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NO TIENE FINAL.

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-Nomesequitaba. No está todo tan mal, si lo miras bien, estamos al principio del desierto del Sahara con una cantimplora que contiene un aproximado de cincuenta chupitos de manzana verde. Y no tiene pinta de llover. Nada. Nada. Nada es lo que se dice: Nada. A las seis de la mañana la señora del tercero saca la mano por la ventana para despedirme. Lleva allí no sé cuanto tiempo, desde el Mioceno . En la ventana. Me conoce por mis espaldas inclinadas. Cansadas.Por la funda que llevo puesta con una T grande y una B grande, en rojo, superpuestas sobre el azul manchado con mapas de pintura gris. (Talleres Bango). Es indistinto. Uno va dentro de uno, invisible, algunas veces muy dentro. Estaba claro que todo iba a acabar mal. Por eso me marché ayer del cine. Me dice Paula que en los desiertos hay unas frutas pequeñitas metidas en la arena. Vas caminando. La arena es más parda, de otro color. Allí está la frutita, la aprietas y sale agua muy fresca. Otras veces puedes dejar la funda de las ga

NO SE VE NADA.

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Ahora que cabalgamos sobre un rayo de luz debo decidir qué dirección tomar. Dadas las características de nuestra velocidad no es un problema nimio. Cada instante que pierdo en tomar la decisión son millones y millones de kilómetros que quizás me desvío de mi destino. Por eso deberé de decidirme lo antes posible. Llevo días llenos de preocupaciones pensando en esto. He llegado a dudar de mi mismo, de mi capacidad cognitiva, de mi capacidad para razonar de forma pausada con el fin de no cometer errores. Ayer, sin ir más lejos, la tripulación me echó en cara mi falta de criterio. Ahora estoy hecho un lío. Creo, sinceramente, que me he generado a mi mismo un conflicto de extrema gravedad. Estoy indeciso y esta velocidad no es buena para pensar bien. En realidad si miro lo que me rodea diríase que estoy absolutamente parado y que nunca encontraremos el final. Que da igual la dirección que tomemos. Creo que estoy empezando a sentir claustrofobia. Lo que me faltaba ahora es volverme loco por

A MI ESPALDA.

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Te he copiado muy bien. Te dibujé sobre un papel de cebolla. Y aún recuerdo que tenías unos ojos con sombras y una boca pequeñita como una cereza. En el puesto del pan han colocado sobre un anaquel de roble tres barras muy grandes para el Guinness, pero no caben dentro. Hay una hilera de mirones. He predicho hace muchos años que ahora mismo estaría pensando esto, ahora mismo, después de haberte desenrolladlo dentro de un pergamino transparente. Oliendo a pan. Surgiste del pasado porque también había olor a pan cuando me posaba sobre tus ojos para imaginarlos, intentando que los rastros de la plumilla pudieran dibujarte certeramente. Aunque era imposible. Siempre tiene la culpa la luz. Nos hace irreales. De todas formas sigo dando vueltas, doy vueltas dentro de mi cabeza y doy vueltas caminando por un pasillo abismal, sin fondo. No sé donde estás. Las capas del tiempo son como capas de tierra. Estoy aprendiendo a dormir de pie. Absolutamente hibernado. Quiero que vengas. Que t

SERÍA MÁS FELIZ.

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Llevo un tiempo con la mano palma arriba. Sí. Los pelos del pecho también están cansados y tan viejos que parecen azafrán en rama. Me llamó por teléfono Amparo para que no tuviese miedo, y me dijo, abre la ventana que ya hay luz. Hoy si me mandan a buscar una de churros no quiero ir. No quiero ir a buscar latas de bonito, ni pan bregado. Me quiero morir de hambre como ayer. Llevo dos semanas así. Huele todo. Si vas por el aire te pegas. La cisterna hace una semana que hizo glu. Y una camiseta de felpa que tengo le ha salido el veintitrés en la espalda. Las bombillas y una rosquilla de neón en el techo de la cocina no dijeron nada. Fue un silencio. Me cago en la puta que parió too. Sí. Yo sé que hay alguien por ahí que aún me quiere, tengo ese presentimiento. Pasaron una variedad enorme de pájaros en escuadrón. En mis uñas hay líquenes que crecen con la humedad. La mano hacía arriba está así por una casualidad extraña. Usualmente suelo permanecer con la

MI GORDITA.

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Parece ridículo pero no hay diferencias. Usualmente es de lado como me levanto. El viernes contemplando la claridad, abiertas las piernas en la cama. Me palpo en las ingles desde el ano hasta la pelvis, por los dos lados, los dedos sobando suavemente en busca de bultitos, luego bajo los brazos en los sobacos, luego por debajo de la barbilla y en el cuello, luego me empiezo a sobar la polla lentamente, y si se pone curiosa me hago una paja. No todos los viernes toca una paja. He dado tres vueltas de un lado al otro, tres vueltas al completo de un lado al otro. Han venido a verme los tres seres. Ayer estaban aquí. Me han contado su decisión al respecto. He podido escucharlos mientras volvía en sentido contrario. De esa forma en que siempre me hablan antes de levantarme. Presiento que hago el ridículo más absoluto delante de ellos. Con un impulso. Por fin. Una de las vueltas ha sido incompleta. Los pies abajo. Me he levantado con grandes dificultades espirituales. No es casual que t

EL OTRO LADO DE LA TIERRA.

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Me da que no he abierto los ojos del todo, o los oídos con toda la calma escuchando. No he visto, no he oído el origen de todo. Sólo son sospechas. Se sospecha en el cálculo infinitesimal que hay un hueco libre, no buscado aún. Y el hueco permanece vacío, lleno de esperanza. En este preciso instante. Todo empezado esta mañana o hace miles de millones de años. Ahora me da pereza ver y escuchar. Hace tanto tiempo. ¿Por qué he de decir lo que ya conozco? Lo que tú aún no conoces. Rayitas de luz en los ojos. Sonidos en los oídos que vienen desde los pies y desde la tierra, y suben por mi, para dar vueltas sobre mi. Un día, o no se cuándo se descubrió el amor (cuándo fue eso no lo sé). Cuándo alguien sintió pena por alguien. Cuándo alguien en no se donde pudo tener un ligero presentimiento, como si fuera amor. En qué año medido en años. No importa. Ahora he contemplado las señales que viene n del otro lado de la montaña. Un resplandor que se apaga y que va h

QUEDA TODA LA NOCHE.

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Marona bajaba al gallinero y acorralaba a las pitas y les iba metiendo el dedo por el culo, la que tenía cerca membrana dura la dejaba en el cobertizo de losas de pizarra del gallinero, las otras iban para la cuadra a comerles tábanos dormidos a las vacas. Para la jineta ponía trozos de cuerda en los agujeros grandes del mallado. En las paredes de la cuadra retacaba con papeles de periódico las grietas para que no entrase la brisa fresca de la mañana. Luego se marchaba carretera adelante con las dos lecheras. Por allí, por atrás, quedaban los castaños llenos de erizos como un túnel que se iba cerrando. La noche se plegaba detrás por algún sortilegio extraño de las almas. Marona caminaba despacio, hinchado el vientre. Las piernas zampeando levemente curvas. Había santa compaña reuniéndose en los tejos de la iglesia. Velas prendidas y luciérnagas de luz verde moviéndose como ventisca. Campanas imperceptibles rozando desde lejos. Un eco de bronce desgastado. Las coruxas i

TÚ LO LLEVAS.

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Nunca he visto que los techos detengan los sonidos. Los techos vibran. Ni los gritos que has dado, cobijado, aturdido, bajo la sombra de la noche. Los que diste angustiado a pleno día perdido en un cruce de caminos. Todos. Incluido los tenues gritos. Han huido. En no se que atmósfera diluidos. Los gritos de dolor, de amor, todos los gritos. Todos. Y el grito que en otro tiempo hizo tu mundo más estrecho y obsesivo. Los gritos que te humillaron enfrentados a tu rostro. Imperantes y mojados de saliva. Han transcendido al cosmos, mucho más lejos que tú techo. No se han perdido. Son eternos. Están ahí. No hay marcas escondidas. Ni rastros. No hay nada. No erosionan. Están Ahí. Y si acaso aún te estremeces por aquel grito desolado que te dieron. Por aquel otro que te hizo dar la vuelta. Y aquel otro que fue como una herida inesperada. Entonces. Es que tú llamas al grito que recuerdas. Lo llamas, y te estremeces. El grito resuena en ti. Y se repite. En ese caso. El grito de los gri

PORMENORIZADAMENTE

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He de decir que el pronóstico fue más grave de lo esperado. Me había estado preparando para recibir un pronóstico así y mis expectativas se cumplieron con creces. Antes de recibir el pronóstico estaba obsesionado con el pronóstico. Cualquier acto que hacía en mi absoluta soledad, o cualquier diálogo sostenido con otra persona, aparentemente acompañado, pero en el fondo en la más absoluta soledad, estaba rodeado de mis elucubraciones sobre el pronóstico. Recuerdo que algunas veces por la noche sentía el llanto de un niño que lloraba con gritos que me parecían llegar desde todos los lugares. Por las noches también estaba Ella dada la vuelta, yo mirando sus espaldas como si estuviera ausente de mí viviendo su existencia en otro lado del mundo, y yo no podía ocultarme dentro de aquella penumbra, le seguía dando vueltas a mi pronóstico. Había instantes en que elucubraba en qué momento del trámite estaría mi pronostico, posado sobre cualquier mesa. Así transcurrieron cuatro semanas con aqu