LA FORMA DE SU COÑO.

Cuando la lavadora centrifugaba yo miraba al tambor y me caía patas arriba, hipnotizado. He de decirlo. Era un instante. Puedo decirte en qué vuelta iba. Ella me posaba la mano en el cuello, y me decía: acuéstate. Y empezaba hacer la ruta de la seda. O iba a orar al muro de las lamentaciones, dándome la cabeza vueltas. Cuando se posaba sobre mi era alentador su movimiento. Bajaban palomas a una terraza repleta de azulejos marrón. Las gaviotas caían en picado en busca de una cabeza de gato siamés. Y yo, mientras tanto, con aquel mareo en los Urales. O atravesando el cabo de Buena Esperanza. Se acercaba todo su peso a mi boca. La abres. Muy lentamente como un platillo volante. Su culo y toda la parafernalia de su coño debajo del ombligo. Me lo daba. Sobre la pared una televisión con James Dean mirando torcido, y suaves cremas. Colores definitivos de paisajes que absorbía mirando entre sus muslos. Aquella sensación de que si bajaba pronto...