EVA Y LA SERPIENTE.

Me envolví por ella desde los pies. No fue una elección, sino algo inevitable, como si el magnetismo que nos unía hubiera decidido por mí. Su presencia era un campo de fuerza, un imán que atraía cada partícula de mi ser. Más arriba, había una boca. No una boca cualquiera, sino una que parecía contener todas las palabras no dichas, todos los susurros que nunca llegaron a mis oídos. Era una boca que prometía respuestas, aunque nunca las pronunciara. Dar tantas vueltas y vueltas alrededor de ella me producía un mareo dulce, como si el mundo girara a su alrededor y yo fuera solo un satélite atrapado en su órbita. ¿Cómo explicar lo que es una longitud infinita? ¿Cómo describir la sensación de que algo no tiene principio ni fin, de que siempre estás en el medio, en un punto que nunca es el último? Era como sentir el paso de cosas diminutas, partículas de tiempo y espacio que rozaban mi piel sin detenerse, dejando un cosquilleo que no se iba, que se quedaba ahí, como un recordatorio de ...