ME HA PUESTO.
Era aquella parsimonia para limpiarse desde la sínfisis púbica hasta el transverso superficial del periné, sentada en el bidet, o con la ducha pasando una y otra vez su mano. Su vestíbulo y todo el peritoneo con aquel piquito de pelo en forma de triangulo esotérico, espiritual, con el vértice hacía abajo, marcando el camino. Era como un rito lavarse todas las incurvaciones , secárselo cuidadosamente, para ponerse luego unas gotitas de fragancia, que dejaba un profundo olor a sándalo. Otros perfumes que se ponía le daban a aquella desembocadura un toque de esencia de pétalos y peristilos, a flores de bach, extraordinariamente apetecible. Habíamos pasado junto a la marea, y un puntito rojo esmeralda al lado de las colinas que daban al puerto como una pequeña luciérnaga. El mar como un plomo quieto. Las barquitas extrañamente inmóviles, levemente reflejadas en el agua, como si se preparasen para una tempestad. Tu mano pequeñita casi imperceptible, y quizás algo de deseo, y lo