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HOJAS DE MANDARINA.

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Yo en las playas grandes suelo pintar corazones sobre la arena dura, con un palo cualquiera, y dentro pongo nombres que nunca han existido. En mi tarjeta dice Arthur Stopson , pero en realidad me llamo Arturo García y soy natural de Herrera del Duque, y dentro del endeble corazón he puesto: A. S., ama al mundo , pero no amo a nada, porque no soy yo el que vive dentro de mí. Hace unos instantes estuve a unos milímetros de una boca y no llegué a sentir sus labios, y sé que una mano pasó tan cerca de mis sienes que estuvo a punto de rozarme, no era un gesto amenazante, resultó ser un beso y quizás la caricia de una mujer que me despedía. Me llamo Stopson y soy un tío duro. Sin embargo no blasfemo. Dame tú boca otra vez, acaríciame. Si me miras a los ojos verás un vacío extraño, algo que no tiene fondo, no verás nada. Pero tengo un frío inmenso porque sé que voy a morir dentro de otro. Sr. Arturo, Stopson salió a pasear a la playa y anda haciendo cosas raras, me decía

ABSOLUTAMENTE GRATIFICANTE.

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Natalia me había recomendado aquel psicoanalista. Me habló excelentemente de él, de su tranquila apariencia y de sus usos como especialista. Llevaba casi dos años acarreando aquellos síntomas que me hacían frágil y débil para la vida, con inestabilidad emocional y mucha ansiedad, que habían desembocado en los últimos días con temblores involuntarios de mi mano derecha. Después de haber visitado varios psiquiatras, su éxito no fue el adecuado, siempre a base de psicofármacos a dosis fuertes, que me hacían insensible a la existencia cotidiana. Decidí acudir a la consulta de Héctor Arrainz , así ponía en su placa. Cuando entré mi curiosidad fue absoluta, me sentí transportada a otra época. Era un despacho amplio que se encontraba en penumbra, decorado al estilo victoriano, con un balcón de ventanales abatibles, en donde colgaban dos grandes cortinas semiabiertas de un difuminado violeta. En el lado derecho había una gran biblioteca de caoba antigua, repleta de libros, y en

APARECIDO.

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No sé por qué aquella capa esponjosa y blanca había dado tanto de si. En el valle se depositaba la niebla, y mientras bajaba la veía como si fuera un mar de algodones blancos formando coletas y coletas entrecruzadas, tan lejos como podía otear, y tan espeso como un nevero. Cuando bajaba del Cordal, con el cabrito vivo sobre el cuello, las patas dadas vueltas por una cuerda de esparto, la niebla empezó a tener formas caprichosas: que si eran humos que subían en espiral, que si asemejaba a contornos de varal de hierba con el lomo deformado. El caso es que bajaba por un sendero resbalando por entre piedras finas y alosadas entre grijos de cuarzo, con el cabrito que había escogido para la costillada de San Fermín. No veía mucho donde posaba los pies, con cierto riesgo de pegarme un trompazo, ya que las manos las llevaba ocupadas sujetando las delanteras y traseras del cabrito. El sendero de las Raposas, si me lo ponen con los ojos tapados, lo hubiera bajado a carrerilla, pero aquella húme

EL MAR LO DEVUELVE TODO

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Yo siempre pensaba que Febrero era distinto porque comíamos oricios. Padrino decía aquello de comerles las gónadas, y a mi me sonaba a los cojones de los oricios, pero las gónadas era aquella estrellita naranja oscura que había en su interior que cuando los partías con la navaja de un cuajo, la ibas sorbiendo como si fuera un huevo agujereado. Padrino comía los oricios como nadie, y nunca tuvo una mala indigestión. Los domingos bajábamos con las bicicletas y un remolquillo hasta el Franco, y luego a la playa de Porcia para subir despacio, como podíamos, hasta cerca de la punta de la Atalaya. De aquella teníamos todo el tiempo del mundo, y Padrino era un cachondo mental y los domingos muy largos. A mi la playa de Porcia cuando estaba la marea baja me parecía algo de paisaje marciano, con aquella cantidad de roquedales tan anárquicos que sobresalían con la marea baja, rodeados de arena que era de un color pardo apagado, algo oscura, y muy maciza. Aquel domingo de febrero llevábamos bocad

QUE CASI NO EXISTEN.

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El bosón de Higgs no nos dirá, aún, de qué estamos hechos. Ni si es posible estar aquí y allí al mismo tiempo. -Deberemos aún suponer. A veces intento escapar de mi compañía y busco la compañía de otros. Me ofende escucharme a mi mismo, quiero decir dentro de mi mismo, ahí mismo. Eso que te lleva a todos los lugares y que eres tú. No sé cuántas palabras de media tengo que escucharme: día y noche, y al otro día, y a la otra noche, sucesivamente. Algunas veces viene mi amada y comentamos  intranscendencias -hubo muchos muertos acaso en otros lugares-. Follamos y hablamos, es lo justo, y algunas veces cerramos los ojos. Mientras tanto ocurre el trance, como si masticáramos pan blando mojado en salsas misteriosas. Yo estoy con ella y es un aburrimiento, extrasístoles ventriculares. Y ella también en ese trance de no tener qué decirme, algo agitándose, no sé de qué forma, como sin espacio, es el corazón dentro de si mismo, el corazón a su ritmo, saliéndose. Es tanta la confianza que el

DESPERTAR PUEDE SER UN ALIVIO.

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Se repite aquella pesadilla del monte de los Tilos. El sueño transcurre apenas acabado el día, o apenas entrada la mañana. Si es acabado el día, el sol ya está puesto, y mi cabeza se traslada entre una amplia densidad de ramas, y hojas verde oscuro, en forma de corazón, que se arrastran por mi cara. El suelo está mullido por musgo verde, las rocas por líquenes de colores, y algunos tallos están blancos y llenos de vestidos de enredaderas que llegan hasta las mismas  copas. Parece no existir ningún sendero, y al caminar dejo un rastro de helechos partidos por mis pies. A ciencia cierta en el sueño no sé a donde voy, ni tampoco cuándo empiezo a caminar. Sólo al final la veo a Ella con su cabeza saliendo de una roca con manos invisibles, y sin cuerpo, sólo su cara, y sus ojos, y su boca. Nada me dice. Yo tampoco hablo, es la impresión inmediata del sueño, una nebulosa reflejada entre brisas y hojas. Sé que aquella cara trata de hablarme, quiere decirme algo que yo no logro entender. Algu

LOS COJONES DE CORBATA.

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Aristóteles y Platón lo jodieron todo. Luego vino Cristo y Mahoma. San Agustín fue tan cabrón como los doce apóstoles. A San Francisco de Asís yo lo perdono porque quiero mucho a los gatos. Pero en general, si no fuera por esta pandilla de degenerados la máquina de vapor ya podría haber caminado poco después del segundo siglo. Yo cuando voy a buscarte pienso cosas y me empalmo ligeramente. Cuando voy a buscarte ya empiezo a pensar cómo voy a empezar hasta llegar a comerte el coño. Llevo apuntado cuando te baja la regla, también sigo al Ogino, y llevo un calendario del BBV lleno de circulitos para uno, y rayas para lo otro. Como tengo nada qué hacer le doy vueltas a la manzana donde trabajas, tú estás en una esquina. Y cuando tengo algo que hacer lo hago rápido, para seguir dando vueltas. Algunas veces pienso que si no estuvieras tu se me pondrían los cojones de corbata de lo sólo que estoy. Si pones mi nombre completo en el google sale uno de la Coruña y luego yo, imagínate. So

NO VIENE A CUENTO.

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Si las pirámides las hicieron los extraterrestres, fueron unos hijos de puta, ellos sólo dirigieron la obra, -no viene a cuento-. Una buena poetisa no debe cocinar, y si lo hace debe ser contemplativa. Si hace las camas abrir las ventanas lo preciso, el aire viciado estimula los sentidos. Cada dos semanas bajar al trastero y subir una muñeca, y acunarla hasta que cierre sus ojos. Una buena poetisa no come chorizo, ni latas de conserva, cocidos los necesarios. Y los armarios abrirlos sólo una vez, oler la ropa vieja. Y vagar por el pasillo esperando los recuerdos. Leer otros libros para inspirarse, copiar lo justo. No limitarse por las palabras. Hacer inteligible lo inefable. Saber algo de los abanicos de la dinastía Ming. Tener sensación de ahogo es necesario si quieres hacer poemas. Vestir descuidada a veces. Mirar tras los cristales como llora  la lluvia, y dibujar con los dedos corazones solitarios. Buscar fotos antiguas, darles la vuelta para ver la fecha, e intentar recordar l

YA NO EXISTE.

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1.- Todos los interesados en si te he visto no me acuerdo, deben irse. Si eres de los interesados de al mal tiempo ponle buena cara, deberías quedarte. 2.- De todas formas, el que te vayas o el que te quedes me es indiferente. 3.-.- Una manzana no cae obedeciendo a la ley de la gravitación universal, cae porque debe caer. La ley de la gravitación sólo está en la cabeza de los hombres en un intento de buscar una razón. Digamos que es una hipótesis, una teoría derivada de  los hechos observados. 4.- Que haya habido una historia observada y que sea tu historia no implica que pueda conocerte, tal vez hayas querido contarme una mínima parte, y tu vida sean cien mil partes por un millón de pequeñas cosas de ti que nunca podrás ni querrás describirme. No me cabe la menor duda de que eres una hipótesis para mí. Son  hechos observados, impresiones personales que detecto. Por ejemplo: tu angustia. A veces respiras como si te faltara el aire, lo noto sobre tu pecho, se mueve a veces como el

MUY ADENTRO.

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Nunca pude saber a qué se debía   aquella contradicción. Cada vez que se   acercaba como turbada mi cuerpo se llenaba de gozo contenido, me estremecía. Al mismo tiempo mi alma se llenaba, inexplicablemente, de horror. Si los rayos de la luna tuvieran sabor diría que son insípidos, no recomendables para purulencias y eccemas tiernos, salvo que te hayas dado un ungüento de bruja bajo su manto plateado. No obstante, a pleno sol la romántica gonorrea es insoportable, así que me quedo a la penumbra de un olmo viejo agitadas sus amarillentas hojas por el viento. Como buen vividor estuve toda la vida husmeando detrás de una zorra. Fui persistente tras   su rastro, su entrañable olor, y aquellas dotes de macho dominador que me hacía entrever inteligentemente con sus gemidos (cuando encima de ella escudriñaba sus gestos), o tocaba con mis dedos donde el húmedo gozo. Así fue todo. Desde la primera vez que me atravesaron sus ojos, destejió un ovillo encantado, con el que yo jugaba dándole p

QUE LO HABÍA DISFRUTADO.

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No hay un muerto, ni un hombre solitario, que en un día de lluvia pardilla y fina, no le pasee lentamente un caracol hasta los ojos abiertos. Hoy como salí temprano me pasé por el Alimerka de la calle Roncal, y me compré cuatro tarros de caracoles Scargots del Campo. Esta marca les da a los caracoles un toque al ajillo muy bueno. También me llevé cuatro botellas de Lambrusco Monteberín de Módena, me gusta este claretillo italiano dulce y espumoso. Lo primero que hice al llegar a casa fue colocar el Monteberin en el congelador, para que tome cuerpo y esté bien frío. Tenía mucha hambre, así que fui directo a la cocina, bajé del estante la cazuela grande de barro alfarero, emborqué los cuatro tarros de caracoles al ajillo y medio tarro de tomate ecológico Vila Bella, dos pimientitos de piquillo de Losada, un pimiento choricero entero, dos guindillas cortaditas, un hueso cocido de jamón de Grado desparramando por encima, un chorizo picantón de Valdevimbre. Para acabar, un buen chorro de

LAS AGUAS DEL MAR MUERTO.

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Un día se dirá basta, no hagáis más daño a las cosas tranquilas: Dejar que fluya todo lo que es líquido. Dejar quieto lo sólido. Un día habrá tantos poemas hechos que ya no cabrán más . Dejar de agitar lo que es invisible. Lo que habéis dicho ha sido tocado ya en los Urales. O en los valles donde el Tigris y el Éufrates decidieron separarse. No busques más dentro de ti. Si no encuentras la palabra, otro ya lo esta haciendo. En este preciso instante se estremece por la espalda: una poetisa con los pies calientes, un poeta que deseo estar encarcelado para ser mártir e inmolarse escribiendo   sobre una pared de cal. No le des mas vueltas eso ya está escrito. No pretendas darlo a conocer para recibir lisonjas. Abre la puerta, mira a las mujeres y a los   hombres, mira al cielo, y háblate a ti mismo. Lo que ahora piensas mientras vas caminando no te hará trascender ya estuvo  flotando sobre las aguas del Mar Muerto.