LUZ EXTRAÑA.
No sé muy bien cuándo me ha ocurrido. Me había puesto unos enjuagues con un lingotazo de Listerine. Un hombre de este tamaño sin pegar un palo al agua no es cosa buena. Me habían dicho: hoy o mañana . Ya sabes eso de que llega mañana y otra vez te dicen lo mismo: hoy o mañana, ayer ya no puede ser. Incluso en los recuerdos no puede ser. Insistí en permanecer un rato en todas las colas preestablecidas para ir pasando buenamente las horas matutinas. Según iba caminando a la espera de una entrada para eventos deportivos, o me encontraba con una vuelta y media de gentes con sillas y tiendas de campaña para una lidia de toros, o para un drama teatral, o para un juglar juvenil todas quinceañeras, lolitonas, palpitando su sisito unas veces virgo, otras veces sin virgo, siempre húmedo bienoliente a carnaza de pescado. De esa forma peculiar pasaban los días, tardes muy amplias después de mañanas vertiginosas, fluctuando ligeramente las corrientes del aire veraniego, con eso