SOL CASTIGADOR.

Antes había estado la lluvia. Dos asnos con su mango fuera, pensando los asnos con sus orejas reposadas hacía atrás. Una mula maderera emborcaba su boca dentro de un saco atado al cuello comiendo cebada. Las babosas de la cuneta habían salido porque había llovido instantes antes. Había vapores, caracoles también, y un enjambre de moscas a eso de las cuatro de la tarde en la acera del Pontigón. Olía como cuando tiras un cohete, o como cuando se hace pan, o como cuando esparces hierba mojada y le das la vuelta. Estaba allí. Antes había pasado la pareja con las manos metidas en los correones. Después de la pareja comenzaron los gritos, no se sabía de qué forma eran, o de pena, o de dolor, o de placer; de qué forma son los gritos. Cirilo. Sabían que era él por lo de los asnos y la mula, una mula camello muy alta. Arriba detrás de la galería con muchos geranios rojos estaba Lula, dándose vueltas de un lado al otro, con mucha fuerza sobre un jergón que sonaba a hojas de mazorca. Ahora mi...