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CANCIÓN SIN MÚSICA.

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No quiero tú asqueroso cuerpo, deseo tú alma. Se la he ofrecido al mismo Belcebú. Te lo dije, si abres las puertas del cielo hay una escalinata, cientos de vírgenes haciéndose dedos. La Sagrada Concepción chupándosela al cuerno de la luna. -Cristo lleva una mochila de explosivos- Te lo dije, deseo tú alma. Se la he ofrecido al mismo Belcebú. Ya no escaparás de mí, ya nunca más, en mi está tú fin. No quiero tú asqueroso cuerpo, dame tú alma. Se la he ofrecido al mismo Belcebú. Ya no hay más poemas de amor escritos en la tapa de un libro. Ya no habrá más amor, ni más sexo insatisfecho. He ofrecido tú alma al mismo Belcebú. Allí, donde mora el rey de las tinieblas se hizo el espacio. Allí, donde el rey de las tinieblas se abanica se hizo el tiempo. Allí, donde el rey de las tinieblas reposa se inventó tú muerte. No des más caricias, prepárate. He ofrecido tú alma al mismo Belcebú. Será tú cuerpo envejecido en una grieta, en los instantes de un hueco inexistente, en el filo de un cuchillo,

SOPALISTA.

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Estaba hasta los cojones de: El Caldo de Pollo, El Caldo de Pescado, El Caldo de Carne, El Caldo de Cocido, El Caldo de Escudilla, El Caldo de Jamón Ibérico, El Caldo de Verduras, El Caldo de Pollo bajo en sal, El Caldo Suave. Y se lo dije: Mira, Zulema, te voy a dar una hostia y luego te voy a partir el coño a pollazos. En el garaje me dicen que huelo a pluma. La taza humeaba hacía la lámpara de neón, había una arañita haciendo sus cosas, y tres mosquitos esperando a que nos durmiéramos. La tele estaba en la esquina hablando de Fukushima, - de japos con dos cabezas- y que el Zorro del Desierto había vuelto sobre las arenas de Libia, y no había amor. Solo caldo de gallina. A mi lo de la violencia de género no me gusta, no es el método. Mejor matarlas follando –tiene atenuantes si no eres muy hijo de puta-. Pero Zulema me quería tanto que siempre me daba caliente. A la gallina blanca le echan excitantes y conservantes que empiezan por E. Y me ponía lelo. Aquella noche sentí un fulgo

POSDATA.

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Si me la vas a meter por el culo, maricón de mierda, házmelo con suavidad. Ando deprimido, no quiero que me saques las bolas de los ojos. Yo podría metérsela a ella, tú me la metes a mí, y vamos a gatas a tomarnos un café a la Botica. Cogemos el autobús los tres, no se nota. Qué guarradas, tío. Meternos la mierda más hacía dentro, hasta la garganta, y luego comer croquetas de jamón. A mi me gustan más las ramitas de laurel antes de Semana Santa, huelen a esencias indescriptibles. Y los santos tapados de negro. Las salas de espera de los hospitales llenas de pelos por el suelo me dan nauseas. Y los hombres sin bazo. Las monjas con la regla. Los aviones llenos de pederastas. Las plazas de abastos con pescado de hace dos meses. Sabes, luego estaba ella, la que iba delante, una vulgar tortillera, no sacaba placer de nada. Aún le gustaban los azucarcillos con el café y el chocolatito en el plato. Se ponía unas cartucheras con unos mangos de varias medidas, metía debajo de la cama un tocadi

NUNCA DESNUDA, NUNCA.

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Yo a mi madre desnuda nunca la vi, de niño le veía los brazos, y sus largas piernas, y de cerca el cuello que abrazaba. Le veía un mandil hasta los tobillos, y unas zapatillas de goma, con un borde blanco por donde se metía unos calcetines muy gordos. Los caballos en el bosque andaban desnudos, los machos con su garrote entre las piernas, pensando, las mariposas iban desnudas, las terneras que no se tenían de pie, las culebras dejaban la piel para estar desnudas. Estaban desnudas las sombras de las personas, el cielo desnudo, las casas desnudas, y el pan de trigo se quedaba abierto en dos partes desnudas. La miel dentro de un cántaro vestida sólo de miel desnuda. Pero a mi madre nunca la vi desnuda, nunca desnuda, nunca. Yo de aquello recuerdo a los muertos vestidos, las palomas que salían de la boca de los muertos. Los escupitajos de vino tinto, las mujeres con niños cargados de leche hasta los ojos. Las tetas apretadas por manos diminutas en las cantinas. Y los olores de los árboles

ESTO QUE OS CUENTO YA NO EXISTE.

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En mi casa tengo muchas cosas, en mi habitación tengo muchas cosas, en mi baño no tengo muchas cosas pero está pintado de blanco. Tengo anaqueles con libros, y el sitio que queda en los estantes fui colocando muchas cosas: conchitas del mar, piedrecitas gastadas por el agua en forma de huevo, fotos, y muchas más cosas. Cuando cojo una cosa la miro y pienso por qué la puse allí, y cuando la puse, y si me trae algún recuerdo. Algunas veces quito el polvo de debajo de las cosas y hay una marca indeleble que ha dejado la cosa que estaba allí desde no sé cuánto tiempo atrás y que tiene la forma geométrica de la cosa. El espejo que tengo en el baño me lleva mirando hace muchos años, no podría decir cuántos. Y las paredes que nunca se volvieron a pintar desde que habito aquí tienen sombras y grietas que van en zigzag por detrás de los muebles. Cuando se forman las grietas dicen que las casas se mueven pero en realidad nunca me he enterado hacía dónde se movía mi casa. Tú ya no estás aquí conm

CAMINO ABAJO POR EL PENSAMIENTO.

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Una vez estuve escondido porque tenía miedo, pero no había nadie a quien tener miedo. Sucedía que era un espacio tan pequeño, incluso más pequeño que lo más pequeño que te puedas imaginar, para un hombre o para una mujer. Estar así es imprescindible para tener miedo. Objetivamente debes estar así para tener miedo. Otra vez alguien me dio un beso no sé quien fue ni a que hora. No recuerdo muy bien cual es mi nombre, incluso, si tengo que llamarme de alguna forma. Hoy está siendo un día excelente. Me levanté por la mañana y me encontré contigo cuando ibas camino abajo por el pensamiento. Tenías los ojos ligeramente pintados de azul como el domingo. Desayuné contigo, contigo me limpie los dientes, contigo me tiré la ropa encima. Y hubo un instante en que me atusaste el pelo, me ocurre cuando la imaginación es plena, al cerrar los ojos, como esperando que alguien llegue a coger mi mano. Me dije: Llegado el caso no sé de qué disfrazarme, no sé que piel de la semana ponerme. Quizás opte po

LOS MARES DEL SUR.

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Yo no deseo un todoterreno de gran potencia para subir a las montañas, y oradar caminos baldíos y hojas de abedul. Ni un coche de gran cilindrada para andar por la ciudad y aparcarlo en los solares de de las grandes verbenas. Saraos flamencos, grandes pocilgas ilustres. Politiqueos de mierda. O en asociaciones de garañones de puticlub. Quien más o quien menos todos somos algo hijos de puta. A mi lo que me gusta es leer la sombra de las muchachas en flor y hacerme una buena paja sobre las tapas del libro. Me jode que afeiten a los toros, y me entra mucho gusto, cuando por un casual, el cuerno va por el culo del torero, incipiente duodeno arrriba, hasta la misma vena del derecho y del izquierdo, que se joda. Yo no quiero limpiar un coche así con mi lengua y decirle a mi mujer que le pase el cepillo de la cocina. O una casa de dos plantas con bajo cubierta, y ventanales enrejados, y alarmas que saltan con el canto de los jilgueros. Y una parcelita para plantar enredaderas y un anexo pa

SOBRE MIS ENCÍAS.

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Comerme tú boca es como masticar bolas de sacarina. Cuando me pones los calcetines y me besas me sabes a pan blanco. Una vez tirabas hojas secas de geranio, y al estrellarse en la calle retumbaba a más de ochenta decibelios, y era que tú me limpiabas el culo, y aguantabas mis pedos. Los calcetines me los pones con mi pierna entre tus piernas, como a un niño que va para la escuela; y aún recuerdo cuando comíamos macarrones con tomate, y los geranios de la terraza tenían flores blancas, y las gaviotas volaban como efes dieciséis. Cuando me pones los calcetines estas vistiendo el cielo con nubes de colores. Cuando me cierras la camisa me cubres el alma, me tapas del frío. Cuando me cantas la pena mora y me pones una pernera y la otra pernera, y me tapas la piltrafa de mis huevos, es como si pusieras un celofán azul sobre el pico Aneto. Cuando me lavas los ojos, quitas una gorra de niebla de la AP6, Cuando me pones a cagar eres de los de Grenpeace. Cuando me limpias el culo estas dragando