EL EYACULADOR.
Siempre le decía: "Necesito rozarme contra algo suave y lo más suave que tengo cerca eres tú." No pienses por lo más mínimo que quiero eyacular, porque hace tiempo que no eyaculo. Después de decírselo, notaba que a ella no le gustaba lo que le decía como diálogo para comunicarnos. A veces tenía suerte o le daba pena, se levantaba la falda, se bajaba las bragas y se sujetaba con las manos a la meseta de mármol de la cocina, poniéndome su espalda y su culo desnudos, entonces yo la rozaba con mi miembro casi flácido una y otra vez. "Qué paciencia tenía ella", pensaba para mí. Eyacular, nunca eyaculaba. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que eyaculé ni siquiera unas leves gotitas, y además ahora está ese olor fuerte a algas marinas, como solo lo sueltan las pollas de los viejos. Entiendo que a ella le repugnase, lo entiendo. Por eso yo admiraba su fortaleza, su sacrificio, por mantener en pie el Sagrado Vínculo del Matrimonio. Cuando ocurrían estos sucesos en lo