ES PARA ELLA POR SI ALGUNA VEZ QUIERE VOLVER.
Yo no creo que los santos lloren, pero una vez vi a una mujer llorar lágrimas de sangre antes de ser Santa. No distinguía bien lo que sucedía delante de mí, me desplazaba y los demás se desplazaban. Veía a la imagen bambolearse por pasos indecisos a través de la pendiente y por un momento creí en el milagro. Mi Señora de toda la vida era la Santa. Sí, la que me hacía aquellas albondiguillas de redondez perfecta, manufacturadas a lo monja, apelmazadas con harina y un movimiento de sobaco. Ella, iba allí, y me miraba con la cabeza vuelta por un raro sortilegio, mientras por encima de mí había una nube azulada y un silencio que no estaba roto por la nada (la nada es muy ruidosa aunque parezca lo contrario). Era una marianidad, y como tal había aves que no conocía, aves de colores hermosos y llamativos, que habían retornado de aquel paraiso primigenio. No gorriones, extrañas aves revoloteando, gorjeando en círculos perfectos sobre su cabeza. Luego estaba aquella luz que irr