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PUPILAS

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En mil ochocientos noventa, la duda de los doctores era comprobar personalmente lo que hubiera de cierto en la resistencia y sensibilidad de la conciencia de las cabezas de los guillotinados. El doctor Norman y su ayudante Parker tenían dudas razonables de cuanto duraba aquella capacidad de percepción en las cabezas truncadas. Fue en la ejecución colectiva de mil ochocientos noventa y dos en la que consiguieron autorización para examinar las cabezas de los veinte guillotinados aquella mañana de julio calurosa con un extraño sopor circulado por cientos de moscas. Se colocaron debajo del cadalso y las cabezas les eran pasadas a medida que iban cayendo. Allí debajo de la trampilla, por entre las claridades que dejaban las tablas de madera, observaban aquel espectáculo dantesco lleno de horror y sufrimiento. Así preparado, las cabezas caían en sus manos todavía calientes, todas con abundantes rastros de sangre sobre la cara y la barbilla. Las cogían por el pelo, las levantaban apresuradame

OÍDOS

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El veinte de abril de hace dos años (lo tengo apuntado) fue cuando empecé a sentir aquella música en mis oídos. Los especialistas me decían que no era música, que era una especie de tono bajo como si alguien cortase con una sierra mecánica un trozo de madera. Así me lo querían describir. Pero no era eso. Repetidamente sonaban en mis oídos, rotándose en el tiempo de forma continuada la: sonata para piano n.º 8 en do menor, primer y segundo movimiento; sonata para piano n.º 14 en do menor, primer movimiento; sonata para piano n.º 32 en do menor, primer movimiento ( Quiero decir que todo fue inventado por Ludwig van Beethoven, por si no lo habíais cazado). También alternaron otras veces la obertura de Romeo y Julieta de Piotr Ilich Chaikovski. El caso es que ese fue el inicio de mi desventura, para los galenos eran sonidos de simples sierras mecánicas, pero yo, a cada paso que daba sólo escuchaba celestiales ensoñaciones de piano. La cosa empeoró con lo de las voces. Cuando dije que oía i

SUCESIVAMENTE.

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a mi me han dicho que la eternidad es una fuerza que todo lo hace más grande sin ningún final premeditado que algún día tendrá que volver a morir para volver a nacer creo en todo eso no puedo creer en otra cosa porque me da angustia no ser eterno y ya no cuento los latidos de mi corazón porque estaré en otro corazón latiendo así sucesivamente todo esto me lo han dicho en un atardecer cuando era casi niño volviendo de ver marcharse a un hombre bueno por los siglos de los siglos a otro sufrimiento o a otro resplandor me lo explicaron poniendo dos dedos así casi tocándose eso era lo pequeño luego abriendo los brazos como abrazando eso era lo grande luego para que no llorase me dijeron que todos estamos en todo lo aparente tan solos y angustiados así sucesivamente

FARMACIA.

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Comprar condones en la época de Paco era un suplicio. Las farmacias formaban parte del poder fáctico, tanto como los militares, las eléctricas o los del Opus Dei. Las farmacéuticas habitualmente eran mujeres mayores con la cara muy pálida y los labios pintados de rojo, con un quimono blanco inmaculado. Las farmacias de la época de Paco solían tener al Caudillo (Don Paco) colgado sobre el anaquel, por encima de los medicamentos. Y olían muy intensamente a penicilina, o a preparados contra la calvicie que salía de la trastiendas. Cerraban todas puntualmente a las ocho de la tarde, y si tenías una necesidad urgente ibas al quinto pino a buscar la de guardia oteando la crucecita roja y la serpiente. Pues bien. Yo una vez entré a comprar condones en los años sesenta , a una de la avenida del Cid Campeador en Burgos, con cara de pardillo; muy atorado porque delante de mi y detrás de mi había respetables señores y señoras; y cuando llegué al mostrador estaba la ayudanta de la farmacéutica y l

ARRAYANES.

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Pues estaba allí tempranito, sólo, endomingado, esperando en el parque del Ambulatorio. Les tiraba gusanitos a las palomas, y daban vueltas con las alas bajas picoteando. Me apoyaba con las dos manos sobre el nudo del bastón de roble, debajo del fresno, detrás de los arrayanes que hacen algo de laberinto, y sólo se ven pasar las cabezas de la gente por afuera, como un guiñol. A mis años recibo el sol de marzo con agrado, y medio me “adormito”. Vi a la rumana que asomaba la cabeza por encima del borde del arrayán, luego llegó y se sentó a mi lado. No sé que farfulló, no la entendía, pero se me arrimó mucho, olía a tabaco. Su cuerpo estaba caliente porque era gorda con la cara plana y enrojecida. Algo dijo. Luego me posó su mano derecha en las rodillas. Al poco rato la acercó más, comenzando a acariciarme. Me dio aquella cosa de respigos cuando me bajo la bragueta, estuvo dándole vueltas un buen rato con los dedos, muy disimuladamente (era algo basta en los toques). Y se me puso “atrempa

BIOGRAFIA

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casi todo el mundo tiene biografía vas al buscador universal pones cualquier nombre de los que escuchas el algoritmo se pone a escrutar y allí está fulano de tal o mengano nació en no se donde y escribe versos o hace novelas policíacas o ensayos sobre los colores luego pone cuantos eucaliptos han talado sus últimas ediciones otro que se llama zutano de tal escribe cosas de la vida digo esto porque yo quiero ser alguien cueste lo que cueste hasta ahora he trasformado serpientes de acero he triturado piedra he contado ladrillos he puesto cables de telégrafo para colgar la ropa y he contado bites con los dedos apareándolos dos a dos para que no estuviesen solos pero soy auténtico quiero poner mi nombre fulano zutano mangano y que esté allí nació el día tal y tal y parecía gilipollas pero espabiló y escribió un poema en forma de algodón que bajó de los cielos como la cagada de una paloma

LOCURA

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últimamente me devoro a mi mismo es esa sensación de llevar la lengua de bufanda de saborear la luna o quemarse con el sol cuando lo limpio otras veces parece que mis brazos me dan vueltas y como la fruta de los árboles y apago las bombillas siempre con esa sensación y mal sabor de boca otras mi piel es una toalla que llevo como un jersey sobre la espalda para rozarme en los autobuses cuando frenan comerme a mi mismo viene de viejo primero los dedos de los pies al final la propia boca para ser invisible arrastrándome con el aire y es que estoy loco llevo de loco mucho tiempo lo digo en este segundo de lucidez que reflexiono contar todas mis locuras seria muy largo llegar a ser loco lleva su tiempo

DE PIE.

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Algunas veces cuando a eso del amanecer me levanto de la cama, me empiezan a venir los pensamientos, y pienso que lo llevo haciendo así, con el mismo rito, desde hace años. Y pienso que quizás no hay otra forma diferente de hacerlo; y pienso, muchas veces, que no hay otra forma de pensar diferente. Cuando lo hago, me refiero a lo estrictamente terrenal; decirme a mi mismo: ¡joder!, otra vez vivo. Al levantarme, algunas veces, antes de posar mis pies desnudos lentamente, me imagino que debajo no hay nada, no existe la alfombra, ni el parquet; y, circunstancialmente, no existe el lugar en el que debo sustentarme: sólo un vortice en espiral que da vueltas y vueltas. Me han dicho que esas sensaciones son de tránsito hacía el abismo. Lo he consultado con especialistas de la mente (del cuerpo, para qué), y han meneado hacía los lados sus cabezas reflexivas; lo que me ha dado pie (valga la redundancia) a empezar a preocuparme. Desde hace unos días he considerado esta sensación como enfermiza,

FIESTAS.

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Soltaron a los solteros y a los casados bajo un sol de justicia, a eso de las seis de la tarde, en el campo de futbol de Ardura para las fiestas de Santa Verónica. Pusieron las atracciones en el campo de la iglesia, por la parte de atrás, en la explanada de los madereros, que estaba vacía. Los casados se emplearon a fondo, entre mucho polvo. A la Verónica la habían sacado por la mañana, con gran recogimiento y toque de campanas. Los voladores los iban tirando desde un carro, Prisciano, el hijo de la Justa, y Cosme el hijo de la Rabuca. Los solteros dieron muchas patadas en las espinillas. La virgen iba con manto nuevo que había bordado la viuda de Don Nazario, el de la Ferretería. En la plaza del pueblo pusieron la jaula de madera con la vaquilla. Estaba escuálida. Yo le vi los ojos al pasar y daba pena el mirarlos. A las diez de la noche la soltaron, la azuzaron, la torturaron, y a las doce la volvieron a meter en la jaula para el día siguiente. Yo no quise volver a pasar por allí, pa

LA ROJA.

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La enciclopedia de las calamidades humanas describía semejante clase de suplicio, típico al parecer de las regiones y pueblos orientales, estuvo muy en boga especialmente entre los turcos. Los reos, desnudos y ensartados en palos muy robustos y primorosamente afilados, cuyas puntas sobresalían a través de sus espaldas, hombros o boca, permanecían agonizando largo tiempo, expuestos delante de las fortalezas o castillos señoriales, para que semejante final sirviera de señal ejemplificadota o aterrorizante a todos los demás. Y aún así, mi alma que ha salido de mi cuerpo, ha extraído de los anales de las historias antiguas descripciones figuradas de torturas sublimes al lado de pendones, y banderas coronadas. Mi alma, se dispone hoy a verme, delante de mi Full HD", 60 pulgadas (152 cm) 16/9, 100Hz, TDT HD, expuesta a los terrores inmediatos, empalado sobre mi sofá cama, amplio de cerveza en mi nevera, con dos empanadas de bonito, y tres de carne. Estaré aquí, ligero de ropa, desde la

CARONS.

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Quizás esa fragancia que deja en la escalera sea de un Carons Poivire. No es descriptible el olor que desprende, no sé que semejanza floral adoptar; pero esa esencia que impregna mi entorno, me revive y hace descubrir en mi nuevas sensaciones, que me impulsan a devorar su efluvio , a acosar su espacio con instinto animal. Cada vez me recreo más, y considero que el volumen vital que ocupa es parte de mi vida. La parte más repugnante de su cuerpo podría ser un excitante alimento para mí. Ayer acabé de construir el Introescopio, he calculado su cánula y el foco luminoso, el cable trasmisor, y el módulo receptor. La longitud total a la que puede llegar es de seis metros, desde el conducto común del aire acondicionado, que bordea la estructura intermedia del edificio al nivel de nuestra planta. He hecho cuatro intentos con resultado desigual; en principio sólo he obtenido por el visor óptico leves sombras, entre claridades rojizas que me indican que en el trayecto no ha encontrado ninguna s

LAS ESTRELLAS QUE AÚN NO HABÍAN SALIDO.

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Descuelgo el teléfono de la mesita y era la de Vodafon: “Sr. Cosme Luiña, tenemos una oferta de tarifa plana, y no sé cuantos canales de televisión”, y esto todo que os cuento, a eso de las nueve de la noche, y la parienta al lado, y esto fueron siete días seguidos a eso de las nueve de la de la noche, o tarde, que en el verano, vete tú a saber, y era la de Vodafon u otra operadora , siempre con esa voz suave con cierto deje que no era español, sudamericano, colombiano, podrías ser, y la parienta al lado, que casi se oía: “Sr. Cosme con que operadora está usted”, y la parienta a eso de las nueve de la noche, todos los días mientras veíamos algo salvaje en la tele, con la luz de la mesita en penumbra, la ventana abierta de par en par por donde entraba todavía claridad de un día muy largo, por donde entraba el calor de esa forma tan vaporosa, y allí estábamos “esponzorrados” en la cama matrimonial, con mucha humedad sobre la piel, yo con unos calzoncillos floridos y ella con apenas una b