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DOLOR

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Era propiamente poco después del amanecer, cuando decidí coger de nuevo mi antiguo Mercedes Benz, un viejo SL de bien entrados los años setenta, para irme, destemplado por el frío, a un lugar llamado Villar de Ancio. Llegué a Villar después de conducir durante unos treinta minutos por una autovía con escaso tráfico, y varios túneles repetidos y equidistantes. Había un amanecer bien entrado, despejado y generoso en rastros rojizos horizontales sobre unas montañas suaves aún no visibles del todo por la penumbra. Me mantuve con cierta disciplina al volante, con aquella sensación que me venía en forma de pulsión desde la entrepierna debido a mi exceso prostático matutino. Llegué a las ocho y media de la mañana y decidí aparcar directamente delante de la plaza de abastos. La campanita del reloj de la puerta de entrada de arco en forma de oliva, estaba dando los tres badajitos de las medias. Había dos perros con los culos juntos, de esa forma en que no pueden salirse una vez acabado el coito...

AGITADO CORAZÓN EN MIS OÍDOS.

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Cuando murió mi gato se me pasó por la cabeza tirarlo al contenedor de inertes, pero fui hasta allí con mi gato metido en una bolsa de plástico negra, y al abrir el contenedor lo vi repleto de conchas de mejillones y restos de bacalao al pil pil, y me dije, no, mi gato no puede ser tirado ahí y triturado con todo eso, recuerdo, era por la noche y tuve que mirar al cielo buscando al Dios de los gatos, y no estaba, y me dije: no importa, por el Dios de los hombres yo a mi gato no lo tiro ahí para que lo machaque el camión de la basura entre restos de bacalao al pil pil y conchas de mejillones malolientes. Cogí a mi gato, ya sabes como van los gatos muertos dentro de una bolsa, encogidos, las piernas de delante juntas a las piernas de atrás, como si fueran corriendo por la selva, y resulta que mi gato no corría, estaba muerto. Yo sé, que tener lástima por mi gato, de esta forma que os cuento, es pasarme un poco. Ayer, por ejemplo, en la cola del paro me hice tres amigos. -los llamaré los ...

NACIONAL.

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  Era el 22 de diciembre de 1984, un día que olía a pólvora de petardos y café con leche en vaso de duralex. En la radio del coche sonaban los inconfundibles cánticos de los niños de San Ildefonso: —¡Millóón de peeeesetas! —entonaban con esa cadencia solemne que convertía un sorteo en un rito casi sagrado. Yo iba de regreso a casa con mi Renault 5 verde oscuro, el orgullo de mi garaje. No era coche de lujo, pero tenía su gracia. Los de la oficina me decían que parecía sacado de un anuncio de detergente, y yo les respondía que con él no había curva que no pudiera tomar ni cuesta que no pudiera subir. El día había amanecido gris, de esos que parecen prometer lluvia pero luego solo dejan un frío que cala. Había hecho mis recados en León, me había tomado un chocolate con churros en una tasca y comprado un décimo de lotería de esos que nunca tocan, pero que siempre se compran "por si acaso". En la carretera de vuelta, me encontré con un camión cargado hasta los topes de cerdos. Un...

FELPUDO.

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  Briseida se me dispuso aquella tarde de sábado de primeros de noviembre según lo convenido, las piernas abiertas hacía los lados, las palmas de los pies desnudos sobre el cubre cama, la almohada sobre su nuca, los ojos perdidos hacía el techo adivinando formas extrañas, según me decía. He de decir que su coño estaba poblado, tupido de un rizado negro bajo el que no se adivinaba nada, lo que los argonautas de lo "riojoso" llaman a esa parte el vellocino de oro. o felpudo, como si de un restriega zapatos se tratase. Yo en mi ritmo soy lento, digamos que mi protocolo es de pausar las partes, para que cada parte sea diferente. Históricamente con mi Briseida siempre necesario. Así que me aproximé en el inicio con aquellos besos por sus blancas pantorrillas, arrastrando mi lengua a veces, haciendo como fractales en festón, sobre su suave piel. Imposible llegar de repente e intentar descubrir aquel manjar, que el Sumo Hacedor había sembrado de unos rizados permanentes, a veces de ...

HISTORIA.

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Las historias de amor pueden tener diferentes tonos y géneros, desde lo trágico hasta lo cómico, pasando por lo dramático o lo fantasioso. Pueden desarrollarse en cualquier contexto, ya sea en la vida cotidiana, en mundos ficticios, o incluso de nuestras épocas históricas, quizás inmediatas. Pero sobre todo existen mientras la memoria está viva. La parte de amor que debe llevar mi historia me parece inconsistente. La quiero tratar con sutileza, que no signifique nada sobre la trama principal completamente trágica. Sucede en una solitaria mañana de sábado y los dos deben abrir los brazos después de un largo tiempo sin haberse visto. ¿Cómo he de describir esa situación? Acaso mi escasa experiencia en encuentros amorosos podrá enfrentarse a tal desafío? En realidad todo lo que se relata sobre el amor puede ser una jodida mentira. Colocarle aves a la cosa realza la situación. Un atardecer. Una larga galería llena de luz , tal vez. Cursiladas así. ---- Deja el inconsciente vaivén de tú mano...

TAMARINDO.

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  El Tamaríndo, así le llamaban al Suso, porque todo el día andaba con el lapicero de carpintero en la oreja silbando la versión de los Corraleros, silbando con un palillo en la boca, muy en la comisura, la tocada de saxo de los Texas Tornados, con aquel inglés a latinajos, pero lleno de ritmo, puro-mexicano de Potosí, aunque Susito era de la zona de Molinaseca, nacido en Rio de Abros. Bajaba de atardecida a Ponferrada los Domingos, por noviembre arriba, al pub los Puchos, muy dados al colorido, rítmico a lo Baby que pasó, to give a un beso... a ritmo de trikitixa pegadiza. Cuando Tamarín entra en la Pucha, muy enjuto, no muy alto, con los pantalones a lo tijera, encogidos y tirantes por la polla muy marcada, ya había aquel resplandor sideral por la bola brillante del techo, una niebla de tabaco como si fuera un faro del destino, con aquellas vueltas lentas mientras sonaba aquel disco de los Brincos, lo del tu me dijiste adios, para ir calmando la brincada y llevandote a lo le...

BAJO CUBIERTA.

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  De cómo era el día no puedo decir mucho. Diré amorfo. De ese gris alto y liso con esa sensación cambiante al claro blanquecino. Digo esto para poner el hecho encuadrado en el paisaje, por si fuera necesario más adelante para estas circunstancias. Según entras la puerta abre hacía la izquierda. Según entras lo primero que ves es una escalera color caoba que sube a la planta de arriba que es un pequeño bajo cubierta con dos habitaciones y un baño. Según entras hay un zapatillero de esos abatibles, y sobre el zapatillero dos negritas con unos cestitos en la cabeza, dos velas de colores, y sobre el techo una lámpara de lagrimones en forma de cono invertido. Según entras una alfombra de color granate se extiende por el pasillo que llega hasta la cocina. Había cerrado la puerta despacio, porque quería dar a mi imprevisto regreso el carácter de agradable sorpresa. Me descalcé a la entrada, y arrimé mi maletín a la puerta abatible de la salita. Empecé a subir la escalera que daba al pis...

EXPRESS.

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  -Aunque sigas vivo, dejas de existir cuando los demás se olvidan de pensar en ti. No hace mucho yo le dije lo clásico que se dicen las parejas cuando el aburrimiento es como una carcoma que empieza a consumirlas, si es que nunca me has querido, se lo dije sin enfatizar mucho, como cualquier hecho usual. Sin embargo, para mis adentros, fui rotundo en la argumentación, es lo mismo que si le dices que la has querido siempre pero al contrario, la intención es la misma, en el fondo tratas de entablar una conversación de la que no sabes lo que va a durar, ni su desenlace. Aquella casa llevaba meses que se me había caído encima, derrumbado sobre mi en el sentido metafórico. Hacíamos vidas en alcobas diferentes, aunque cuando ella dormía yo me acercaba a la alcoba de abajo, y entreabría ligeramente la puerta y me masturbaba mirándola, tardaba lo mío, algunas veces el semen goteaba por la puerta y me descalzaba un calcetín para limpiarlo por higiene, más bien para que no lo lamieran los...