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PAISANOS.

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  La verdad que ahora ya no encuentras mucha gente que quiera trabajar. La juventud cambió. Quiere dedicarse a otras cosas más livianas, que no requieran mucho esfuerzo. Ahora la juventud anda más por las ramas, con la paga semanal y eso. Mucho botellón, mucho TikTok, o ganarse unos euros a tokens de wifi con un vibrador en la xarda, o por el culo arriba, que lo mismo da. Es difícil encontrar buenos profesionales. Qué te digo yo, por ejemplo: caldereros, soldadores TIG, fresadores, albañiles, buenos azulejistas, electrónicos, mecánicos, programadores de java, especelistas en PLC, encofradores, tuberos, deliniantes con CAD, mira podría estar así veinte minutos poniendo profesiones, y na, no encuentras ni uno, y ya no te digo cosas sensibles, un buen escritor, un buen poeta, es que no encuentras, y ya te digo, que te lo digo, incluso pagando bien. Bueno y un mamandurria que te haga una buena mamada, ya para qué, o uno que sepa comer un coño bien comido, también, para que, no hay, está el

EXISTENCIA.

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Puedo decirlo con cierta garantía de acertar. Estaba subiendo un montículo apoyado en mi vara de abedul. El camino amplio algunas veces, se estrechaba otras tantas veces, a los lados zarzales y brezo lleno de flores del color del vino. Podría encontrarme en cualquier lugar de la montaña próxima a no sé dónde, tampoco es que me importase mucho. Sabía de sobra que buscar dos existencias de una sola era posible. Demostrado con un ciempiés que huía hacia una piedra plana retocada en su día con un cincel en forma de rueda para un molino. -Sí. Antes de que entrase en su cueva llena de oscuridad, pude ponerle el pico de mi vara sobre su columna vertebral, con tanta suerte que eran simétricas las dos partes. Y allí otra vez el fenómeno. Habría por un lado cuarenta y ocho pies y por el otro cincuenta y dos pies. Aquí las cosas no cambiaron en la separación de las dos existencias, si en la forma; las dos partes se enroscaban sobre sí mismas como haciendo un nudo lleno de existencia. Cómo fue el

CLAUSTRO.

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Como he de deciros que incluso pensar que el universo tiene límites me da claustrofobia.  Saber que viajando a esa lejanía casi infinita me encontraré con una pared quizás elástica y permeable como una pompa de jabón, y yo desesperado por salir, agitado, con los ojos desorbitados tratando de salir de lo que para mi objetividad es un espacio reducido. A qué se deberá esa angustia. -Siempre me pregunto.  Estuve en mi nacimiento más tiempo de lo debido en el coño de mi madre.  Folló mi padre a mi madre en el octavo mes de gestación y fue de mi observación el monstruoso capullo de mi padre acercándose hacía mi en embestidas cada vez más cercanas, expulsando aquella inmundicia lechosa cercana a mi rostro. No recuerdo que en mi pubertad me pasará ningún acontecimiento extraño como a mi hermano Demetrio, abusado por una cuidadora del Izabal, que mantenía apretada su cabeza y boca abierta  sobre su coño y le decía que la lenguara como si fuera un caniche entrenado comecoños.  Demetrio decrecid

ESQUEMA PARA UN CORTO.

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  Yo por un ventanuco mirando al camino y al valle. Aquella capa de niebla al ras del verde como una gorra inmensa, y aquella mañana el azul tan amplio de abril sobre mis ojos de niño. Yo sentía aquel ritmo y los cantes, las palmas pegando a una caja de madera, las voces de dolor de una mujer. Pasaban para el Suco dos bueyes madrugadores del Loiras, y se desgañitaban los gallos de la Pacita en la parte baja del páramo casi aparecido en la penumbra con un rastro blanco de escarcha. Iba a ser grandioso el amanecer. Plencio vino boca arriba, se deslizó suave entre aquellos esfuerzos de estreñida que hizo la sufrida madre. Fue un impulso extraño, el último vahído que disparó a Plencio encogido por las dos vueltas de los pelos del coño sobre el cuello que lo encorvaron hacia atrás para casi desnucarlo. Fueron prontas las manos callosas de la Mariona que lo cogió casi al vuelo desenvainnándolo de la pelambrera, girándolo tres veces entre los gritos de aquel mal chingado. Del fondo de las hoj

COSAS.

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El sentido de la orientación es muy importante, luego la gravedad, poder desplazarte, saber por qué tienes que irte, o volver. Mover el pulgar y el índice para coger cosas doblarte para aliviar el dolor, pasar tu mano leve en ese instante, mesurar el daño de las palabras, no sentir que nada separa las paredes de tu estómago. Volver aquel cuento de amor: ...hubo una vez una vez una historia llena de prisa. Tropezar lo mínimo contra los límites impuestos. Aún recibir misivas en tu lugar de reposo. A veces dar muchas vueltas y vueltas para que el mismo lugar te parezca desconocido. De cualquier forma que te apasiones, en un día débil, no sentir el vértigo del abismo, sobre ese filo tan delgado, volver a tu camino recto y plano, y darte la vuelta cuando pronuncien tu nombre.

CRISPR.

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  Ayer me pedí al Amazón el Gene Knockout Kit, el de la versión dos. Que me le estoy haciendo cambios a la vida, que a mis años me voy a ser aun biohacker de cojones. Le hago un CRISPR al que se me ponga por delante, ya te digo yo que si me volviera de veinte años ya iba a ver tábanos en las vacas por la Forca, o por los prados de Darías. Mis ratinas y cabañesas mutadas, sin una puta mosca chupadora, y que se lo hago a mi sobrina Dorita  para aumentarle la inteligencia que no se centra, y lo que quieras tú, como un sastre, te corto por aquí, y te sueldo por allá en el ADN, y te cambio, y de puto bruto te hago finolis. Se lo dije a mi Patuka, cojo de laboratorio la mesa de la habitación que da al patio de luces de Sonia, que hasta noviembre está libre. Por Magalux anda la pobre en los apartahoteles. -Lo malo es ese hijoputa. Ya os lo digo, por la mañana me da la luz, y la mesa con hule es amplia. Pero me sale el Cuatriya a mirarme con mis probetas, y se me pone con el dedo en la sien a

OTOÑO.

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  Con mi Abigail cuando el 22 de septiembre empezaba el otoño. Algunas veces por la emoción le decía que la quería del todo. Abi, si es que te quiero. Estaba tan salido que me corrí fuera, pero le dije: te quiero igual, aunque el placer fue el mismo que si hubiera meado después de una curva, con los niños en el coche, y tú mirando por la ventanilla del retrovisor por si me atropellaban.  -Así es que. Al día siguiente no tuve más remedio que ir de Eso. Iba muy nervioso por casualidad, en mis espaldas llevaba unos ojos como si fuera a cometer un pecado mortal. Y subí entre dos botellas de butano que había en el portal: flores de plástico en unas mactas superfértiles, olor a cocido de garbanzos, y una bicicleta coja sin las rueda de atrás. De tan negra que eras solo me di cuenta de sus ojos. Miraban así de blanco hacia los lados, a izquierda y derecha el blanco de sus ojos. En el medio de la habitación una fontana árabe de chorro ladeado, un bidet. La penumbra escasa desde el patio que da

MICROONDAS.

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  Yo delante del microondas no me pongo. No se te ocurra ponerte delante de un microondas cuando calientas por las mañanas el café con leche, ponte a un lado. Luego sales a la calle con pensamientos extraños. Hoy llevo unas pocas de microondas. Ondas onduladas a no sé qué frecuencia. -Compulsivo estoy con la economía, hasta llegar al Banco del parque. -El Banco de todos. Moodys te pone la nota y te jodes. Yo me abstraigo. Por las mañanas del domingo hay un largo paseo lleno de botellas vacías y desperdicios por el suelo. Huele a todo lo que dejó la noche. Unos jóvenes con las piernas largas se descubren. Ahora me huele a pócimas, mi olfato tiene secuelas como si todo fuera con sabores de pólvora dentro de una mecha lenta.  Nubes a borbotones por los flancos del mar, a derecha e izquierda en algún sitio, nacidas, sopladas por el viento (podría dedicarme  a adivinar sus formas). A los ancianos nos sobra la noche y nos pica la polla, y vamos sobreexcitados moviendo las venas de un lado y