REZA ALGO, POR DIOS.
En la calle unos niños están jugando. Cuentan desde diez hacía atrás. Pienso que cuando lleguen a cero, no sé que pasará. Me escondo. Así que todos estamos a merced de este puñado de imberbes. Tanta dialéctica para acabar pendientes de un conteo negativo. No soporto no saber, no saber, no soporto no adivinar, no soporto no saber, que bragas tienes puestas ahora, cómo te marcan, no soporto no saber cómo son tus bragas, no soporto no saber que bragas te pondrás cuando lo vayas a ver a él. Hija de la gran puta. Un día se me abrió de piernas. Todo aquello era para mí. Los niños, recuerdo, empezaron desde ocho millones abundantes hacía abajo, y yo me quité la dentadura, las dos, la de arriba y la de abajo. Le comí el coño, sólo lengua y encías mucho más suave que el culito de un bebé. Se retorcía. Me decía, hay Chusquito, me haces volar. Yo para ciertas cosas llevo el ritmo del bolero de Ravel (tararealo), así, a ese son, se lo hacía a ella con mi boca. Los niños contaban y contaban, hacía