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CUANDO NACISTE

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C uando naciste nada era extraño. Fue sorprendente, la carga del frío que arropó tú piel. La opresión del vapor que lloraba en los cristales. Cuando naciste había una cortina blanca encima de tus ojos. Un resplandor extraño que apenas descifrabas. Mientras salías del vientre de tú madre como una sobra. Medio escupido sobre unas manos temblorosas. Acurrucado e indefenso. Flotando en el vacío. La boca repentinamente abierta amenazando a las galaxias. Para comer a gritos el mundo que empezabas. Cuando naciste no había luna llena. Y el sol aún no existía sobre el marrón de la montaña. No había pan sobre la mesa, ni vino en la jarra del estante. Cuando naciste el hambre quería derrumbar a golpes tú puerta. Para devolverte hacía la nada.

PUERTO DEL PICO

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No sé por qué siempre vengo por aquí. Es una costumbre vieja de hace años, pasar por Ávila hacía Talavera de la Reina, y bajar las revueltas del puerto del Pico, viendo los empedrados de Gredos, y la calzada romana con sus angostas pendientes, mientras bajo despacio. Cuando está despejado se ve la amplia sierra. Los pueblos encalados al fondo que se van acercando. Hoy estoy descendiendo ensimismado, por el borde del petril, ajustando la raya central. Y voy pensando. Nada dispar de lo que ultimamente me obsesiona. Mi cabeza es una función teatral, pero el cielo está tan azul y es tan grande y tan lejano, que me apetece subirme a la grupa de las nubes. En estos instantes he llegado a la conclusión de que no tengo nada importante que hacer. Estoy llegando a la empinada curva del arroyo, -en el descenso es vertiginosa-. He pisado el acelerador a tope y he soltado el volante. Nadie me espera.

HAZME UN VERSO

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Hazme un verso para quitarme el hambre. Hazme otro para redimir mi angustia. Y otro para quitarme las penas de amor. Encuentra uno pequeñito para elevarme en el aire. Y uno en forma de mano que me arrastre como a un niño. Hazme un verso que me bese cuando esté triste. Y otro que me haga recordar mi infancia. Quiero uno que me quite el odio. Y otro que no me haga tan enamorado de ti. Y uno largo que siembre el camino para guiarme. Y uno corto que me enseñe el horizonte. Uno alto para sentir el viento. Uno profundo para ver los peces. Hazme un verso para no quitar la vida. Uno extraño que me explique mi locura. Uno débil para ser sensible. Uno fuerte para defenderte. Uno orgulloso para mantenerme vivo. Uno en forma de viento para que me acaricie. Uno eterno para poder ver a los que han muerto. Uno de caramelo para sentir tus labios. Uno infinito para ver a Dios, si existe.

EL BAR DE AGAPITO

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Como había escrito ayer precipitadamente. A eso de las 11 de la noche sentí un gran alboroto en la calle. En ese momento llegaba la policía, con escándalo de sirenas y luces. En la acera opuesta al restaurante , Comidas Agapito , había cantidad de gente, la mayoría vecinos de mi portal. Como no puede ser de otro modo, la curiosidad me hizo poner los zapatos y bajar las escaleras apresuradamente. Ni siquiera esperé al ascensor. Cuando llegué a la calle, vi con sorpresa a la mayoría de mis vecinos, muchos con bata de casa y zapatillas, apostados en el frente del bar. Yo pasé a engrosar la pequeña multitud de morbosos espectadores. Lo primero fue preguntar lo que había pasado, y así me contaron que la esposa de Agapito, llamada Anunciación, lo había encontrado en el frigorífico de viandas, haciendo el ñaca, ñaca, con la cocinera -contratada hacía cuatro meses, y por lo visto, también casada- Anunciación debía de tener sospechas del a ffair . Cuando entró en el bar- venía, según contaban,

MAL DE OJO

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Hakam, tenía todas las paranoias posibles. Descubrí su inquietud cuando le di por primera vez la mano. Intentó rehusarla disimuladamente; pero al verse sorprendido no tuvo más remedio que apretármela levemente. -Sentí entonces su frialdad y una blandura de forma gelatinosa- Y observé  su repentino acaloramiento para buscar   el baño, en un vana intención (supuse) de poder lavar su mano.  Después de varios encuentros comprendí que su otra “noia ”, era la del mal de ojo. Si cariñosamente le ponías la palma en la espalda en un gesto amistoso, el se desvivía en devolverte el tocamiento espiritual, con un disimulado intento por tocarte también a ti. Era así su compulsividad. -El mal de ojo debía quedar en el otro.  En mi andadura profesional lo he llamado “Síndrome del enguello”, o poder paranormal de transmitir el mal.   Ahora mismo,- como os cuento- , Hakam y yo, llevamos dadas cuatro vueltas a la manzana de la calle de Begoña. El me toca y yo lo toco. No podemos parar. Nos siguen

AUTOBÚS

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Ahora mismo no percibo cual es mi realidad. Estoy sentado con una bolsa de viaje sobre mis rodillas. Mi cuerpo se mueve con la inercia del autobús que sale de una estación. Pero no sé a donde voy.

CINE

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Pudo haber sido un jueves de semana santa de hace unos cuarenta años. Podían estar echando, -en Eastmancolor, Technicolor, o Metrocolor-, las películas obligatorias del régimen: Los Diez Mandamientos, Ben-Hur, Cleopatra, La Biblia . O alguna edulcorada como Simbad y la Princesa, La Noche de los Muertos Vivientes, Mary Poppins, Desayuno con Diamantes . El título no me importaba mucho. Siempre entraba al cine Goya, con la película empezada. Al entrar desde la calle, los ojos tardaban en adaptarse a la semioscuridad de la pantalla. El acomodador encendía ligeramente una linterna que tapaba con los dedos, era como si adivinase a donde ibas. Caminaba presuroso, por el pasillo lateral del patio de butacas, y me dirigía a la oscuridad plena de las últimas filas que quedaban protegidas por el saliente del anfiteatro. Oteabas el ambiente, apenas adivinabas las siluetas de cuatro o cinco mujeres. -por lo general, distribuidas simétricamente-. Si había alguna libre te sentabas a su lado. Si est

AROMATERAPIA

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Esta noche me dejaron aquí. Recuerdo que la cama estaba helada, y que sentí el mismo miedo de todas las noches. No recuerdo cuando he muerto para los vivos, ni cuanto tiempo llevo adoptando esta postura de acurrucado. Una vez al día me estiran, me dan dos vueltas o tres, mientras siento el agua fría sobre mi cuerpo, y percibo el olor de los ungüentos. Nada que objetar a esto. Te sientes inanimado. Ningún recuerdo. Ninguna sensación táctil. Ninguna señal que te indique que formas parte de algo. Sólo miro, oigo y huelo. De estos tres sentidos del que más disfruto es el de la vista. Me ubica. Es mi secuencia del tiempo- día, noche y día- Después de embalarme para la noche. Los siento en la otra cama. Jadean. Parece una pequeña pelea. Aparentemente se aman. A ella la disculpo por la soledad que implica mi vegetación. Después de amarse. Ella se desliza en mi cama. Se escurre, y me da a oler su parte más intima. -Yo se lo agradezco con una leve sonrisa-

RSS

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He activado varios RSS, alimentando mi página Web. La pobre estaba un poco triste, con poco color y muchas ausencias. No tenía vida. Digamos que estaba deshinchada. Desde hace unas horas está más contenta. Se pueden ver públicamente muchas cosas de mí. Se accede directamente al sonido de mi corazón, puedes palpar su ritmo, la clase de latido, incluidas variadas extrasístoles, y ritmos sinuales descontrolados. Por otro lado también es visible mi estado de ánimo, los biorritmos en pulsos de gráfica con secuencias cada 28 segundos. Es accesible mi temperatura corporal, con variabilidad cada hora, en gráfico a dos ejes. Se puede saber mi desplazamiento vía GPS, con una exactitud admirable. He puesto en la habitación pequeña una web-cam, visionando un sofá. Cada 23 horas me podréis ver leyendo, o viendo la televisión. Este es mi gran hermano particular. Mi próxima implementación es poder transmitir los estados de mi alma. Un poco más complejo quizás. Pero a mi no se me resiste ningún RS

ARMARIO

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Ayer a las tres de la tarde me volví a meter en el armario. Como están las cosas, tiene muchos beneficios fiscales de contribución, dado que la superficie ocupada es menor. También tiene menos porcentaje de comunidad. El gato escogió el anaquel superior, y yo la parte de abajo. Llevo varias horas viviendo. Al principio no me acomodaba bien. Ya eran tres años viviendo fuera, y ya se sabe, la amplitud tiene sus comodidades. Ayer cené una tortilla de bonito, y el olor era algo cargado. Abrí ligeramente la puerta y se disipó rápidamente. Hoy saldré a comprar comida para todo el fin de semana, dicen que habrá vendaval. Voy a asegurar los geranios que tengo en el balcón. Vivir en el armario no es tan malo, si se lleva con imaginación. Un beso para todos.

PABLITO

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Dicen los profundos conocedores de Homero, –poeta y rapsoda griego, del siglo VIII, antes de Cristo-, que cuando quería inspirarse, atravesaba el gineceo, y lentamente se agachaba en el jardín, absorto, observado por las mujeres, esperando una leve luz de los dioses. Así estaba agachado, hasta que le renacía la inspiración. Y dicen, que después de limpiarse con una hoja de parra, se levantaba, llevando en las manos doce versos de la Iliada. Que malo tenía eso. ¿Acaso la Iliada nos ha olido mal? La mayoría de los poetas han forjado sus poemas en instantes parecidos, ausentes, con la mirada perdida mientras el esfuerzo muscular regula los esfínteres, plasmando la rubrica enroscada sobre el ballico. ¿Y acaso, los poemas de nuestros poetas preferidos nos huelen mal? Dejemos a un lado que los poetas, en general, son una morralla evanescente, creídos, neuróticos, raros, insoportables, siempre esperando que les pasen la mano. Incluso los que fueron asesinados se cagaron de miedo al final de

"LOS RUTIOS"

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Ayer por la tarde, de la que venía de trabajar, pasé por mi vídeo club y saqué dos títulos muy sugerentes: La sinfonía del placer, y la Almeja rosa. Luego me metí en el súper y compré seis de palomitas, una de orejones, ocho botes de cerveza, - por si se me acababa la logística de la nevera- En el quiosco arramplé con dos de barritas de siete cereales, una de fresas pica pica, una de jumbos, y dos de tortitas de regaliz. En el Burger me compré dos dobles con beicon y queso, tres churrusquitos, una de aros de cebolla, y cuatro de papas; y lo que más me gusta, dos de tarta de chocolate, y mucha munición de mostaza y tomate. Cuando llegué a casa con el cargamento ya eran las 8 de la tarde. No hice muchos prolegómenos, prendí el video, metí la de la Almeja rosa, -era la más sugerente- y empecé a zamparme todas las viandas. La cosa es que a eso de las tres de la mañana, me desperté en el sofá con muy mal sabor de boca. Me subí los pegajosos calzoncillos, y a trompicones me tiré encima