FRAILE
Habíamos ido a buscar aquel fraile al coche de línea a la parada del Xeixo. Cuando se bajó ya cantábamos canciones enseñadas por los maestros en largas tardes de invierno. Lo vi descender con su capucha en la espalda y aquella barba blanca, la cara huesuda de grandes pómulos y tez morena. Hicimos dos filas los niños a un lado, las niñas al otro. Don Anacleto -el cura- Sarandeses -el maestro- y el Fraile en el medio. Así caminamos primero por el tramo asfaltado de la carretera, y luego por la rampa pastosa y marrón recién mojada por la lluvia. Cuando pasamos por la casa del Zapatero, olía a mimosas, por la casa del Malio olía a pan recién sacado del horno, en la casa de Mayorazo olía el estiércol cargado en un carro, en la casa del Pico olía a hierba seca, y por todos los sitios que pasaba la comitiva espantábamos a los tordos que habían salido a beber el agua recién caída sobre huertas, losas y empedrados. Cuando llegamos a la iglesia olía a incienso, repleta de gente, y en silencio