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SÉ QUE HE DE PENAR COMO VIEJO Y COMO NIÑO.

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Cuando yo era anciano me aburría mucho. Andaba todo el día tomándome la tensión; y cuando me duchaba cada semana al mirarme en el espejo me daba mucha pena. Si ves un anciano delante de un espejo te acojonas pensando en lo que te pasará si sigues vivo. Pues me veía con todo colgando. Si me vieras los huevos cualquiera lo diría, un puto péndulo de criadillas, mi barriga una doblez que me tapaba hasta llegar casi al escroto; por los brazos como si llevara colgando las mangas de un amplio jersey de invierno. Una piltrafa. Me puse a pensar cuando fue la ultima vez que el capullo se me puso empinado mirando hacía mis ojos. Como no escribo diario no puedo asegurarlo, pero creo que fue allá por los sesenta y ocho años en que me dio por ir de putas. Me morí muy temprano en el invierno, a eso de las seis de la mañana. Una de las mejores horas. Todos tienen prisa. Te mueres dando saltitos como cuando un coche se cala. Y nada de nada, no se abre una ventana blanca, que va, ni hay muc

DESHECHOS DE LA PAPEPLERA.

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Sientes llorar a alguien. No importa el lugar ni la hora. Alguien lloraba. Se dice así. Luego prosigues bajando las escaleras porque es muy temprano y llevas prisa. El sonido salía de detrás de una puerta del segundo que estaba cerrada a tú paso, y sólo aminoraste la marcha con aquellos tristes gemidos. Levemente te dio pena. Era aquella sensación. Luego el frío de diciembre me da un manotazo en la cara para despertarme del todo. Ya estaba en la misma calle de todos los días. He intentado suicidarme varias veces en ese mismo lugar y he dado la vuelta. Me falta el ímpetu. Sucede a veces que has reflexionado la forma, haciendo conjeturas sobre el sufrimiento o analizando el shock que debes soportar en los últimos instantes. Seleccionas una forma limpia, rápida y barata. Hubo casos en que la gente elegía el propio nicho alquilado de su cementerio en un afán extraño para evitar trabajo. Conozco algún caso. Un hombre en Extremadura se metió a lo largo en su nicho vestido con su mejor traje,

Y A LA CHATA MEDIO MUERTA.

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Por San Esteban saqué por última vez la piara por las Fontías arriba hacía los castañales de Bibiana. No me gustaba mucho la zona por los roquedales falseados, pero había mucha valduna, regoldonas grandes, pilongas, y mucha castaña bravía. Demetrio me había soltado los quince de la piara, la mayoría pietraines, y blancos belgas; y la cerda enrojada, lampiña, para crianza; que le quería dar también cuchillo. Ya llevaba dos meses de montaneras por el valle de Bibiana para darle sabor a castaña a los jamones, y ponerle al tocino muchos pespuntes de hebra roja. Pues aquel día estaba algo triste. No se había quitado la helada, los charcos tenían filigranas blancas de hielo reflejadas por el sol. La piara iba delante de mí como un desfile, y cuando llegamos al castañal las hojas otoñadas tenían rastros relucientes de escarcha. Se desparramaron por la corripa rastreando con el hocico entre las hojas los erizos de castañas, yo de vez en cuando daba vueltas y se los abría a medio quite de pie.

Y NO SABE QUE YA HA NACIDO.

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Esta mañana se veía hacía el Este a Júpiter como si fuera la última parte de un caramelo cuando lo chupas. Y estaba muy frío. Eso lo aprecié por la ventana del comedor un poco antes de las ocho, sin ninguna claridad de amanecida. Es obvio que mi observación duró un mínimo tiempo, y que cerré la ventana y me di la vuelta. Yo mismo no sé cuántas veces hice esto por la mañana, y siempre me sucede que miro al mismo sitio y no siempre tengo la misma sensación. Pero lo que noto es que cada vez me cuesta más darme la vuelta y empezar a caminar para comenzar el día. Y digo esto porque tengo que ir hasta la cocina, y sin falta volver a la habitación y encender la luz de la mesita y verla a ella que aún está allí durmiendo, y debo meterme en el baño y el primero que me recibe soy yo mismo que me escruto en el espejo. Pudiera decirse que cada vez es más angustioso, como ahora mismo. Es esa sanación de que tengo todo un día por delante que alguien me ha regalado y que debo estarle agradecido. Algu

SÓLO TENÍA MIS MANITAS FUERA.

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Pudiera decirse que estaba medio sumergido. Algunas veces me vuelve ese sueño en que la tierra me devora, y así visto me voy hundiendo hasta que una mínima parte de los brazos, y luego sólo las manos, quedan fuera indicando con sus movimientos un leve rastro de vida. Otras veces estoy en el espejo y mi imagen se difumina entre infinitos cristales rotos; y otras perdido en un bosque de olmos, dando vueltas y vueltas angustiado buscando la salida entre los claros de luz, hasta que despierto en medio de un sobresalto vertiginoso. Me miraba fijamente detrás de la mesa. Ella se inclinaba ligeramente hacía atrás y no me quitaba los ojos de encima. Le hablaba de mis pesadillas, de los sueños entrecortados y angustiosos, pero no me decía nada. Se levantó de la silla, y pude verla plenamente. Aunque ya aparentaba sus cincuenta años denotaba una extraña belleza.Muy morena,su pelo largo recogido sobre la espalda y de facciones agradables, con los ojos claros muy grandes y vivos. -Y qué más sueña.

ES DE UNO MISMO.

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22 de Diciembre, pag: 288. Me dice: mientras se hace el cocido ponte a gatas que te voy a comer los huevos por debajo del culo al estilo botijo , y yo así, con el cuero puesto, sólo la piel- quiero decir-, me pongo en la cama hacía la claridad de la ventana, en aquella postura tan ridícula. No había un espejo para imaginarse lo que se veía en el alzado: las zonas nobles muy peludas y mis huevos colgando (y es que ya soy un caballo viejo). -Y esperé. -Así. Te concentras y cuentas: 1,2,3,4,5,6,7,8… Esperar así, es como si estuvieras en la cola de la casa de putas del Paraíso para que Eva te la chupe. Era como si me fueran hacer una prospección. Un hombre así, en esa postura receptiva a lo inseminación, no vale nada. Ponerse así es una osadía en el penal de los desamparados. (te dan besitos como si te fueran a devorar). -Uyyyyyy. Había contado hasta dieciocho. -Si es que en el fondo todos llevamos un maricón dentro. Y en aquel instante en que debían estar dando las once de

HASTA EL FINAL.

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La de arriba ha puesto el chocolatero a lo alto la lleva, la de abajo el caballo viejo; y yo pienso que a pesar de la crisis esta noche las han follado de lo lindo por lo contentas que están. Me he abierto los ojos delante del espejo del baño y ya estaba con la polla fuera meando encima de la tapa del vater, es la enésima vez que me pasa, luego aquel riachuelo amarillo por el suelo. A ciencia cierta siempre se dirige hacía la puerta. Esta noche estuve leyendo a Walt Whitman hasta tarde, y ahora mismo tengo ese rastro de borrachera en la garganta (un extraño sabor de boca), tengo versos en las amígdalas y varios poemas sin digerir por la parte del esófago, alguno anda mezclado por el suelo, en esa distracción, y va camino de la alfombra del pasillo. En la cocina tengo una radio pegada a la pared y sobre un armario de platos he puesto hojas de eucalipto, y Noelia ha hecho café antes de marcharse, así que me huele raro, no sé cómo decirlo, me huele de color marrón. Y dice la radio que

Y SÉ QUE ME VAS A PERDER.

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Debajo de ese rostro tan acicalado sé que estás tú; y debajo de esa tez morena sé que existe un pálido místico, casi mortecino. Al besarte queda en mi boca un rastro cosmético irrepetible, y de ti se impregnan en mi piel perfumes inigualables, una senda incolora, cristalina, que percibo en mi mismo y me delata. -So puta, que me quieres arruinar la vida. Por las Santas Flora y María fue cuando sujeté la escalera de tijera para que tú ordenases las cajas del anaquel llenas de legajos históricos de la Santa Inquisición, pulcramente atados. Vi tus pantys negros y me imaginé que no llevabas ropa interior, quiero decir debajo. Por Santa Flora fue. Le hice el redondel al día veinticuatro (al levantar las hojas de hace tres meses lo he recordado). Cuando estaba así mirando debajo de tú falda pensé en tus piernas palillo y en los restos de comida de mi muela del juicio, de lo finita que eres. Y es que eres fea de cojones. Pero sabes, cuando te abrazo siento que no tengo casi nada entre mis braz

LO SIENTO AQUÍ Y ME DA ANGUSTIA.

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Era un paisaje y no estaba adivinado. Lo sé bien. De antes. De ahora. No estaba presentido, dibujado más allá de los ojos como cualquier raya infinita que nos hace dudar sobre el horizonte, interrogándonos sobre distancias, o preguntándonos detrás de allí qué existe. Eso es cierto. Sólo son reflexiones. Pero cuando me trae Lidia, yo no le pregunto por ese paisaje. Ahora me recreo en la inercia del movimiento, y los olores, o el tacto de sus manos debajo de mi brazo, o su compasión. Entre el edificio de Correos y el banco Pastor, el sol zumba a las once y yo grito esto es el cupón recalcando las sílabas. Estoy en el portalón del Mercado del Sur y debe sentirse mi voz, oigo otras voces y pueden ser flores lo que huelo, pescado, pan de leña y humo de tubo de escape. Mi solapa es como un anzuelo y alguien tira y me dice: déme este. Un vagabundo aristocrático bajaba doblegando ligeramente la espina dorsal por la calle Fundación. Debía de ir repleto de nada, también llevaba una c

HOY NECESITO VER EL MAR.

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Y además hace mucho tiempo que no te veo, y me da que esto es la distancia; para nosotros es el cosmos de tan alejados que estamos. Hace tanto tiempo que no veo tus ojos viejos que ha llegado el cansancio a los míos. Quiero perderme por las calles que frecuentabas por si ya estás de vuelta y se te ocurre amarme otra vez. Y miro al cielo y hay Dios. Y vuelan altas las nubes con su peso de algodón, y yo no sé que pensar, y me quedo quieto a recordar por si vienes frente a mi. Pensar en la muerte es horrible. Sucede que aún debo amarte y esto es un impulso, esto es por si la calle te devuelve. Y si ha sido la muerte no hay nada más que contar. Hoy necesito ver el mar.

ES PARA ELLA POR SI ALGUNA VEZ QUIERE VOLVER.

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Yo no creo que los santos lloren, pero una vez vi a una mujer llorar lágrimas de sangre antes de ser Santa. No distinguía bien lo que sucedía delante de mí, me desplazaba y los demás se desplazaban. Veía a la imagen bambolearse por pasos indecisos a través de la pendiente y por un momento creí en el milagro. Mi Señora de toda la vida era la Santa. Sí, la que me hacía aquellas albondiguillas de redondez perfecta, manufacturadas a lo monja, apelmazadas con harina y un movimiento de sobaco. Ella, iba allí, y me miraba con la cabeza vuelta por un raro sortilegio, mientras por encima de mí había una nube azulada y un silencio que no estaba roto por la nada (la nada es muy ruidosa aunque parezca lo contrario). Era una marianidad, y como tal había aves que no conocía, aves de colores hermosos y llamativos, que habían retornado de aquel paraiso primigenio. No gorriones, extrañas aves  revoloteando, gorjeando en círculos perfectos sobre su cabeza. Luego estaba aquella luz que irr

Y ATO CABOS.

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Azucena me había dicho que se había roto el himen por una separación brusca de los muslos, que se había caído a horcajadas sin empalamiento que no había habido antes penetración lúbrica, y que muchas veces le daba por el onanismo solitario. El caso es que cuando se la metí la cosa fue como pedro por su casa y me dio por primera vez aquello de los celos, y le dije que lo iba a mirar, y que diese la luz del techo, y le metí el dedo por el culo para verlo por la vagina, y cuando lo vi aquello estaba como una flor sin pétalos, hermosamente de color carne, sin un rastro de sangre. Yo ahora me mezco al lado de las troneras del carbón y tengo esta cosa aquí que me empieza a carcomer. Aún me huele el alcanfor de la camisa de la boda. Ha pasado el mulero de la Vaguada con troncos de abedul y las mulas se reían. Le estoy dando vueltas a nuestra historia, y ato cabos.