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ME HABÍA DADO TIEMPO A CORRER.

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...de aquel modo en que me había sentado sobre una piedra sobrenatural tallada por Dios de esa forma para que se sentasen los niños que no querían ir a la escuela mis botas que ya llegaban hasta el suelo la maletita de madera con una flor blanca dibujada en la tapa mis codos sobre mis rodillas mi cara sobre mis manos que estaban sobre mis codos observando ensimismado el suelo escondido detrás de las mimosas dulzonas una hormiga que venía de no sé donde haciendo curvas sobre la rugosa lastra del suelo con una carga en la boca parte de una pata de cigarra quizás o un moscón o un saltamontes y que llegó al borde de mi bota como a un abismo yo mientras tanto dudando levantando mi pie y poniéndoselo encima de aquella forma en que me imaginaba su muerte luego de un instante no sé cuántos segundos la hormiguita que mágicamente asomaba debajo del talón de mi bota con su carga quizás un trozo de ala de libélula apresada sobre su boca... ...y seguía viva, era un juego... ...todo un pensam

EL VERDADERO SILENCIO.

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Mis pertenencias. He debido de olvidarlas. Una habitación para toda la vida que me queda. Siempre la misma habitación hasta el final. El cielo nunca igual, diferente. Suceden resplandores. Ahora mismo es opaco como la ceniza. Cuántas cosas tengo. Enumero. Contar los pensamientos. Una cosa es un pensamiento. No sé cuánto aquí. Aún. Una boca a veces de amplios labios, reclinada sobre mi. Al final de la vida. Mis pertenencias. Estoy recostado esperando hasta la noche. Pronto. Quizás. El verdadero silencio.

UN DÍA.

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Un día me metieron un caramelo en la boca. Esa impresión inicial a pipermint o mentol después de comerle el coño sentada en la silla de la cocina y yo de rodillas, una postura inadecuada. Me metió un caramelo en la boca. Se meneaba hacía los lados y luego se agachó. Mi cabeza quedó allí casi un minuto sin poder salirse. Me subí por todo su vientre hasta su boca en un viaje muy largo. Y no me quiso la boca con todo lo que llevaba de ella antes de las anginas todo el flujo posado. Me pone un caramelo de mentol y lo trago todo con aquel sabor entre piedra de mar y moho, o esa capita que se le pone al brazo de gitano después de un tiempo. Las lentejas tenían los dedos pegados en la tartera y subía un humo espeso, toda la cocina llena de niebla de río en tres capas muy azules Tampoco quiso que yo me sentase en la silla para que ella se pusiese sentada encima, valga la redundancia, y se dejase caer desde la Luna, la hija de la gran puta. Siempre le huele el culo a mierda. Lahi

COMO SI NO FUERAS NADA DE MI.

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Me vienes a la memoria mientras te paso una esponja mojada en agua tibia por tus caderas. Un taburete muy íntimo pintado de azul con un agujero de cuatro dedos de amplio en el medio. Me hacían señas para que avanzase. Incluso sabiendo ya caminar a dos patas yo avanzaba a gatas, era más fácil a gatas la costumbre de reptar de esa forma con una visión panorámica muy especial de las cosas. Llegaba debajo del taburete y me sentaba allí mirando hacía arriba por el agujerito, la piel blanca de los muslos de mi madre o de mis hermanas, o de tía Melita, algunas veces sus bragas color carne llenas de manchas amarillentas. De qué me viene esa atracción por lo pútrido, por lo que ha estado oculto sin respirar. Tantas horas dentro de una cuna hecha de tablas de cajas de cerveza y troncos de pino todo barnizado. Con unos pocos meses me había cagado blando o duro, había regurgitado leche de vaca al amanecer. Me daba vueltas con los calores de junio entre aquella vasilla amarillenta,

CELEBRAR UN BESO.

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No hubo nada de particular. Silencio. Caminábamos alejándonos o acercándonos. Creo recordar el instante. Incluso cuando su boca estaba a dos dedos de mi en todos los sueños de las noches transcurridas. Un día, o un lunes. Hubo flores nuevas. Nos cruzamos veinte veces, y una vez coincidimos con los brazos abiertos. Estaba sobre el cielo toda la luz de los vivos. Sus bolsillos llenos de papeles rotos. La arrimaba contra mi. Éramos humo. En un péndulo de reloj dorado nuestras caras juntas por un instante. Como dije, luego fue su boca que había llegado del otro lado del mundo. He perecido. Pero vuelvo a la vida los lunes sólo por celebrar un beso.

NUESTRAS VIDAS.

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No sé exactamente cuando empezó aquella rara sensación. Los días fluían sin sobresaltos aparentes, con la rutina habitual, esa rutina habitual que echamos de menos cuando se rompe por un hecho transcendental que cambia de repente nuestras vidas a una nueva fase totalmente desagradable. Recuerdo un sábado de mayo en que me guarecí sorprendido por la lluvia bajo los soportales de la calle de los Arcos, arrimado mi hombro sobre una columna, mirando con los ojos perdidos como las gotas salpicaban sobre el empedrado de la calle. Estaba pensando y era como si no estuviera sólo, quiero decir que algo dentro de mi también lo hacía, pensaba de la misma forma inconexa e intrascendente; grandes personajes en mi cabeza ,repetidos, yo como protagonista de aquellas ensoñaciones. Sin duda éramos dos pensando. Ese fue el inicio. Cuando cesó la lluvia, crucé la calle con aquel extraño desdoblamiento. No puedo describiros como se suceden los pensamientos dobles. En realidad que parte de mi

SIMPLEMENTE LOCO.

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Lo había intentado innumerables veces. Me refiero a olvidarla. Pero su foto estaba sobre un panel de anuncio y yo caminaba cuatro veces al día hacía la fachada de aquella casa abandonada. Ella dormitaba hacía atrás en blanco y negro. No sé más. Era como sacar cuatro veces la cartera: dos en la mañana, y dos en la tarde y buscar su foto, allí recostada. ¿Estoy loco por ella? O simplemente loco. Cuando era niño mis padres tenían un pajar a la entrada del pueblo. Y en mi pueblo había un mercado quincenal los domingos. Por las mañanas se vendían terneras rollizas de color pardo y cuernos incipientes. En los meses de julio y agosto al acabar el mercado había baile de acordeón. Las mujeres casaderas de la Vaguada aprovechaban el pajar para cambiarse la ropa a eso del las cinco de la tarde. Las alpargatas llenas de polvo. Lo hacían en la parte de atrás en un pequeño espacio oculto entre la pendiente llena de arbustos bajos,un guindal, y la pared del pajar. Me apostaba allí

NO SÉ QUÉ HACES AQUÍ.

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Para asomarte al acantilado no lo hacías de repente. Ibas paso a paso sobre un mullido verde hasta una acacia azul que abrazabas para ver el precipicio. Hacía abajo casi habría cien metros, rocas de formas grotescas, y en el fondo con la marea baja, quebradas losas alineadas que se perdían entre las olas. La senda municipal me llevo hasta este lugar después de caminar renqueante unas dos horas. Y estando aquí sentado mirando al infinito no me explico de qué impulso partió la idea de caminar sin rumbo aparente, siempre hacía el norte para buscar el mar. Llevaba varios días con un picor insoportable en mi espalda. Lo notaba insidioso al apoyarme en los respaldos de las sillas, al acostarme boca arriba, en el mínimo roce de la camisa. Mi mano llegaba con dificultad doblando mucho el codo para tocarlo, o arrascarme, más de una vez rocé mi espalda sobre las esquinas quebradas de los tabiques, sobre marcaciones, lo adivinaba a la altura de mis omóplatos en la zona intermedia,

NOCHES DEMASIADO LARGAS.

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Yo soy de correrme fácil. A veces un pie arriba y un pie abajo y ya me corro. Benerita me dice: ya. Y yo le digo: ya. Todo esto es por la noche. Grajean gaviotas. Aceleran motos. Y hay voces de una calle que está muy cerca. También un coche parado en el semáforo. Luego arranca. Luego un acelerón. Luego un sonido industrioso que es el silencio, un buuu de máquinas lejanas. Y entre todo esto el silbido del último tren. A veces. Me dice, anda ven, ponte encima, y me pongo. Es eso que tienes que pasar la pierna, salvo que entres por la horquilla. Sus piernas en forma de y griega, de al revés. La noche empieza cuando me marcho de entre sus muslos. Sus amplias espaldas son como la Muralla China a lo lejos, sus espaldas desnudas llenas de vapor, gotitas infinitesimales de lágrimas. A veces a mi se me aparece el Niño Jesús, y me dice todo muy bien, o casi bien, la follas técnicamente bien. También el Arcángel San Gabriel me dice que soy el penetrador solitario. Me animan. Ya h

RIESGO DE MUERTE.

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Ponía sus piernas abiertas y encogidas, la planta de los pies sobre la arena de la playa dejando una huella de lagarto gigante. Las nubes llevaban varios minutos chocándose, sólo dejaban ver sus lados negros donde se escriben los anuncios. -Meteme la boca aquí todo lo que puedas. -Hazme un papanicolao con la lengua, quiero seguir viviendo. Las nubes sonaban como si hubiesen derramado dos quintales de patatas sobre un desván de tarima de roble. Se asustaban los gatos que comían cabezas de sardinas a dos millas de distancia. Se habían asustado los niños por los goterones , vasos de agua cristalina que caían desde las antípodas, sí, como si unas manos invisibles ordeñaran las nubes desde las montañas. Con los ojos cerrados yo no sabía llegar en aquel viaje lleno de peligros, mis pies sobre algas y conchas de pared muy débil. Luego algas enredadera, algas con flores rojas, y luego todo muy suave entre sus muslos. Me sabía a ella, simplemente, más salado. Había restos de

UNA NUEVA PALABRA.

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Un sonido. Viene desde algo. Desde lejos, desde cerca. Un sonido es algo. Las palabras lo nombran todo. No tengo recuerdo de cuándo empezaron a enseñarme el nombre de las cosas.Martita me decía: mira, esto es una piedra , una piedra al lado de otra piedra, una piedra encima de otra piedra. Luego mi padre de espaldas metiéndose el dedo por el culo, agachado, el culo al aire, la mierda saliendo por el culo de mi padre al lado de la mierda de caballo, al lado de la mierda de vaca, y Martita y yo esperando fuera de la cuadra sentados sobre una cerca de piedras, piedras cortadas en forma de losa como un cuchillo de plano detrás de otro cuchillo hasta donde se perdía la vista, una pared ciempiés dos curvas y una recta y dos curvas más. Venía el Cabo y un Número como dos sombras en forma de capa no sé de qué color. Mi madre pelaba patatas cocidas y las soplaba, y el Número agitaba la culata contra la puerta a dos badajazos, y Paula y Martita y yo en el cuello de Martita ba

HOJAS TRANSPARENTES.

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Pues como la cosa está muy mal a día de hoy decidimos comprar en valores por lo que pueda pasar.Peruca nos dijo ayer que ellos llevaban tiempo invirtiendo en tangible, el dinero no vale nada. Lo más abundante este año es el fréjol, así que llenaron el arcón con doscientos kilos que compraron en la Carama, a un aldeano que tiene una huerta en las rebladeras del embalse de Anido. Paula la del Chico compró una ternera en las praderas de Alfanes, y la mató y la descuartizó y fue para el arcón forrada de sábana vieja. Mi Trinita compró veinte melones en una granelera tapada con hoja de maíz que estaba en el borde de la carretera viniendo de León, y llenamos el arcón, y en lo que quedaba metimos ocho cajas de langostinos de los que bailan el tango. Le dije a Trinita lo del colchón, de tanto tiempo apareados tiene dos valles, de tanta noche y tanta mañana juntos, dos huecos y en el medio un pico. Debiéramos invertir en bienes, le dije, sí, le dije; y tomamos la decisión, un vis