Entradas

PICADURA

Imagen
El aguijón me había entrado por el deltoides, cruzado el músculo frontal del abdomen, y haciendo una extraña filigrana hacia adentro me había salido por el recto femoral. Lo extraño de todo esto es que el final había quedado fuera del hombro con forma de empuñadura. El caso es que, cuando me ponía un jersey o una camisa, andaba con aquel bulto sobre la parte de atrás del hombro izquierdo, y por el otro lado el principio del aguijón me asomaba en la zona del fémur, un poco más arriba de la rodilla derecha (esta parte siempre me agujereaba los pantalones cuando caminaba, lo que hacía que al dar el paso se me viese el calcetín de este pie). Tengo que decir, que sentía ligeros dolores cuando me doblaba en la oficina, después de estar un tiempo sentado; también me estorbaba para hacer el amor con mi mujer, no porque fuese doloroso, sino por el miedo que ella tenía de la parte del aguijón, perfectamente afilado, que me salía por la pierna; aunque yo no me cansaba de decirle que no era venen

AVES DEL PARAISO.

Imagen
Ayer me di de hostias con otro anciano. Bueno, de hostias no mucho porque no nos acertábamos, y como los dos estábamos calvos tampoco nos pudimos tirar de los pelos. El anciano ese por lo visto se apellidaba Barcia, y le llamé hijo de puta sin pensarlo mucho, y le llamé puto viejo sin darme cuenta de que yo, incluso, era más viejo que él. Se me viene el Cativo al mismo banco donde yo estaba sentado, tomando mi merecido sol. Saca del bolsillo una bolsa llena de lentejas, kikos, maíz, arroz, piñones, pistachos, pipas, manises, coquitos, torreyas, y más que se me olvida. Empieza a esparcirlo por allí, por delante del banco, y como a un minuto, comienzan a llegar palomas, gaviotas y cobardes gorriones a lo que pillaban. Y le digo, solelo, por qué no dejas de tirar esa mierda. A mí las palomas ya se me subían al regazo como a San Francisco de Asís. Mucha bolillera se montó con tanta ave revoloteando a nuestro alrededor. Le dije, oyes capullo voy a avisar a los municipales, y el cabrón sigu

SUERTE.

Imagen
  Hacía unos cuatro meses habían sacado al Turko, de más de ocho arrobas, de la Rúa de Recanles hasta el cabo Balea, para darle digno entierro atado a un viejo palier de un Barreiros achatarrado. Aquellos hijos de puta, incluido el Aleixo y el Ánxelo, se iban descojonando del trasplante de pelo que se había hecho el Turko, que parecía una huerta de berzales, como si ya le empezasen  a germinar en toda la cocorota hermosos esquejes. El tiro le había salido por la misma mitad de la cabeza, haciéndole un destrozo en toda la plantación capilar. Para qué le valió a este hijo de puta estar más riquiño -se descojonaba Aleixo-, mientras los cuatro lo metían en el maletero de un lujoso BMV X1 para llevarlo hacía la costa destino a mar abierto. El juego era habitual a las tantas de los sábados, por noviembre. En el verano la cosa era a la intemperie en alguna casa de la zona de Covelo. Cocidos de cocaína, orujo de hollejos de uva de ribeiro, y tequila DonJulio -el que le gustaba al mal nacido de

TENUE.

Imagen
  Posiblemente no haya una devastación completa. Siempre queda cierta esperanza. Yo, como lo entiendo, tenue, así, tenue, conozco pocas cosas.Lo mismo que hay gente que para darse importancia pone cosas en francés,o para darte coba, les dices a esos hijos de puta del Bar Las Peñas, me acabó haciendo un francés,aunque podrías decir que de verdad te acabaron haciendo a ti un griego. Volviendo a eso, mi tío, Esteban Arnaiz Azcárate, siempre me decía mientras herraba caballos, los franceses fueron unos cobardes siempre huyeron de Rusia, se fueron de España, y partieron la mitad de Francia para Hitler. Qué cabrón era el Esteban, un especialista en tendales, coñorasta insaciable que a todo lo que tenía pelo le daba lengua. De tenue, pues como que no, no sabría decirte. Lo dice Bladimiro, que es poeta. Lo usa así, a cada poco, porque es un sonido de acabar cosas, como leve. Tan hermosa la palabra. Yo vuelvo a mi tío. Decía el fulgor del atardecer, mientras herraba mulas de tiro. Nunca vi cosa

ATARDECER.

Imagen
Mientras me masturbaba en la galería aprecié que habían llegado las primeras golondrinas. Las veía allí arriba zigzagueando vertiginosas, sobre un azul claro poblado con alguna nube transparente, y una leve tonalidad a ópalo. La paja me costó bastante. No por falta de ganas, sino porque en la imaginación necesaria para el esfuerzo surgían pensamientos deslavazados. Al final me decidí por aquel tan persistente del pajar de Arnillas, cuando bajó la Natividad, la mujer de un protésico de Fornías -siempre salida-, que estaba gorda, pero aún dura, que ni te imaginas, y la entré por atrás a unos tirones terciados y justos, dándole una y otra vez a tope, -que de aquella podía-, hasta que me corrí como un cerdo gordísimo de yorkshire. Con mi Nervina siempre estamos merendando bocadillos de caballa, xarda azul del Cantábrico, conservada en aceite de girasol. Ya somos de besamos menos. Yo muchas veces me excito observándola cuando se sienta a cagar en el baño por la rendija que deja la puerta

OTOÑO.

Imagen
  De todo lo bueno que había en subir aquella empinada cuesta para llegar a casa, estaba que para bajar a comprar un cuartillo de café era más fácil. Nunca pensaba que debía subirla otra vez para no tener que hablar con la desesperanza. Si quedaban rastros de la lluvia estaban aquellos caracoles allí, tan lentos, ellos más listos para llegar a lo que fuese su casa solo atravesaban el sendero, dejando aquel rastro transparente. Tenía cuidado de no pisarlos para que no hubiese muertes baldías, por bajar a comprar un cuartillo de cualquier cosa. Una vez arriba yo miraba desde la ventana lo caminado, y me parecía una lejanía, o dos lejanías, dependiendo de mi estado de ánimo. Y también miraba como era de viejo ahora y de joven en aquellos años que dos zancadas me hacían estar en la cima. No podría decirte cuantas subidas y bajadas. Hubo días de contarlas y hubo hasta ocho. Pero nunca fui de acumular veces, al final del día lo medía por el cansancio. Mi entretenimiento esencial en estas hor

EL OLOR Y LA MEMORIA.

Imagen
  Voy a esto. A veces aquí llegan esas moscas verdosas y se ponen a restregar sus patas posadas sobre los pliegues de mi pantalón, dan vueltas, van y vienen como si ese mundo que les huele sobre mis piernas fuera suyo. Ya sabes. Yo soy muy dado a recordar cosas que las más de las veces no son agradables. Serán los años. Por ejemplo. Ahora como si fuera un mecanismo de defensa mensuro lo que vive poco. Esos organismos vivos, dijéramos, seres vivos que viven apenas unas horas, esos que casi nunca pasan de las doce de la noche, esos que van corriendo despavoridos, diminutos, por la mesa de la cocina entre alguna bolita de azúcar, y los aplastas, sin ningún rastro, dejando una mísera gotita de sangre que a penas ha vivido. Todo esto es reconfortante dentro de mis cálculos sobre la ilusión del tiempo. Llegas a una edad. Todos llegamos a una edad en que nuestro bagaje existencial son solo los recuerdos. -A lo que iba. -Esto viene hoy a cuento. Cuando era niño en nuestra casa no había váter.

EL MAJADERO.

Imagen
  Después de mirar semejanzas de todo, a ver su igualdad, y por sus diferencias sacar una conclusión que me compense. Como razonamiento propio, sabes. Viene un majadero al que no creía inteligente, y me dice aquello, de no te mates. De apurarte solo para coger el tren si te espera alguien que te quiere. Si no, ni te afanes. Que lo reposado tiene el cuerpo más espeso y dura más. Yo a él le creí porque es de esos, lentos, a los que tienes que esperar mucho para llevarles la contraria. Yo de este, sé que hacía poemas. A veces lo tengo visto recitar a las grullas. Su afán de ir por ahí. Hasta casa de Dios y su madre. Y también me dijo el palurdo. Si te vas a morir igual, no te mortifiques, no te asesines antes de la hora. Tú fíjate en el pan nuestro, el pan antiguo, el de después de la guerra que crecía para alimentarte, porque era de tu sudor. Muchas veces cocido a hostias. Sabes. Yo a veces me arrepiento por las semejanzas a hechos horribles que hice de hechos muchos más horribles que hi