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AEROPUERTOS

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Mark Waras Flikus , reunió el 18 de Diciembre del año 2009, en su sede de Bridgeport, Connecticut, cerca de de la histórica Captain's Cove, a sus 10 altos ejecutivos, entre los que se encontraban los 4 directores de fábrica para productos de alta tecnología en seguridad. La reunión en un principio tenía el carácter en el argot de empresa de prioridad alta, con todos los argumentos que parecía ser implicarían en el programa de la reunión: alta estrategia de mercado, alta estrategia logística, y sobre todo, alto secreto. (Esto último ya efectivo en la letra pequeña del contrato de todos los sus altos cargos, allí presentes.) La mesa era inmensa, geométricamente una elipse perfecta, que el Presidente de SSIC (Security Systems and Integrated Control), había propuesto personalmente con toda meticulosidad. Con una finalidad única; la de poder observar a todos los presentes. La reunión empezó 12 minutos mas tarde de las diez de la mañana, fijada como hora inicial. Cuando entraron to

HOJA DE ABEDUL

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Soy una hoja de abedul. He crecido en primavera. Puedo considerarme afortunada por lo hermosa que he sido. Tuve una aureola de diente de sierra bordeada en mi exterior. Mi epidermis fue suave como el celofán, y mis nervaduras eran semejantes a una espina de pez, simétricas, a ambos lados. Siempre pensé que las otras hojas me tenían envidia. Transporté la savia mejor que nadie y por mi parte inversa y oscura, circulaba el oxigeno a raudales. He tenido la suerte de crecer en la parte alta de una rama esplendorosa. Por las mañana mi figura se veía reflejada en la corteza blanca, y he visto de cerca los plumajes de gorriones y tordillos; y algún azor ha estado aquí oteando presas de conejos. Han pasado muchas noches y días. Me han soplado aires del nordeste. Mi vaina se ha agitado bruscamente. Algunas veces me he creído morir antes de tiempo. Soporté la nieve, enormes gotas de lluvia, y los golpes del granizo. Algunas veces me sentí deprimida y sola, viendo como mis envidiosas compañe

CRISTAL

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Soy W. A. Morrison. Llevo muchos años acudiendo a todas las citas propuestas, con cierta lentitud en el tiempo, y muy desfasado en la exactitud que debe presidir cualquier encuentro que se precie. En las citas de amor, soy tremendamente exacto. No exculpo si ella llega tarde, aunque sus razonamientos premeditados traten de inventar disculpas. Siempre me gustó lo exacto. Lo armónico. Todo esto me obsesiona. Muchas noches siento vibraciones globales sobre mi cuerpo, que aunque puedan deberse al síndrome del Túnel Carpiano, me invitan a razonar sobre su oscilación, elongación, amplitud, y sobre todo, lo que más me interesa, su frecuencia. Totalmente perceptible cuando bebo agua, y veo como en la superficie del vaso se forman unas pequeñas ondas milimétricas, de exactitud infinitesimal. Creo que debo razonar y meditar. Se me vienen infinitas ideas a la cabeza, de cómo recoger este mensaje de la naturaleza, y poder transformarlo en algo que sea mensurable. Lo que está claro, es que no

QUIZÁS

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Cuando estés leyendo esto, yo te estaré mirando. Ocurre que puedo levitar en silencio y me sostengo en el aire como un ave de rapiña. Cuando pases por aquí, y leas esto, no sé que pensarás, ni cuales serán tus sensaciones en lo que llevas adelantado del día o de la noche. Preveo tu postura inclinada, la luz que te ofrece tú ordenador, el ambiente que existe entre tú y el universo. Cuando estés leyendo esto, yo ya puedo estar muerto, o lleno de deseos. Por si acaso dame tu mano. Estírala virtualmente, déjame sentir tú calor, la agradable sensación de que aún me queda un hálito de vida. Cuando estés leyendo esto, en este mismo instante, tú y yo seremos diminutos, y quizás ya estemos muertos, sin ninguna dimensión que nos defina.

EL BMW

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…me he dejado barba, pero ya te cuento…había dado cuatro vueltas a la manzana, con mi R-9, TS, del 82, bien conservado, iba a la gestoría , “Selohacemostodo”, de la zona del Empalme, cerca de la antigua Estación de La Renfe, aparcar en la Manzana del Empalme, se las trae, el caso es que a la quinta vuelta veo por mi lado un hueco, con su rayita azul, como para coger dos coches, meto el intermitente, y empiezo la maniobra para aparcar, hostias, tío, en esto llega un BMW, pintadito de color mierda, recién estrenado, habría costado doce kilos, de los de antes, por lo menos, y en un abrir y cerrar de ojos se me mete allí, me quedé flipando, se bajan dos pijos trajeados se ponen delante de mi, me hacen una rabila y lo del dedo del urólogo, y encima me dicen, tiralo pringao, y se van, pues sabes, di otras cuatro vueltas y no volvió a aparecer hueco igual., y la cosa me urgía, volví al barrio de las Mil, metí el R9 en el garaje, paré un taxi, y con el rabo entre las piernas, dejé l

EVANS SCHULTES

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Esta mañana al levantarme descubrí en mi pequeña terraza a Richard Evans Schultes. Estaba de espaldas, y entre la penumbra que producía la luz de mi habitación vi como manipulaba unas hojas de geranio. Sentía el sonido de su pequeño mortero machacando las hojas en un cuenco de madera. Cogió hortensias y algo que llevaba en los bolsillos y revolvió el ungüento. Vi como se daba la vuelta y en dos pasos estuvo ante mí. Desde mi cama aprecié sus pequeñas gafas y sus largas manos emponzoñando un dardo. En el bolsillo de su chaqueta asomaba una pequeña cerbatana. La sopló ágil y el pequeño dardo se incrusto sobre mi vientre. No pude apreciar más. Me encuentro aquí paralizado, con los ojos abiertos, sin poder moverme. Mientras mi gato olisquea mi cara.

LA NOCHE

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Sin duda alguna la noche puede ser infinita cuando no duermes. Es como si pudieses ver el ojo enorme de Dios. La cabeza se convierte en deforme teatro de saltimbanquis. Pasan historias que has vivido, y caras con las que nunca has soñado. Valoras sucesos inmediatos. Eróticas ensoñaciones con seres que algún día te abrazaron. Y te quedas quieto por si acaso te duermes. Y te quedas quieto por si acaso la última ilusión no te ha convencido. Qué extraña es la noche. Que larga. Qué noche sería la de aquellos que esperaban la muerte en el paredón a las 6 de la mañana.

GRITOS DESESPERADOS.

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Llevo dos años viviendo sólo y es indudable que no me arreglo igual que antes. No soy organizado. Sólo hay que verlo. En mi casa suelen entrar pocas personas. Pocas, no. Diría que ninguna ha pasado de la puerta. La abro un poco para mirar quien ha tocado el timbre y sólo si me resulta familiar. Si me traen algo lo cojo. Si me tienen que decir algo lo escucho. Si tengo que firmar algo, no lo firmo. Si miro por la mirilla y me parecen sospechosos, no les abro. Si son del Servicio Social, los mando a tomar por el culo gritando detrás de la puerta. Si aporrean la puerta, los dejo hasta que se cansen. Lo único que me toca soportar es el guirigay de los niños a la salida del colegio, lo odio. Es la única atadura temporal a parte del día y de la noche. Debo de llevar veinte días aquí. No lo recuerdo bien. La última vez salí por comida, llené el arcón de paletillas de ternera, y a eso de las tres de la tarde volví a bajar para comprar vino y latas de conserva. De farmacia ya me queda poc