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SO CABRÓN.

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Había hablado contigo de todas esas cosas que se dicen cuando te encuentras después de años en una plaza repleta de palomas; allí en el cielo estaba el color de las nubes y líneas rectas de avión, porque no quería mirar a tus ojos metidos en dos bolsas que parecían colinas. Estabas diciéndome, preguntándome, por qué tanto tiempo sin vernos, y estaba claro, nunca nos habíamos reconocido, y si lo habíamos echo otras veces enfrentados los ojos en este Paralelo, no me había dado por los cojones de mirarte, porque sencillamente aún me asustaba tu mirada de rana. Pero ayer fue el día en que íbamos tan uno frente al otro, que como en una estadística de la teoría de la incertidumbre, casi chocamos, y así, nos acercamos hasta lo sublime, tanto, que pude ver tú corbata como de moscas cojoneras, inanimadas, sobre un fondo de color mierda, y tú camisa tan extrañamente geométrica, y tú escaso pelo tan aprovechado, y tus manos tan asidas a una cartera de cuero. Y por un instante, fue un insta

CUATRO ESTRELLAS.

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Me llamo Artemio Suárez Witdower y soy el Jefe de Cocina del Restaurante Cuatro Estrellas de Fuengirola. Ayer me salió un furúnculo piloso encima de la raja del culo que me está jodiendo la de Dios. Ha cogido muchísimo pus y ahora está más hinchado que un neumático de playa, pero como a mi no me dan la baja, ando enseñando el culo por toda la cocina porque me molestan mucho los calzoncillos, y no digamos unos pantalones apretados. Si me explota, como que me llamo Artemio, lo meto en la sopa para dar sustancia. Yo en el restaurante me guardo los mocos debajo de la alacena de la carne, allí tengo un criadero, otro criadero lo tengo en casa debajo de la mesita de noche, y otro, bastante grande, debajo del asiento del coche. Quizás este furúnculo piloso tendrá que ver con la soriasis que tengo por toda la barriga y la espalda, ando todo el día rascándome de aquí para allá, algunas veces me saco hasta sangre contra la esquinera de los postres. Pues hoy para comer tenemos

UNA DE SIDRA Y UNA DE BÍGAROS.

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Entré con el Hombre Invisible en la sidrería los Parrales y le digo a Paco, ponnos una de sidra, y vete echando. No sé cómo deciros, la sidrería olía a queso de Cabrales, a almejas a la marinera, a congrio y a sepia a la plancha, todo junto, entiendes; era ese olor mezclado con aroma a serrín de pino. Pues le digo, échale un culín a este, y Paco me dice, ya te eché , y yo le digo, a mi sí, pero a este no , qué ya te eché , joder; y que me mira, así, de frente, con ojos de besugo, que no, coño, a este, a este, a este . Por qué voy a tener que dar explicaciones de con quién ando o dejo de andar. Pues el cabrón no se lo echó. Y cogí la botella la levanté en el aire y dejé caer aquel chorrito salpicón sobre el mismo borde del vaso (estrellando sidra hay pocos como yo). Se la puse al compañero sobre la barra, y le dije: tómatela, sabe a champán francés, t' a de buena , y fresquina. Yo al Hombre Invisible le hablo bajo cuando voy a tomar sidra con él, a nadie le importan nuestra

AUTOBÚS.

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Si fuera en un autobús y en este preciso instante se acabara el mundo, y quedáramos los que vamos a la Colonia de la Asunción, cogidos en las barras, sentados como petrificados mirando a un punto muerto, te escogería a ti, la que vas apoyada detrás del conductor mirando en sentido contrario, hacía mí, con los ojos tan grandes que parecen dos pozos de agua de acequia con todo el triste gris reflejado. En este instante en que todo está quieto, lo de fuera destruido lleno de humo negro, y que por una irreal magia hemos quedado aquí, aislados, endebles, pálidos por el susto repentino, me levanto del asiento y camino la escasa distancia que me separa para verte de cerca los ojos y decirte que tenemos que empezar una nueva vida en este barrio destruido. Porque tú te has sentado ahí y yo aquí para que podamos encontrarnos de nuevo, sobre la plataforma de este autobús que ha llegado al final del mundo.

EL MANAGER.

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Me llamo Pentito Cruz (Penti) y para meterla tengo que hacer un triple bogey, eso con suerte, y si no lo logro lo intento en un cuádruplo (como poco), y si no, pues lo hago a puñados o con la boca; pero mal nunca quedo. Me refiero al golf. Mi pasión empezó en Valdevimbre jugando a las canicas mientras mi padre lavaba barricas de vino peleón tirando los posos a la cuneta. Apenas fui a la escuela del Topo, (El de las JONS ), que enseñaba según la teoría de los reflejos condicionados con el silbato a golpe seco sobre el cerebelo, después de una pregunta baldía e inexacto mal contestada ( Si no eras cristiano por la gracia de Dios, te jodían ). A estas horas de la mañana alguien ha puesto una pregunta en el cielo, pero no puedo contestarla. Alguien ha ido ordenando las nubes para que aparezca una interrogación sobre el azul de poniente y aumenten mis dudas. Este sábado ya se que no podré ser feliz. En la Plaza de San Telmo se me adelantaron unos rumanos que tocan a lo Emir Kustur

SIN DUDA, ERA UNA HECHICERA.

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A Lolo el Atrevido le pareció que el virgo de Amary era de doncella compuesta, porque en la primera noche de bodas la trajinó de un quite, como cuando clavaba un alfilerillo sobre una madera de aliso a golpe de maceta de albañil. En su sospecha se imaginó que llevaba una vejiguita de mercurocromo debajo del botoncito del gusto, y que la mancha de la sábana desparramada como una cruz de Borgoña no era indicativo de nada, más bien una casualidad de un movimiento que no llevaba estremecimiento, sino miedo repentino de envergada al tirón y por sorpresa. Lolo siempre opinó desde aquel día, que conserva lucidamente y en silencio, que debe haber más putas que políticos, banqueros, diáconos y curas juntos. Amary hace una sopa de pan exquisita y tortos de maíz. No se tira nada. El pan antiguo va a un fardelillo, y bien partido con un cuchillo jamonero se pone en la sartén con agua y fritura de ajo, un poco de sal y un huevo que se va haciendo, y todo queda como un solete español cuando

LA SUELA DE SUS ZAPATOS.

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Cientos de ojos estuvieron mirando el agua. El río tiene ese color turbio que da la torrentera, un gris que no refleja nada, si acaso un leve azul un poco antes del puente.En la charca el agua da vueltas como un remolino, es así redondo y en círculos como el molinillo de un niño agitado por el viento. Llegué aquí por una casualidad que no me explico. Angustiado por su falta, como si quisiera estar sólo para hablar y llorar dentro de mí. Ha sido imposible e inexplicable. En la casa las cosas estaban donde estaban, siempre llenas de silencio. Pero yo debo estar aquí por algo, por una intuición, por una orden divina, por una casualidad, por ser el autor de las malas palabras llenas de reproches. Al mirar al remolino veo aquellos zapatos que parecen difuminados como si estuvieran dentro de un cristal dando vueltas y vueltas como una peonza. Hay una estrechez de azul en el cielo entre dos nubes, y cuando acabo de mirar aquellos huecos llenos de añil, me pongo a pegar voces desesperadas.

HUMO MÁGICO Y SILENCIO.

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En Troms a uno se le quedan los huevos encogidos, ni una puta apetencia de mete y saca, y como vayas mucho más al norte y a la intemperie te pongas a mear se te queda congelada; si has visto la fuente de Manneken Pis, tienes esa sensación de que tú chorrito se anclará al suelo, así, petrificado en el hielo. Esto no hay garañón que lo aguante, ni ensoñación que lo enderece. Me habían dicho lo de los productos secos y lo del caldo de gallina en termos, pero yo lo que llevo es ansiedad, me parte el alma la sensación de aislamiento en cualquier circunstancia. Con mi imaginación he recorrido el Generalife y me he puesto a tomar el sol en el Patio de la Acequia mientras escucho el murmullo del agua subir y bajar con esa geometría parabólica, casi idéntica y simétrica si la miras desde el fondo de unos ojos enamorados. Tú estabas lejos, quizás recorriendo en un tren miles de postes que pasaban. Me habías dicho que viendo atardeceres. No sé si creerte. Quizás me lo decías para d