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ERROR DE CÁLCULO.

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  Por cuaresma dedico un tiempo a los recuerdos. Me sobra el tiempo por los días festivos. No como carne y hago otras abstinencias forzadas por mi vida un tanto solitaria. Suelo visitar la Iglesia de San Juan el Divino, la que está en el Paseo de los Tristes, decorada con amplios cortinajes de colores morados. --También leo mucho los Hechos de los Apóstoles. Ayer, sin embargo, en una vieja alacena en la que Daniela guardaba trastos viejos encontré un diario antiguo, bastante deteriorado, al que le faltan infinidad de hojas. Fue casualidad lo que os pongo aquí, una página y media del día 8 de Abril de 1984. -Dice así. “...Con esto no quiero demostrar ninguna dotación literaria, totalmente descartada, por mis años muy poco leídos. Aquí, os describo científicamente, un sueño erótico que me persiguió desde el estreno de la segunda versión del “Cartero siempre llama dos veces”. Pues bien, esa ensoñación pos vigilia me vino en innumerables ocasiones a la memoria, en inolvidables días,

YA HE DEJADO DE VERLO AQUÍ.

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Nunca me quité aquella cara de la cabeza. -Es muy posible que siempre encuentres lo que buscas si lo haces obsesivamente. Presentí que era él cuando posé mi mano sobre su hombro, y se dio la vuelta. Breve instante aquel en que me miró a los ojos y yo miré los suyos. Un segundo de pensamiento puede tener un gesto furtivo de bestia acorralada, y él lo supo, no había hacía dónde correr. Le dije, pienso me que conoces , y el me siguió mirando sin decir nada. Había una extraña luz de medio día como cuando las nubes se mueven suavizando la claridad. Nuestras sombras aparecían y desparecían en una extraña osadía que era como un presentimiento que se difuminara levemente para volver con fuerza. Su brazos llenos tatuajes carcelarios, sus facciones escuálidas de pómulos prominentes. Le dije, ahora sé fijo que me conoces . Sus ojos se habían hecho grandes, apenas parpadeaba como suponiendo una gran sorpresa. Le dije, te acuerdas de una mujer llamada Julia, aún cruza las piernas, y por

EDWIN HUBBLE

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Llegó a la puerta de mi habitación el mismo Edwin Hubble. Yo no tenía ganas de escucharle, pero le abrí. Era enojosamente lento cuando hablaba, mientras con su dedo índice señalaba al universo a través de la ventana. Sus gestos eran inequívocos. El sol había explotado, me decía. Abrió un cuaderno y se puso hacer números y, cálculos complejos. Luego me miró con sus ojos penetrantes, diciéndome:” Si la gravedad es una onda electromagnética que se propaga a la velocidad de la luz, te quedan apenas seis minutos y medio para meterte en la madriguera.” Me quedé atónito, mientras se alejaba. Yo me resisto a creerlo, pero en estos momentos estoy comprobando sus cálculos. Si la distancia de la tierra al sol son 142.700.000 de Kilómetros. Debo considerar que la gravedad se propaga como una onda electromagnética, luego su velocidad serán 365.000 Kilómetros por segundo. Si dividimos la distancia al sol por la velocidad de la onda, nos quedan, exactamente, 6 minutos y medio. Creo que estaba en lo

EL EXTRAÑO CASO DE DE MATÍAS OLABARRÍA.

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  Cuantas veces nos habíamos encontrado en los años sesenta en estaciones de trenes y autobuses, no por casualidad del destino, más bien por la razón de la estadística que marcaba nuestras vidas, el enésimo trayecto con nuestras maletas llenas de muestrarios y de catálogos, quizás nuestro destino, la monotonía, la vida llena de soledad como en la Muerte de un Viajante. Por aquellos años sesenta los prodigios eran silenciados, solo lo onírico con toques de santidad mariana era pregonado. Mi secreto nunca se desveló por increíble, y como todo prodigio podría quizás podría llamarlo el extraordinario síndrome de Matías Olabarria Ondariz, natural de Azpeitia y vendedor de cocinas Bilbaínas. He de deciros que yo llevaba dos representaciones, una de abonos Mirat, y bajo manga vendía una amplia gama de productos de droguería, desde botones a hebillas de todo tipo. Nos cruzamos por última vez en Ponferrada, una mañana de marzo, fría y desapacible, yo llegaba de un pueblo llamado Cubillos del Si

EL PERDÓN.

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                      De tan sencillo como era el silencio se oía una gota cómo llegaba completa y enorme a destruirse. Eso sí   que lo recuerdo. Eran aquellas noches tan largas. Ella a mi lado, quizás haciéndose la dormida. Siempre que te miraba tenías tus ojos en forma de lago. Llorabas tantas veces. Eran como el piélago del mar. Tan grandes eran tus ojos. Ahora mismo estoy confuso. Después de tantos años allí, no recuerdo bien lo que se veía por la ventana. Ni con mucho esfuerzo.  Sé que después de tantos años de nada vale que intente redimirme. Que mi bondad y ternura hayan llegado ya al final en esta última onomástica de mi vida. Sé que nunca seré perdonado.

ELLOS.

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  Después de mucho tiempo llegué allí. Te voy a contar cómo llegué allí con todos ellos hablando en mi cabeza sin poder pensar tranquilo. Si te fijas nunca dejas de pensar, un pensamiento trae a otro. Cuando llegué allí, ellos seguían a lo suyo. Aquel poema. A veces hacía poemas mientras esperaba. Nada trascendentes, sobre lo más nimio. Partía la idea desde una figura exacta y quieta recortada en el horizonte, quizás un árbol. A veces llevaban todo el dolor que te puedas imaginar. --Los poemas así solo se piensan. Palabras con nombres y nombres que te parecen versos. --Solo a ti. Cinco años antes había llegado a la puerta. Aún la recuerdo. De dos hojas que se abrían a la mitad, la de abajo debía de permanecer casi siempre cerrada, la de arriba abierta para la ventilación. Llegar hasta allí fue relativamente fácil en el sentido de que solo era caminar dando dos vueltas en zigzag para acabar en un tramo recto que te llevaba a la casa. Las vías del tren pasaban por la parte posterior, y c

EL INOCENTE.

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  Madre mía, sé que estás ahí, en el Cielo, donde ya no sufres los sabañones, ni llevas cántaras, atados de hierba y leña, sobre tu cabeza pequeñita, que era todo ojos castaños, así de grandes, tú ya sabes lo que decían, ese, por mí, tonto del culo, se lo dijeron, tantas veces, a mi padre, borracho incluso porque se lo decían. Lloraba , en  el mostrador del bar de  Toñín , si lo vieras, lloraba, madre mía, si lo vieras, como un niño, lloraba. Y a  mí  no vas a decirme lo que es el recuerdo, y a veces recuerdo porque sé que me hablas aún desde el otro mundo, tú, madre mía, sé que me ves como  solo  la Virgen puede hacerlo, porque ella te enseña a mirar a través de las nubes, nimbos, antes de los truenos, y me reprendes, ahora que ya no puedo hacer otra cosa que recordar, de viejo y tonto, de viejo tonto, tan viejo, madre mía de mi alma, y recuerdo, a  ti ,  solo  a ti, que me arrimabas a ti y me olía tu barriga a escanda. Cantidad de veces  él  venía con la cara de ogro, mi padre así, c

SE LLAMABA OLVIDO.

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  OLVIDO. Le había dicho cuando se acercó hasta la mesa del comedor mirándome de aquella forma tan extraña, oyes, desde hace tiempo tu cabeza anda un poco alelada. Se lo decía en broma, eran letanías mientras estrujaba mi inteligencia haciendo un puzle con la cara de un perrito Bichón frisé con lacito color rosa . -En fin. -Sí,sí. No había que ser un especialista en cosas del alma para darse cuenta de que era una paciente rumiadora en todos los actos que le sucedían, tan llena de personajes en su cabeza, como si fuera una obra de saltimbanquis que un ser extraño dirigiese con finas cuerdas invisibles. Yo por aquella cada primero de mes, como un reloj, iba a visitar a Elsa, y a otras cuatro enfrente de la calle Contracay. La Elsa la chupaba de maravilla, le daba aquel toque de sumisión que a mi colgajo le excitaba, arrodillándose delante de mi bragueta, mientras me miraba virginalmente, era de mucho tragar y de sostener la corrida, y a mi me cundía el sildenafil, muy productivo para no