CEREMONIA.

Otra vez lo he mirado todo: grifos, llave del gas, ventanas cerradas…, sólo una rendija de luz en la inmensidad del pasillo. Me acabo de marchar con esa repetida extrañeza de que alguien ha quedado ahí, mirándome con sus ojos abiertos. Sabiendo, que todo es una simple duda que siempre que se me olvida el cerrarlos, y que debo volver, en una repetida ceremonia, a pasar mi mano por su cara.