COLOR NEGRO.
Brilla la gran cabalgata de nubes. Por la noche las luciérnagas prenden fuego. Y luego está el recuerdo, inexorable. Y aún te preguntas hasta cuándo. El terror más supremo es perder la capacidad de suicidarte. Aquel día que la maestra abrió el cuento de tapas de cartón y surgió aquel fuelle de colores; el mundo para mí tuvo otra dimensión. A mis ocho años parecía que el papel por primera vez tomaba vida. Pasamos uno por uno por la mesa de la maestra, y lo íbamos abriendo con sumo cuidado: primero aparecían aquellas irregularidades de las dobleces, luego, como si fuera tomando otra dimensión mágica, empezaba a surgir de la nada aquel arco iris de colores tan vivos: los pájaros, los caminos, el pueblo, el valle verde…; todo lleno de tonalidades diferentes (la realidad nos ponía aquellos tonos delante de nuestros ojos todos los días en el paisaje del entorno), pero así, de aquella forma tan gráfica nunca lo había visto. Lo que la maestra nos quería explicar eran los colores. Para mí de