones precisos, acompasados, hundiéndome en su anchura con la cadencia justa, hasta que me corrí como un cerdo descomunal de Yorkshire, cayendo agotado, ingrávido, sobre sus amplias espaldas. Con mi Nervina todo er...

SESIÓN DE NOCHE.

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  La sesión de las nueve, en aquel febrero húmedo, llevaba consigo la prisa de las noches de invierno. La película terminó cerca de las once, en ese cine de arte y ensayo que resistía en los tiempos del Ogro, al final de una cuesta que descendía hacia el mar. La sala, casi llena, respiraba un fervor silencioso: éramos un público entregado, atrapado por la oscura fascinación de El portero de noche , viéndola por tercera vez. Al salir, la humedad que ascendía del puerto envolvía la noche en un aliento denso, mientras las luces de los pesqueros parpadeaban sobre las aguas, dibujando un vaivén hipnótico. Mi Shiva de cuatro brazos era Charlotte Rampling. Su mirada, hermosa y penetrante, atravesaba la pantalla como una daga sutil, como un conjuro que se aferraba al alma. Recuerdo aquel sábado por la humedad, tan densa que se infiltraba en los huesos, incluso en los más jóvenes. Subí por la avenida Donoso, y los ojos de Charlotte aún me seguían, susurrándome secretos que solo yo podía ent...

LA CLAUSTROFOBIA DEL UNIVERSO.

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  Como he de deciros que incluso pensar que el universo tiene límites me da claustrofobia. Saber que, viajando a esa lejanía casi infinita, me encontraré con una pared quizás elástica y permeable como una pompa de jabón, me llena de angustia. Yo, desesperado por salir, agitado, con los ojos desorbitados, tratando de escapar de lo que, para mi objetividad, es un espacio reducido. —¿A qué se deberá esa angustia? —me pregunto una y otra vez, sin encontrar respuesta. Quizás todo comenzó en mi nacimiento. Estuve más tiempo de lo debido en el vientre de mi madre, como si ya entonces sintiera ese ahogo que ahora me persigue. Mi padre, en un arrebato de pasión o inconsciencia, folló a mi madre en el octavo mes de gestación. Y yo, desde mi oscuridad acuática, fui testigo del monstruoso capullo de mi padre acercándose hacia mí en embestidas cada vez más cercanas, expulsando aquella inmundicia lechosa que casi rozó mi rostro. No recuerdo que en mi pubertad me ocurriera nada extraño, al menos ...