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ESPALDA.

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…he medido sus proporciones en todo lo que podría suceder lo que no ha sucedido lo que está sucediendo su espalda era débil y estricta como un producto seco cuanto más la besaba más me apetecía seguir besándola pensaba en todo lo que me apetecía cómo acercarla más a mi boca por si era la última vez y había calculado mal las medidas de su alma.

PARA EL DESENCANTO.

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Desde el mismo momento en que has vencido en la batalla empiezas a retroceder hacía  la derrota. Sin darte cuenta. Alguna vez hubo algo. De alguna manera. No sé en qué parte. Naces boca arriba o boca abajo para que te devore la vida. Debes mirar. Todo tiende a la decrepitud, en cualquier estado que lo observes: suponiendo todo objeto en equilibrio, aún hay dudas. Lo sólido, aún. Lo líquido, aún. Lo gaseoso en su trasiego de libertad, presuntuosa, evaporada. Lo bello, aún. En lo más extremo de lo que puedas imaginar nada se sostiene. Irrumpe lo inestable hasta  conseguir el estado nulo, y cualquier ciclo, cualquier ritmo, decae sobre si mismo. Debes mirar, no apurarte. En todo fenómeno observado de origen vertiginoso está el propósito de la lentitud. Las manos de tantas veces acogerte sobre su pecho, las sinuosas caricias, los mismos besos. Decaen sin el resplandor de su nacimiento, hasta diluirse. Y lo que era leve y grande y lleno de fantasía a la vez -en su extens

DIBUJADO SOBRE EL PAPO.

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Antón de Prelo descansaba durmiendo sobre un jergón de hojas de mazorcas de maíz. El día había sido duro. Al otro lado de una ancha pared de piedra estaba el ganado, llenándolo todo de un olor pesado a estiércol y a vahos de hierba fermentada. De fuera llegaba el canto del búho. Y por las contraventanas de roble semiabiertas, se filtraba nítidamente la luz lechosa de la luna llena. Por el suelo, entre virutas, desordenados, estaban: zuelas, gurbias, llegras, cepillos, escoplos, raquetas, hachas, clavos, y muchos tacos de goma; madreñas a medio hacer, troncos blancos y lisos de abedul, nogal y castaño. Sobre el banco, acuñada y ahumada, había una madreña terminada, untada de grasa de pelleja. Su casa estaba a unos metros del callejón de la iglesia. Desde su jergón se oteaban, parte del ábside. Y la única gárgola con forma de ser alado y misterioso, con cuerpo de dragón, que proyectaban su sombra – como si tuviera vida- a través del ventanuco, sobre una amplia pared de pie

COMO OLVIDADA.

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No sabía si era pronto. Ni aún ahora cuánto es más tarde. Ni cuánta distancia: más lejos aún, más cerca. De repente ningún nexo. Te abrazan contra algo. No sabes en qué lugar: más arriba, más abajo. Alguien dice: no importa. Es esa sensación de hace unos instantes, como olvidada.

HA SIDO MUY FUGAZ.

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Es muy simple. En  todo lo que puede girar dentro de si, está invisible la inercia y un primer impulso. Y dentro de lo natural lo leve puede ser el primer paso hacía lo trágico. Sentir ausencia es una consecuencia de lo que queda labrado sobre la piel, esperando imparable para crecer. De alguna forma he de decirte que  todo lo excelso de ti no es el lugar en que sonriente me aguardabas, ni un sabor, ni una mirada. No es tu descubrimiento en el sentido de cómo tocas, de cómo sientes. De ti, sólo recuerdo el más ambiguo de todos los gestos aportados, mis dedos girando entorno a tus labios. De alguna forma girando, con un trazado tembloroso e imperfecto. Cuando trasciendes en lo absoluto, siempre piensas: ...en como me liberabas. Y en qué  otro lugar nacía la duda. Mientras mi dedo te señalaba, y en otro continente nacía una esperanza, y millones de miedos en forma de brazos levantados. Al voltear el entorno de tu boca, se agitaba todo lo diminuto, para hacer girar lentamente los gozne

NE ME QUITTE PAS.

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...a mi no me gusta jugar a que estamos escondidos, pretendo  reconocerte, en lo más ínfimo que ocupa su espacio, llegar a ti a escondidas es una apariencia, no un resultado definitivo. Si eres cobijo, pretendo que me tapes. Si lo que ocurre es que das sombra, que me quites el dolor de lo que me quema. Abiertamente ya sabes que cojo en tu pecho, y que puedo temblar si no escondes tu mano. Cuando todo se quede quieto, déjame que me recoja  dentro de ti. Nada de ti me sobra. Nada de ti es ingrato. Tú cuerpo es un alimento íntegro, nada de ti me da preocupación ni asco. Sólo estando contigo me acojo al sentido de la existencia. Te pido permiso para que me quieras, yo te concedo un amplio margen, mis posesiones olvidadas: sentir ausencia mientras estoy boca arriba, tener miedo, pensar que he de morirme entre el más absoluto desprecio de los olvidados. Necesito que estés dispuesta a defender lo más nimio, que no nos separe ni el bien ni el mal, que te vengas conmigo a jugar juntos

ES UN PRESENTIMIENTO.

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La situación empeora con los teoremas. Los teoremas no explican el límite de la nitidez de la luz y la sombra. Esa sencilla singularidad de lo indefinido, lo inexplorable. Te llevo aquí, no puedo decirte en qué parte. Tu espalda descubierta debajo del contorno de mi mano, puedo asegurarlo. Hablar de piel es una osadía, no existe, sólo la sientes. Apretarse para que no quede el silencio, no existe, lo escuchas. Quitarnos el frío es lo bello. No decir nada, es lo absoluto, sólo el corazón con su ritmo de vida, y respirar y vivir. Lo imperfecto es lo inexplicable de por qué hay ojos que una vez se miran. Lo imperfecto de un primer abrazo, y la duda, y luego otro abrazo, y otra duda. Cuando abrazas con ánimo de amar todo se para. Estas en un borde, en un lado lo que obedeces, en el otro la singularidad de lo desconocido. Hoy la lluvia se equivoca. No hay ninguna sospecha. Estás aquí, no puedo decirte dónde. Es un presentimiento.

HUMILDE OLVIDO.

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De todo lo que puedas sujetar con las manos, con desesperación, en el hábito de llevarte, sólo una cosa se te olvidaría, coger tres panes para bendecir lo que has robado. De todo lo que ha estado a tu alcance y has observado con ojo de agrimensor, forzando tus brazos para recogerlo, sólo una cosa se te olvida, quién lo ha sembrado, después de oradar la tierra, quién ha muerto unas horas sobre la cosecha. Si hay que devorar una rata, tú tienes planes inmediatos. En el límite más extremo de las hambrunas, formarías un previo concepto, de cada una de sus partes, para llevarte la más preciada. Luego está el humilde olvido .

EL BAR LA PARADA.

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Aquel enanito -más pequeño  que los enanos-, a Pacita le gustaba. En el bar la Parada era la mofa, por lo tan enano, más pequeño que un enano, aún. Se abría la puerta despacio y aparecía Mencio, con sus piernecitas encorvadas, y sin mirada. Para ver su mirada debías agacharte, e incluso, así, no conseguías saber de qué color tenía los ojos hundidos sobre unos pómulos prominentes mezclados con una boca de labios muy  amplios. Al Ogro de Pacita le llamaban Ogro, mal encarado, como si oliese siempre de lado los perfumes sospechosos, con unas espaldas de acorazado, rapado estricto en su cabeza ovalada, y bíceps extraordinarios, muy tatuados de filigranas arabescas. De porte alto y amenazante. Te miraba a lo pit bull, y pedías de una sola vez un café sólo, sin confundirte. En Liliput ya sabéis, el doctor Lemuel era un Ogro, el monstruo de Tasmania. El bar la  parada un oasis en la general que atravesaba Blefescu. Cuando llegaba Mencio, Pacita salía de la barra porque ten

SOBRE EL AMOR.

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Adivinada  mi  primera tristeza he de marcharme de mi erróneo paraíso, como un huésped incorrecto. Pertenecemos a una  triste  especie que vive en fuga constante. No hay otra solución en tiempos de cólera que hacer poemas de amor, aunque las consecuencias de su erosión sea el roce de un cabello sobre la piedra. Hoy te hablo de distancias, en el sentido de lo inmediato, de cómo conseguirte. Sabes. La curva existe por un presagio de no creer que es lo más corto, pero si has de viajar sobre los cuerpos  la recta es un engaño. La recta no me permite experimentar el buscarte, está fuera de toda  estadística certeza, de en qué lugar habitas. No me importa por tanto, de qué forma  he de orientarme discurriendo con veloz lentitud, avanzando como una aparición. No sé ni cómo ni cuándo será el encuentro. Repaso cada detalle. Aprendo ceremonias. Y me sitúo arrodillado en el entorno  de tus pies para salir viajando por ti, sin especular cómo llegaré antes para alimentar mi deseo. Subir renqueante

PARA TI.

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Cómo podría conseguir que una posibilidad se convierta en realidad sabiendo que hay una sutil diferencia entre lo posible y lo probable. Sin  ninguna opción prevista para que ocurra un resultado. Todo lo lejano tiene que ver con la ausencia, el peso en el corazón, en la cabeza un teatro de guiñol, y siempre su cara. Ir diciendo: te quiero, te quiero. Y luego mirar y oler, contemplar lo abstracto, la silueta de los bordes, lo posible que ha quedado del ser que amas. Sabiendo que ningún  fenómeno real ha de cumplirse en ese instante sobre todos los objetos tocados por sus manos, sobre la piel que te  cubre que estuvo sobre su piel. O sobre el aire  sospechar brazos abiertos transformando  volutas imaginadas. Todo lo que sucede ahora bajo la luz ambigua es la posibilidad que esperas: detalladas apariencias, un hueco dentro de tus manos. Lo cierto es que en el gesto de un abrazo no hay probabilidad de suceso si uno de ellos está  ausente. Al menos no hay nada escrito sobre ello en

TE MIRA A LOS OJOS.

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Hay una parte de azar para que ocurra un suceso en toda inmovilidad. Son antiguas paradojas: Aquiles y la tortuga, el arco y la flecha, sin alcanzarse nunca, o recogiendo un impulso. Es muy cierto que antes de devorar digieres mentalmente. Y que la imperfección está decorando las esquinas donde hay algo expuesto. Pero no estoy de acuerdo que para regenerarse todo debe destruirse. He sabido que de lo inanimado procede lo animado. El insecto que debajo de tu zapato sobrevive, sale reptando en un gran desafío, y es una burla para la fortuna, o la semilla que explota para alejarse por un designio imposible. No es una casualidad que si algo se  muere, algo tiene que nacer. No es una casualidad que algo que está aquí esté en otro lado a la vez. No es una casualidad que un  hombre ya muere cuando olvida su nombre. No es una casualidad que  un ser humano nace cuando lo señalan. En el amor suceden  dos estados, cuando estás y te aprieto, cuando sobre mi queda tu mano, aunque ya