AMOR.

Te escribo desde aquí. Llevo dos horas encadenado a un poste del teléfono, porque quiero verte, y doy voces como un poseído por esta injusticia. Los municipales sólo atienden crisis nerviosas, no crisis de amor. Y los del 091 pasan de largo. Me preguntaste: —¿Y si me apareciera por la noche, qué me harías? Y yo te dije: —Te empalaría. Ya me entiendes: finamente, te la metería por detrás. Según llegas, a la izquierda, contra la pared. Y sobre tu misma nuca empezaría a decirte: "Dime si me quieres, porque yo te quiero". Sí, sí, sí... Pero no te has aparecido. Y este poste alquitranado, y esta cadena de buey, me están jodiendo la espalda. Debo gritar más. Pasa una señora con un cochecito de niño. Lleva en él un armario entero de ropa y dos cómodas. Me mira a los ojos, y en sus ojos hay un mundo escondido que sólo enseña al amanecer, cuando todo el sufrimiento se le sale, de tanto preguntarse quién es a sí misma, de tanto contestarse que no lo sabe. La viejecita h...