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CLARIDAD.

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  Pensaba en mi suerte inmediata. Despertado en ese amanecer. Aún estaba vivo. Incluso, te digo, que era libre de decidir mi próximo acontecimiento. Cerrar la ventana, dejar una raya de luz en su mínima longitud. Prometer la libertad a una mariposa púrpura apoyada sobre su tórax. Que daba vuelta perdida sobre el cristal. Qué bien no asesinar a nadie en este día lleno de frío. De tan glorioso, debería decir una palabra que nombre a algo que amo. Solo en silencio. Esa palabra como un ritual. Ya dije: es muy sublime la desproporción. Al final no debes deprimirte, todo es blanco o negro en su justa medida. Te dije, respira despacio. Aún eres libre. La cama intransitable como un desierto. Respira despacio, nadie te quitará el aire, aún. A gatas irte hasta el fondo de la cama. Cruzar los Urales. Con todo el frío sobre tus manos. Limitar lo imposible, la luz del universo. Solo es un gesto contra la lejanía tu mano abierta. Estira la mano lo que puedas. Para empujar la ventana en un último esf
  Ya después le dije que no me la agitase mucho. Se ponía rabiosa escurriendo primero, luego arriba abajo, yo cogido a su cintura, después de tardar un siglo en llegar a la taza. Ella era dispuesta en eso, nada de escrupulosa, por eso le dije que iba a ir al cielo, tú Cintia, del mismísimo Potosi, irás al cielo desde Irumpampa Chica, rodeada de hermosas flores amarillas de cactus, como la mismísima Mamita de Cotoca. Yo nunca había tenido aquella premonición, que en un viaje de esos tan largos desde la galería, a que me la escurriesen iba a sentir el vahído de aquella forma en que te nublas y supones que el gran viaje comienza primero con una sombra, luego lo poco que te sustenta ya no ejerce, y tienes ese ligero instinto de cogerte más a Cintia, hasta que nada, nada de nada, yo ya le había dicho que estaba próximo a que me quemaran, en La Esperanza, entrando por un arco lleno de ilusión primero, subido por unos gatos hidráulicos, apareciendo por magia en el féretro para el llanto de lo

LILIT

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Yo soy Lilit, la esposa orgiástica que descubrió la noche. La que puso sobre su cuerpo desnudo una cadena de diamantes. Y se paseo entre bancos vacíos y farolas llenas de luciérnagas. Yo he aplacado la soledad de corazones repletos de agua. Y he dado vida a murciélagos rotos por las ramas. Y he mirado en el fondo de los vasos ojos hechos con pintura negra. Con otros Ángeles del mal he deambulado, surcando senderos con forma de cuchillo. Buscando bocas abiertas de ansiedad y faltas de alimento. Baje por oscuras callejuelas, entre hojas de arces rojas y amarillas. Rampante y silenciosa con los pies desnudos. Y ofrecí la eternidad de mi cuerpo escuchando maldiciones. Di de mamar mis pechos a seres desdentados. Destilé la esencia de las almas que ya no vuelan por las nubes. Regale llaveros y relojes a la muerte. Y acaricie con mi boca la verga del demonio. Yo soy Lilit y nunca muero. Jamás mi cadáver será encontrado. Llevo una cadena de diamantes y, soy invisible entre el violeta. Estoy

EL OVNI.

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Pernelin de la zona del Relloso, con casa de cuadra en el bajo, con cinco vacas holandesas, cabanón, gallinero, y adosado hacia poniente un saliente atendejado con uralita de amianto llena de moho verde, y líquines foliosos de todos los tonos y colores, vivos y brillantes. En el mismo frente estaba la sierra con el pico de la Pruida, adonde iba ahora con el carro tirado por dos bueyes de rasgos de cachena, con enormes cuernos donde se adosaba como bien caído el cornil del yugo, lleno de filigranas y pendones contra tábanos, aunque de calor no había, aún nada, podría decirse. Detrás, a la hora pasada, iria la Carmina con la parva, y para ayudarle a apalancar lo segado al final del barranco de la Crucellina, en día que se veía venir con ese clareado de mayo, con ese azul que solo Dios sabe poner en el cielo tan lleno de paz y concordia. Cuando llegó Pernelin al prado del Boyado, ya había chistinos revoloteando como si presintiesen la muerte de la hierba, y lo que volaría diminuto, graja

TE DIGO SOBRE LA PENA

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  Tengo que decirte que ahora me da pena la justa. Antes me daba más pena. En el pasado me daba pena mi madre. Mi padre me daba menos pena. Dar pena hasta de llorar, ni eso, no lo recuerdo mucho, pero ahora de cualquier cosa, ya te digo, me da pena la justa. Ayer de un perro abandonado que me miró con aquellos ojos. No tuve pena. Y eso que la tristeza de los perros en los ojos de frente es de un especial muy profundo. Una eternidad triste. Para qué si te  mento  a los viejos. Podrás  decir que son los años. O lo que sea. Quizás uno cambie. Sientes el viento silbar en la noche y ya no tienes pena, Solo  esperas que te aguarde la mañana. La esperanza es esa. No hay otra cosa en la espera. El arbusto que rompes y deja ese rastro de savia sobre tus dedos, sin darte más por su muerte. Sin darte más tanta gente  quebrada  de fatiga. Si hablas de la guerra. Tampoco hay pena por el ansia de la vida que has truncado. Y que decirte de  mí , ya de viejo, que me doy un aire en el espejo de lo que

AGAPITO.

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  Agapito, de sobrenombre Papito, Pito, como le llamaban, lo veía muy mirón, a lo bruto, sin decirles a los ojos usa el sesgo, miraba, lo sabías, acoñado. Lo poco que entré con mi Betina en el bar se le iba a la juntura, ya le decía, donde la ingle, Betí, para que enseñas el muslo, que la gente piensa, que hay por ahí arriba, y como estárá la cosa, para el Papito, muy salido, estaba allí, fijo como lo veía el, apretado, y metidas en la misma lasca las bragas, era como si salibase el muy cabrón por meter la lengua a lo desesperado, donde lo blandito de la Beti. Lo transcribo a diferentes tiempos el suceso. Como si estuvieras en el pasado en el presente y en el futuro al mismo tiempo. Como había escrito ayer precipitadamente, en la página 124, de un diario que le llamo «Desgracias, según las horas». A eso de las 11 de la noche, en plena canícula, sentí por el número18 un gran alboroto en la calle, esquina Duarte, yo vivo en el tercero el de los geraneos. En ese momento llegaba la polic

ANNE SEXTON.

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  Yo quisiera ser como Anne Sexton. Tener un coche grande, bajar al garaje para fumarme su tubo de escape, a los 45 años de vieja. Pero yo te digo. Era un cobarde, y me escondí en las escaleras sin acompañarla. Tuve miedo al ver aquel Ford tan grande, tapizado con cuero, con aquel morro tan amable y aquellos ojos grandes de faros que te miraban. Y te digo, yo ya había llegado a la edad de ya no te importo, o a déjalo ahí con sus cosas, o, no te preocupes esa cara de triste se le pone cada poco. Vete tú a saber. Anne, mi poetisa preferida me lo dijo varias veces, mira que abrigo llevo tan suave, baja conmigo al garaje, te haré un poema de esos que a ti tanto te gustan, porque sé que me quieres. Te recitaré el de las margaritas. Te hablaré de los gusanos. Te hablaré de aquel en que iba  rezando en un boeing 707. Yo quisiera ser como Anne Sexton. Tener un coche grande, bajar al garaje para fumarme su tubo de escape, a los 45 años de vieja. Pero yo te digo. Era un cobarde, y me escondí en

ALGO RÁPIDO.

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  De deseo aún ando bien, de potencia muy mal. El doctor me dijo el año pasado que para la próstata era muy bueno hacerse una paja de vez en cuando, y yo le dije, mire doctor, en mi ancianidad ya no se me levanta de casi ninguna manera, y va y me contesta, pues a apañárselas usted para masturbarse una vez cada quince días, y también le dije que si lograba correrme sentía una sensación de soledad muy grande, como un vacío cósmico en mi alma, como si fuera un preludio del camino a las mismísimas puertas del infierno, siguió diciéndome, usted arréglese. Llevo dos días intentándolo. En noche vieja estuve viendo pornos, puse allí pilladas con un móvil infraganti follando, y no veas lo que allí salió. En total abrí como unos seis videos, y solo en uno que se tiraban a una becaria en un servicio sentí cierta animosidad en mi capullo, lo otro, como si no viera nada. Para lo que me dijo el psicólogo de mover el tarro, me vino mejor, me puse a mi mismo un problema arduo y difícil, entrar en un s