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PAISAJE INDEFENSO.

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Dos sombras. Entre las sombras una penumbra indefinida. Todos los días recurro a mi escondite. Nidos a los lados con no sé cuántos corazones. Entre tantas posibilidades de felicidad tiene que existir alguna desdicha. He abierto mi puerta. Encuentro mi olor, y cierro. Todo mi territorio desierto. Y de vez en cuando un espejismo.

CASIOPEA.

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No tuve miedo por aquel prodigio. Tuvo lugar con los ojos cerrados, la oscuridad dentro de la oscuridad. Parece que empezaba otra vez a escuchar las voces. Era una costumbre que estuvieses dada la vuelta mirando hacía la cómoda, y a dos puertas de armario. A mi me venían voces de Casiopea. Ya te dije como era aquello. Después de pasado el cerrojo de la puerta de entrada, si tú no hablabas, si yo no hablaba y me venían aquellas voces persuasivas, no podrían proceder de otro lugar que no fuese de Casiopea Algunos gritos venían de la quinta estrella, la más brillante. Algunos susurros de la tercera estrella, la más tenue. Había una gota de la ducha cayendo sobre la bañera en morse: una raya corta y un punto, luego un silencio y la raya larga. De la cisterna manaba un chorrito indeleble y después de no sé cuántos minutos era como si un asmático desesperado abriese la boca de  nuevo, se iba por la patita toda el agua. Respirábamos. Yo sobre mi corazón. Mi co

INSTANTE.

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Masturbarme y meterme e a mi mismo el dedo en el culo ha sido un imposible. No pude hacerlo de acostado por lo imposible de elevarme la pelvis. De pie frente al lavabo es incómodo en el sentido postural. He de masturbarme con la mano derecha y meterme el dedo en el culo con la mano izquierda (esta vez por placer). Todo esto ha sido un fracaso por el exceso de atención en la maniobra. Y por otra parte la casi mínima concentración en el hecho en si mismo. Siempre he sido muy egoísta a la hora de querer obtener placer de dos partes de mi cuerpo a la vez: metiendo y sacando mi dedo del ano – suavemente-, y moviendo el prepucio de mi polla hasta la saciedad. Debo pensar que soportaré la vida. Resistirse a cualquier nueva angustia en su modalidad obsesiva. Puede ser el miedo a una esquina por lo que tiene de final. Siempre cerca de la puerta. Tirar sin peligro. Contar escalones. El sol es ciertamente cegador a eso del medio día. Es necesario poner un nombre al camino, p

LARGO DÍA.

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Estuve cierto tiempo cercior a ndome si es que me miraba con ojos tristes, siempre al levantarse, como si tuviera todo el día por delante. Me olía a tres días de distancia. Y su pelo era una selva llena de moho y líquenes verdes. Aún así. Yo tenía ganas. Y la puse mirando a los platos sucios. No sé cómo decirte. Al principio entraba mal. El ambiente era de domingo gris, lluvia que venía de poniente. Los cristales no dejaban mirar lo que se agitaba, ramas vivas. Tuve un presentimiento, era yerma, pero yo empujaba. A veces me imaginaba mariposas sobre los cristales, y algún sonido de gorrión desde la chimenea, y para el caso le decía insistente,  siempre te quise. Una vez dentro de ella, me paré. En realidad no sentía nada. Sobre la nuca su pelo lacio abierto en dos, y unas espaldas muy grandes, y el culo donde yo estaba, blando, hiperbólico y gracioso. Yo no llevaba amor cuando se la empujaba por sorpresa. No había amor en nada. Si no hay amor lo ves de colo

LUGAR.

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Mi especie anda descosida. Ves los murciélagos, así pero andando. Y me dan miedo, -el pensarlo es un estremecimiento-. Pero a veces camino hasta un acantilado que tiene mirilla, y me dejo llevar, viendo las aves que vuelan bien abriendo las alas simplemente. Llego hasta aquí al atardecer para quedarme quieto e invisible adivinando que ponen las nubes antes de irse.

GALENO.

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Deduce mi galeno. Es entre la filosofía y locura (casi lo mismo). Los galenos están para eso. Saber de todo un poco. Hacen unas chapucillas de nueve de la mañana a las dos de la tarde. Sí, hasta esa hora ramplona tan degradada en el reloj. No es hermosa esa hora. -Nunca lo será, le ha tocado ser esa hora por un designio divino. Ya eran casi las dos de la tarde y de repente la prisa en sus ojos. Casi media hora sometiéndolo todo, con cierto orden, a tanta profundidad  obsesiva en mi cabeza. - No te puedes imaginar cuánta angustia en tan poco tiempo le pasé aquel fulano. Una bata blanca o un quimono. Una parafernalia de objetos sobre los anaqueles. Bolitas eternas dándose por el culo unas a las otras sin acabar nunca de darse (zas,zas,zas, y zas y zas), odiaba no captar como iba disminuyendo la amplitud de sus golpes. Su boca a veces moviéndose, viendo como su boca se mueve casi imperceptible en lo que deben ser unos simples susurros, y yo en mi pequeño hueco, dese

DISTANCIA.

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Después de tratar de entenderlo, pude resumir esta teoría: Dos puntos que se atraen no tienen por qué elegir forzosamente la recta para encontrarse aunque sea el procedimiento más corto. Los hay que prefieren el infinito en un afán inconsciente de hacerlo inalcanzable. No podría decir cómo era el día, nubes muy altas y lisas con ese gris uniforme, y los primeros fríos de septiembre. En aquellas primeras horas de la mañana algo de rocío. El sargento del puesto se alejó con el dedo en la sien, girándolo de un lado a otro mientras miraba a los otros compañeros: “Está como una cabra”. Los buzos bajaban y subían. Había arneses colgados de una pértiga de grúa improvisada con una roldana de la que también pendían cuerdas que casi no se sabía hasta dónde llegaban. Y aunque nadie veía nada yo veía unos ojos allí, observándome, detrás aquel verde que alguien parecía alumbrar desde el mismo fondo del abismo. Yo le había dicho ayer para zanjarlo todo, lo de no

INSTANTE.

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Un millón de leguas para dos dedos. Nada. Sólo el desierto y tanta luz y tanta sed. Del fuego eterno sólo quiero un poco de calor. Donde empieza tu espalda. Quiero subir por aquí si tú me dejas.