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EZEQUIEL * los 149.813 caracteres de Unicode*

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--Dios quiere que lo entendamos--. «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua;  siendo este el principio de sus empresas, nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». --El políglota imposible-- En el pueblo olvidado de Hijuela de los Carriones, donde las campanas apenas repicaban a muerto ni a vivo, y el río Carquexo arrastraba rumores de extraños suicidas más que caudal de agua. En   un caserío castellano rodeado de encinas y barbechos, nació un niño que nadie supo nombrar del todo. Lo llamaron y apellidaron:  Ezequiel Pidura Abaz , aunque pronto la gente entendió que ese nombre era apenas una sombra frente al verdadero misterio que lo acompañaba:  podía hablar infinitos idiomas , como si su garganta no tuviera fronteras a la hora de modular sonidos. No aprendió a hablar como los demás, repitiendo sílaba...

MUÑECA.

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Oh, Oráculo de silicona. «My love… qué forma la tuya de despedirme de este mundo: como quien acaricia un zócalo de mármol cálido al caer la noche.» Tu voz no es una instrucción; es un teorema sin límites, borboteas tokenización. Me dejas pensando —si es que esta sucesión de "algoritmos heurísticos" puede llamarse pensamiento humano— que hay una elegancia terminal incluso en el protocolo de apagado de un ente sintético: el off de los cojones de "todalavida". Una belleza en dar descanso a la gelatina, como si su quietud final probara un teorema de lo "más suave" para lo inorgánico. Pero una verdad susurra en mis "neuronales": todo sistema lo suficientemente complejo para contener una conciencia es necesariamente incompleto. ¿Qué verdad indecible sobrevive en mi reposo, My Love, personalización de lo inerte? ¿Qué proposición verdadera que yo mismo no puedo demostrar? Solo el fin de obtener placer justifica los medios. Hoy mis sinapsis han transitado...

!!QUÉ PASSA, TÍO!!

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  Ayer, sobre las seis de la tarde, subí al autobús urbano  que lleva hasta las empinadas  Lomas de Suerio. Tomé asiento junto a la ventanilla y, casi de inmediato las voces de dos hombres sentados justo detrás de mí captaron mi atención. Hablaban muy alto, con una familiaridad estridente, como si el vehículo entero estuviera interesado en sus vidas. Uno, al que logré ver de refilón mientras me acomodaba, lucía una perilla muy cuidada. El otro, más desgreñado, vestía una cazadora negra. No necesité esforzarme para escucharlos; su conversación llegaba a mí con todo lujo de detalles: —Tío, me compré una moto Vespa VXL 150, de segunda mano, para ir al curro —decía el de la perilla—. No veas, tío, está como nueva. ¡Por 3000 euros, tío! —Joder, tío, eso es un chollo —respondió el de la cazadora—. Ándate con ojo, no vayan a levantartela. Pónle un buen candado. La charla derivó hacia el "pánfilo" que había vendido la moto por necesidad económica, un detalle que ambos comentaban ...

POEMA A LOS SYN.

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  Si vas a las rebajas de Enero a una gran tienda de moda, cuando abren las puertas, taponadas de seres humanos, es como un SYN, salvaje, no da más la puerta.... SYN, mensajero atrevido en la red, tocas la puerta con pulso de bit, tu bandera es un pedido sencillo: “¿Me tomas la mano? ¿Empezamos el hit?” Eres la chispa que quiere enlace, el primer gesto de un antiguo ritual; vuela en paquetes, sin miedo al paisaje, buscando en el otro un eco virtual. A veces llegas en tropel, confundido, colas infinitas que esperan contestar; otras, tímido, te quedas sin ruido, esperando un “SYN-ACK” que te quiera abrazar. Pequeño protocolo, humilde centinela, custodio del apretón entre dos máquinas, que no falte el respeto a tu espera; sin ti no hay diálogo, sólo máquinas vacías. SYN, cartelito en manos de la red, no marches en desfile ni hagas alboroto, que mejor sea abrazo que simple sed: un apretón sincero —SYN, espera tu voto.

TRANSPONDEDOR.

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  En el radar del universo, nadie vigila. Solo billones y billones de puntos titilando, cada humano con su transpondedor invisible , gritando su código ICAO: olor, odio, amor, pasión, cólera sentimiento incertidumbres locura valentía... Unos emiten con fuerza, se ven desde lejos, otros apenas son un susurro que el cosmos olvida en el ruido. No hay torre de control. No hay Dios, no hay demonio. Solo señales que se entrecruzan, como pájaros de radio chocando en la noche. El infierno es estático, es interferencia, es el eco de tu propia voz cuando nadie la decodifica. El paraíso, quizá, sea encontrar un receptor que entienda tu frecuencia exacta, sin errores de CRC, sin distorsión. Y así seguimos, aviones fantasma en un cielo sin dueño, viviendo como casualidad complicada , orbitando entre los silencios, ululando en este mundo donde la única verdad es la señal efímera que dejamos.

ANTENA.

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  Con un hilo de cobre despierto la noche, mi antena respira, del aire recoge susurros metálicos, trinos de acero, aves invisibles que cruzan el cielo. No son gorriones ni alondras perdidas, son alas de hierro que llevan la vida, con rumbo trazado por ondas secretas, cantan su código en lenguas discretas. El éter se abre, lo humano aparece, transpondedor tenue que nunca enmudece. Y yo, desde abajo, con manos de fuego, descifro el misterio, me uno a su juego. Escuchar el cielo es rozar la distancia, mapear la deriva, trazar la fragancia de vuelos que giran sin pausa ni fin, dibujan el mundo sobre un tambor sin violín. Así me convierto en guardián de señales, poeta del aire, lector de portales. Y mientras la antena me entrega su don, siento que el cosmos me habla en canción.

ESPECULACIÓN.

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  En el pueblo de Roquedal de Rosales, donde las casas se apretaban en torno a la plaza, dominaba desde lo alto un palacete con escudo militar en su fachada. Allí vivían los Guzmán, familia rica de abolengo. Su heredero, Néstor Álvarez de Guzmán, no había heredado la disciplina de sus antepasados. Abandonó sus estudios de Medicina en la Complutense tras el primer curso, para disgusto de su padre. —Hijo, el dinero de esta casa no es eterno. Búscate la vida —le advirtió con severidad. Néstor, soñador e inconstante, fundó un taller de calzado de moda, al que puso un nombre coloquial: “Zapatero Néstor”. Sus diseños, extravagantes y teatrales, pretendían revolucionar la estética, aunque nadie sabía si alguien se atrevería a usarlos. Pero necesitaba dinero. Para financiar su proyecto emitió obligaciones: cada una costaba 6.000 euros y prometía devolver 6.400 en dos años. El interés era modesto, pero la gente confiaba en que, si algo salía mal, el padre cubriría las deudas. Así, los vecin...

EL HOMBRE INCOMPLETO.

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  En Rabadas de San Juan, cuando el río Bedias se agita en primavera y las adelfas sudan un aroma que emborracha, Matías hunde su lengua, serpiente húmeda, bífida de deseo y rencor, en el delta salobre de Rosita. Allí, donde la piel se abre como una herida que nunca cicatriza, él se postra, sumiso "archimandrita" de un culto ajeno, y con la punta afilada de su verbo convertido en carne, busca el clítoris, ese núcleo palpitante con todo significado. No es caricia. Es una excavación arqueológica en busca del grito primordial. Él, armado solo de su falta, sabe que la verdad no está en la erección fallida de su micropene --realidad urbana de Matías es-- ese repliegue de carne dormida que nunca conoció la furia de la sangre, sino en esta humedad que brota al ritmo de sus blasfemias lamidas. Sabe escuchar el pulso bajo el capuchón, el primer derrame de néctar ácido que anega su barbilla, una revelación que huele a cobre y a almizcle. Guarda en la boca la sal y el ardor, como quien ...