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LAVANDEIRA.

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Un pájaro perdido no sabe donde está su nido. El silencio y la soledad del bosque te acogen. No llevas tu alma. Cuando mirabas el río Andunin desde la vuelta de Anxo, a eso de las ocho de la tarde del mes de junio, y el sol ya estaba acabando, lo veías tranquilo, lleno de ondas suaves con un color extrañamente rosado por la luz reflejada que le entraba de costado. Y cuando te ibas acercando y los robledales, y los rodales de castaños, se abrían para dejar verlo, los tonos cambiaban a otros colores entre plateado y azul, que iba quedándose totalmente claro, según de que lado lo mirases. Así lo veía yo cuando me senté unos instantes entre el monte bajo de brezo de color púrpra florido, resguardado por un grupo abedules cortos. Tenía las varas de avellano guardadas a pocos metros entre unos arbustos de espinera. Encendí un cigarro y me quedé mirando la hondonada del Xeixo, y como las golondrinas hacían zigzags vertiginosos a dos palmos del agua. Un poco más abajo el río se metía haci

REGALO DE LA CASA PARA EL VIERNES.

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No es bueno ir a los lugares donde habitan los hombres que no tienen dientes. Una bala se ha detenido. Desesperadamente silbaba buscando la muerte perfecta. Era un día barnizado, casi elegante, rocío vespertino, y todos los colores que debes ver cuando agonizas. Céspedes carcomidos de las afueras donde la ciudad se acaba con árboles endebles que nunca quisieron crecer. Aquella mañana me habías abrazado. Llevaba como flores en mi cuello, y el olor de tus brazos, y quizás era feliz porque no tenía otro recuerdo. Estuve andando con mi cámara de un lado a otro. Me subí a un autobús y noté en los ojos del conductor que no querían ir allí. Y los que se subían parecía que ya estaban muertos, con aquellos gestos obligados por un mínimo esfuerzo para vencer la inercia al sentarse detrás de un cristal que los reflejaba cuando había penumbras. En las ciudades hay paisajes que son lunares. La mano de Dios nunca ha pasado para indicar los placeres de este mundo. Mucho antes el autobús se h

BAILE.

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Un perro escuálido mira a un lado y al otro antes de cruzar la carretera. Es de una lentitud veloz el polvo dando vueltas. Alguien abrió una puerta y la luz destruyó una sombra espesa. Nada es tan triste como un acordeón que suena solitario en el atardecer. Te sientes más sólo. Era tan bella que resultaba empalagosa. Así que no la saqué a bailar. Saqué a una que se llamaba Cristina, delgadísima, y la apreté contra mi. No daba mucho calor, y si la apretabas mucho era como si crujiese. Le dije, mira, aunque fuese…, necesitaba comerte el coño. Comer un coño así es como una ruleta rusa, no sabes lo que te vas a encontrar. Echaba un pestazo increíble. Me dijo, esto es lo que tengo, hazme lo que quieras con tu boca, pero metérmela ni se te ocurra. La arrimé a la tapia del cementerio. Bajaban alimoches haciendo vaivenes, jugaban entre sí a que eran pájaros. Cuando metí la cabeza bajo su falda aún era de día. Le comí todo el coño hasta dejárselo limpio. Me dije, ya está bien de tanta porq

VECINOS.

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CUARTO-A : Creo que mi vecino esconde algún secreto. Son tres de familia, y han venido a vivir al tercero hace como unos tres años. -por mayo, creo, del 2009-. Lo vengo observando desde hace ocho meses. Sus salidas y entradas. Quién los visita. Hace como diez días metieron en casa un aparador de dimensiones un tanto raras. No era de madera. Parecía de un metal como inoxidable. Y eso no es normal. Podría tener algún tipo de mecanismo electrónico en su interior. La esposa se peina con moño. El alisa el pelo hacía atrás. El niño lleva unos pantaloncitos bombachos muy ajustados. Y no parece tener amigos, apenas sale a jugar al parque, y cuando lo hace está totalmente sólo, y hablando consigo mismo, inventándose sus juegos. Lo que me hizo empezar a sospechar fue la visita del mes pasado. Dos mujeres y un hombre con sendos maletines, muy trajeados y pulcros, exquisitos. Lo del buzón es otra cosa. Pone familia de Breixo López. Ojeo de vez en cuando el buzón. Los sobres que reciben son de un

COLOR NEGRO.

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Brilla la gran cabalgata de nubes. Por la noche las luciérnagas prenden fuego. Y luego está el recuerdo, inexorable. Y aún te preguntas hasta cuándo. El terror más supremo es perder la capacidad de suicidarte. Aquel día que la maestra abrió el cuento de tapas de cartón y surgió aquel fuelle de colores; el mundo para mí tuvo otra dimensión. A mis ocho años parecía que el papel por primera vez tomaba vida. Pasamos uno por uno por la mesa de la maestra, y lo íbamos abriendo con sumo cuidado: primero aparecían aquellas irregularidades de las dobleces, luego, como si fuera tomando otra dimensión mágica, empezaba a surgir de la nada aquel arco iris de colores tan vivos: los pájaros, los caminos, el pueblo, el valle verde…; todo lleno de tonalidades diferentes (la realidad nos ponía aquellos tonos delante de nuestros ojos todos los días en el paisaje del entorno), pero así, de aquella forma tan gráfica nunca lo había visto. Lo que la maestra nos quería explicar eran los colores. Para mí de

FATIGA PREVIA.

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Todo lo que se interrumpe, en si mismo, tiene una vertiente trágica. Como el balazo   presentido   que te era destinado, sin ser el héroe de una historia dentro de un libro aburrido. Como todo pronóstico el romper un tallo endeble, cortar el pan, -dar una parte generosamente-. Es dividir con un fin premeditado, lo previamente   imaginado dividido. En lo inerte no percibes el dolor de la convulsión. En lo vivo algo se queda en los ojos, una revelación, en la cara un invisible y primigenio surco. A un animal si lo encierras pierde el vigor y la memoria de   su fuga constante, haces exigua su libertad. Lo vuelves dócil en su furia, una bestia melancólica. El desear la muerte a un asesino que aún no ha confesado. El odiar al que no piensa como tu lleva implícito -si ejecutas tus pensamientos-, el arruinarlo impunemente en dos partes que unidas   eran su vida. Y en el amor, si de verdad te quieren, te surge esa leve idea de olvidar al que te ama, sin dar la mano, minimamente, en un gest

SI TE GUSTA.

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Vas por la calle y te huele a grasas y a refritos Y las gentes van con los corazones muy duros En los árboles hay pajaritos que no saben lo que harán durante el día Hoy llevo la cuenta de las veces que he meado van ocho (1260 ml) Si me muriera ahora mismo me iria al cielo con la raja del culo sucia Cuando llegué a casa y abrí la nevera me encuentro los cuatro estantes llenos de birras pero ni un gramo de comida por no haber no había ni un puto huevo y me dije pues a Don Pollo y me bajé por las escaleras y atravesé la calle y entré en Don Pollo y vi la maquinita al fondo con aquel olor espeso pesado grumoso aceitoso y el humo y una cola de cinco polleros delante y cuatro hileras de pollos dorándose cayéndoles aquella grasa espesa como de aceite de motor recalentado y le dije a la Pompa ponme ese grande y aquella polla la de arriba que me gustan chamuscados aunque tenga que esperar y luego la Pompa los puso encima de dos periódicos y empezó a darles machetazos y quedaron troceados pec

DESPERTAR.

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Deseo ser devuelta al punto de partida. Tuve un sueño voraz y frío. Después de tantos años viva, acabo de descubrir la amplitud de la noche . Era un presentimiento, como si no estuviera  allí. De repente le pareció estar transportada. No había navegado por el mar, no había sido levitada a través del aire, no se había apoyado sobre la tierra para ver la referencia de su desplazamiento; pero estaba allí. Al despertarse lo primero que vio fue su cara tapada mirándola desde arriba, el pañuelo girado sobre la cabeza, su rostro de árabe, su metralleta apuntándole la sien. El espacio era tan amplio que pudo contemplar toda la tierra con un simple giro, el amarillo ocre de la arena, ni un árbol, ni el más mínimo rastro de vida. El sueño había sido tan profundo, que su alma se había quedado en el otro lado, y ahora retornaba a ella, y ahora empezaba la realidad a tomar la posesión: era lo inmediato. Se ajusto un poco la arpillera que la separaba del suelo irregular para apoyar su cabeza, y s

SILENCIO.

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Acaso no lo recuerdas. El humo sube igual de frío. Y hay un halo entre la luz y la sombra, en los atardeceres de marzo. Y  aún hay unos ojos que  miran a esas montañas. Esclava tierra. Pobres mujeres. Pobres hombres. Se fueron cayendo las gentes unas en brazos de otras, sin relatar ninguna historia . Yo de ese trajín recuerdo como se mataban las truchas contra las piedras, la nuca de la trucha contra una piedra, y luego posarlas sobre una cesta de helechos. Los movimientos básicos que se hacían era cavar, plantar semillas, cosechar frutos, segar con una guadaña, andar detrás o delante de un arado romano. Todos estos quehaceres se hacían de pie o agachados. No había muchos quehaceres que se hiciesen en posición vertical, quizás varear erizos de castañas, pintar de blanco la parte final de las habitaciones para que quedase más blanco el blanco que tenían. El amor se hacía con la mujer a estilo perro en los lugares más inverosímiles, por otro lado ya conté como me quitaron  el frenillo

4 ESTADOS HACÍA LA LIBERTAD.

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1) Es la extraña sensación de que no te observa nadie. Encontrarme en el bosque es tener media huida conseguida. Entre el tupido de la maleza y de los robustos árboles puedo ver el edificio con sus altos y reforzados muros llenos de alambradas electrificadas, y el asfaltado intermedio por donde transitan metódicamente los coches de la vigilancia. Son apenas cincuenta metros los que me separan de la parte interior de los muros. 2) Vivir en el bosque y trabajar en el bosque. Cortar los árboles durante el día para hacer puntales, y descansar unas horas por la tarde. Llevo con el túnel desde hace veinte días. He tenido mucha suerte con la forma arcillosa del terreno, es fácil proseguir día a día unos palmos o varios metros, y sé que en una semana conseguiré entrar por fin en el edificio. Mi ansiedad y también cierta alegría van en aumento cada día que pasa. 3) Por el trayecto del túnel, y por su longitud se que he pasado la primera alambrada, la carretera intermedia de

OCLE.

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Dame un poco de pan de centeno mojado en aceite de girasol. Ábrete de piernas, ya mojo. No me hables de tus huesos. No me digas que no doblas. Que te duele todo. Eres una pelleja de  mierda. Pero no sé como llenarte. No me olvides. Méteme el dedo por el culo, dale vueltas. Dime algo, por qué meo tantas veces. Tu potorro me huele a rodaballo. Y me da paz. He de morirme lleno de su sal, y quedar momificado. No deseo que me arrojen al mar. Tu ya eres como el ocle.

TE VALE.

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Es el día de hoy en que Superman no sabe por qué vuela el hijoputa. Nos habíamos metido cuatro Happy Meal, porque se acababa el mundo, allí mismo, queríamos morir antes, suicidarnos, en este mundo, me pasó con su boca juguitos de kepchup y restos de patatas, mientras le frotaba mi pie descalzo contra sus bragas, a intervalos –braga arriba, braga abajo, braga a los lados-. Y es que se acababa el mundo, estaba anunciado a las ocho horas de la tarde. Fuimos a donde el parque de los niños, seis mocosos, carne de cañón, hijos descalzos de su puta madre, hijos de todos los hijos, que así venimos, hijos de su putopadre, hijos hirientes, hijos del amor, hijos de Satanás, hijos bendecidos, hijos ya vencidos. Se bajó las bragas sobre un tobogán, y tuve que chuparle mostaza abandonada en el mismo pirulí del clítoris, y los niños nos miraban, como si fuera una tarta de cumpleaños, un resto de color mostaza en forma de nata montada. Un happy verdy entonado por eunucos, sonaba. Ella así tumbada. M