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Mostrando entradas de febrero, 2025

FISURA.

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  Aunque estaba premeditado. No quiero hablarte del abismo. No aún. No todavía. Porque antes de la caída, antes de que el aire se vuelva plomo en la garganta y de que la certeza se disuelva en un súbito despojo, existe un intervalo. Un espacio mínimo entre lo que fue y lo que está por consumarse. Es ahí donde el pensamiento, como un dios menor y obstinado, intenta ordenar el caos con una última maniobra, aunque el caos, en su naturaleza misma, se burle de todo designio. Es en esa grieta donde quiero detenerme. Porque la existencia parece sostenida por dos efemérides inapelables: el hoy, donde aún me reconozco, y el mañana, donde quizás ya no despiertes con tu nombre adherido a los labios. Pero en medio, entre la certeza de este instante y la incertidumbre del amanecer, ¿qué ocurre? ¿Qué sucede en ese umbral de horas que parecen inertes pero que, con la paciencia implacable de la incertidumbre, nos empujan hacia el desenlace? A veces imagino la desesperación como una escala, una cue...

secp256K1

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  Ta bueno. Busco productor. En una hipotética película o serie de ciencia ficción: imagínate un virus informático tan perfectamente programado capaz de destruir   criptografía de curva elíptica (secp256k1), y que se encuentra suelto en la red mundial de internet, que transita por todos los nodos haciendo su trabajo, modificando codigos criptograficos, randomizando  criptografias, y que es cuestión de dos meses que lo destruya todo, como si esperáramos al meteorito, hipotético que se estrellará contra la tierra. Esta trama esquematizada, seria un guion para una serie de HBO,  se podría escribir, esquemáticamente, como te  adjunto:  ESCENA 1: PRIMERA ALERTA Noche. Centro de Seguridad Cibernética en Ginebra. Una lluvia fina cae sobre la ciudad. Dentro de un búnker de alta tecnología, un analista de seguridad, Adrian Mercer, observa incrédulo su pantalla. Una anomalía en las firmas digitales de las transacciones de Bitcoin. Algo imposible. Se lo reporta a...

ROXANA MADRONA.

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Me llamo Roxana Madrona y, desde 2006, trabajo en una granja peletera llamada Neovison, en Pontesecas. Son siete naves alineadas en un amplio prado, pintadas de blanco y salpicadas de pequeñas ventanas. El mar no está lejos. Dentro de cada nave hay cuatro pasillos. Entre ellos se alinean jaulas individuales, cúbicas, con dimensiones raquíticas: apenas trescientos milímetros por cada lado. Están hechas de tela metálica galvanizada con armazón de hierro. Algunas tienen una puerta trasera; otras, un orificio circular que conduce al nido. Estas son las jaulas de producción de pieles. En las naves destinadas a la reproducción, situadas en los extremos, el suelo está cubierto de heno, pero aquí no. El olor es insoportable. Y a mí me dan muchísima pena estos animalitos. Mi trabajo consiste en reponer los bebederos y asegurarme de que el agua fluya correctamente a través de las tuberías de plástico hasta las tetillas de goma, por donde beben. Es crucial que la presión sea la adecuada y que el ...

CARAMELO DE MENTOL.

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  Esto sí que es una aventura. No es irte una semana al mar Báltico, subir fotos a las redes sociales con pose de triunfador, incluida la comida que luego cagaste en ese mar lleno de mercurio y más triste que un valle desolado de Marte. Yo, en cambio, me estoy desvaneciendo hacia lo invisible. Solo me queda la boca para orar... Mierda, que estás en la tierra y también en el cielo. --Luego está el sabor. --Oh, vida mía, me acomodo a ti. Adoro tu hermoso felpudo. Le doy vueltas al caramelo. ¿Cómo explicártelo? Me embargaba una desolación profunda por la puta mierda de vida que nos puede quedar, aún. Esa impresión inicial a pipermint o mentol, después de comerle el coño mientras ella estaba sentada en la silla de la cocina y yo de rodillas, en una postura sumisa que no cuadraba con nada. --Me metió un caramelo en la boca. Se mecía hacia los lados y luego se agachó con un estremecimiento. Mi cabeza quedó atrapada allí casi un minuto, sin posibilidad de escapar. Después pensé en darle m...

TREN.

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  Cuando entras en esa nueva dimensión desconocida, tu mundo se llena de recuerdos cargados de una extraña singularidad, como si el horizonte no tuviera fin. Puedo decirte que no hay ninguna referencia de qué lugar ocupas. Los modelos matemáticos que miden nuestras miserias en este mundo físico no tienen ninguna relación con esta forma de tu nueva e infinita existencia. --Vuelvo a este lugar como si fuera una onomástica, cabalgando sobre un recuerdo. Cinco años antes, había llegado a la puerta. Aún la recuerdo, con sus dos hojas que se abrían a la mitad. La de abajo debía permanecer casi siempre cerrada, mientras que la de arriba se mantenía abierta para la ventilación. Llegar hasta allí fue relativamente fácil en el sentido de que solo había que caminar dando dos vueltas en zigzag para luego llegar a un tramo recto que te llevaba a la casa. Las vías del tren pasaban por la parte posterior y cada veinte minutos aproximadamente las recorría un tren de mercancías o de pasajeros, siem...

MASTURBACIÓN.

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  Mientras me masturbaba en la galería, reparé en que habían llegado las primeras golondrinas. Allá arriba, zigzagueaban vertiginosas sobre un azul limpio, apenas manchado por alguna nube transparente y aquel matiz de color ópalo, como si fuera el mismo fondo de la creación del universo. La "paja" me costó más de lo habitual. No por falta de ganas, sino porque la imaginación, en su caprichoso deambular, traía pensamientos deslavazados, hilos sueltos que se entrecruzaban sin orden ni concierto. Al final, me aferré a aquel recuerdo recurrente del pajar de Arnillas, cuando bajó a verme la Natividad, la mujer de un protésico dental de Fornías, siempre ardiente, siempre dispuesta. Estaba gorda, sí, pero aún dura, de una carne firme y generosa. La tomé por atrás a unos tirones precisos, acompasados, hundiéndome en su anchura con la cadencia justa, hasta que me corrí como un cerdo descomunal de Yorkshire, cayendo agotado, ingrávido, sobre sus amplias espaldas. Con mi Nervina todo er...

SESIÓN DE NOCHE.

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  La sesión de las nueve, en aquel febrero húmedo, llevaba consigo la prisa de las noches de invierno. La película terminó cerca de las once, en ese cine de arte y ensayo que resistía en los tiempos del Ogro, al final de una cuesta que descendía hacia el mar. La sala, casi llena, respiraba un fervor silencioso: éramos un público entregado, atrapado por la oscura fascinación de El portero de noche , viéndola por tercera vez. Al salir, la humedad que ascendía del puerto envolvía la noche en un aliento denso, mientras las luces de los pesqueros parpadeaban sobre las aguas, dibujando un vaivén hipnótico. Mi Shiva de cuatro brazos era Charlotte Rampling. Su mirada, hermosa y penetrante, atravesaba la pantalla como una daga sutil, como un conjuro que se aferraba al alma. Recuerdo aquel sábado por la humedad, tan densa que se infiltraba en los huesos, incluso en los más jóvenes. Subí por la avenida Donoso, y los ojos de Charlotte aún me seguían, susurrándome secretos que solo yo podía ent...

LA CLAUSTROFOBIA DEL UNIVERSO.

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  Como he de deciros que incluso pensar que el universo tiene límites me da claustrofobia. Saber que, viajando a esa lejanía casi infinita, me encontraré con una pared quizás elástica y permeable como una pompa de jabón, me llena de angustia. Yo, desesperado por salir, agitado, con los ojos desorbitados, tratando de escapar de lo que, para mi objetividad, es un espacio reducido. —¿A qué se deberá esa angustia? —me pregunto una y otra vez, sin encontrar respuesta. Quizás todo comenzó en mi nacimiento. Estuve más tiempo de lo debido en el vientre de mi madre, como si ya entonces sintiera ese ahogo que ahora me persigue. Mi padre, en un arrebato de pasión o inconsciencia, folló a mi madre en el octavo mes de gestación. Y yo, desde mi oscuridad acuática, fui testigo del monstruoso capullo de mi padre acercándose hacia mí en embestidas cada vez más cercanas, expulsando aquella inmundicia lechosa que casi rozó mi rostro. No recuerdo que en mi pubertad me ocurriera nada extraño, al menos ...

SUCESO.

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  "Muere un jubilado de 75 años durante un acto sexual en la Calle Escalante de Frenegal" Romero Martínez, un jubilado de 75 años, falleció en circunstancias trágicas y escandalosas la tarde del pasado martes en la Calle Escalante de Frenegal, un conocido callejón donde varias mujeres ejercen la prostitución. Según fuentes cercanas al caso, el hombre habría ingerido una sustancia estupefaciente mezclada en una bebida, lo que le provocó un paro cardíaco mientras mantenía relaciones sexuales con una de las trabajadoras del lugar. El suceso ocurrió en uno de los cuartos alquilados por Sendula, una colombiana de 38 años que ha trabajado en la zona durante los últimos cinco años. Testigos aseguran que Romero era un cliente habitual del lugar y que mantenía una relación cercana con Sendula, a quien visitaba al menos dos veces por semana. Sin embargo, esta vez la visita terminó en tragedia. Crónica de un final anunciado. Según el relato de Sendula, recogido por las autoridades, Rome...

MACETAS.

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  ¿Quién me iba a decir a mí, un aficionado a la estadística descriptiva —tan antigua como la escritura babilónica—, que por raros estados no observados podría darse la certera casualidad de que un hecho no deseado ocurriese a una hora intempestiva, totalmente imprevista, sin tener conciencia plena de si el acontecimiento estaba sucediendo o no sucediendo a la vez? --Sí. —Yo os cuento el hecho en concreto que sufrí, del que doy fe como ese suceso cuántico explicado elegantemente por las matemáticas, tantas veces repasado. La Pochona, que se ponía unos tules azules en la cabeza al puro estilo kufiyya, era como una bola de la palanca del cambio: gordita, redondita, neumática a veces, con solo tres marchas. —Llego a casa —le decía—, y me hueles a tres años de distancia. Además, ya lo sé desde el cuarto lo que me vas a decir cuando entre a este infierno. Ya lo sabía, sí, como si hubiera sucedido y no sucedido a la vez. Un día quise hacerle lo que le hicieron al pobre gato de Schrödinge...

ALEGORÍA.

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  Para estar totalmente tranquilo, hubiera necesitado un bolsillo más. Uno que no tuviera fin, como un abismo en el costado, donde pudiera guardar todo lo que me pesa: los recuerdos que no quiero soltar, los secretos que no me atrevo a decir, las palabras que se quedaron atrapadas en mi garganta. Pero no, solo tengo estos bolsillos pequeños, limitados, que se llenan demasiado pronto. Para esconder lo más íntimo, hubiera necesitado un bolsillo bajo la piel. Un lugar secreto, donde nadie pudiera llegar, ni siquiera yo. Un refugio para guardar aquello que duele tanto que no puede ser nombrado, aquello que brilla tanto que no puede ser mirado directamente. Pero la piel no tiene bolsillos, solo tiene grietas, cicatrices y poros que respiran cuando ya no puedo más. Y luego, dejarme llevar. Sobrevivir sobre una parte hecha de sal, otra de aire, otra de tierra, otra de fuego. Flotar sobre todo lo que se mueve, sobre lo que cambia, sobre lo que nunca permanece igual. Dar amor, sí, pero solo...

LA TAHOMA DE MADRO.

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  Voy a la tahona. En el local hay dos o tres bolivianos y uno de Agadir. Detrás del mostrador, entre montones de barras de pan, está ella, junto a una argentina modosita, ambas con mandilones blancos. Sobre el local reza un letrero: Panificadora La Tahona de Madro. La miro a los ojos y le digo: —Madrona, ¿qué le has hecho a la puerta de casa? Ella me devuelve la mirada y responde: —Jandro, vete a tomar por el culo y sal de aquí, o llamo a los municipales. Pues eso. Salgo pitando. Pues eso. Me entra aquel cosquilleo en forma de alacranes.Pues eso. Me invade un odio y unas ganas de maltrato de género que te cagas.Me asaltan impulsos de comprar un hacha en la ferretería La Gonzaga y subir a la puerta blindada, estilo búnker, donde está el corazoncito del Niño Jesús. Pienso en comprar un taladro con broca widia de quince y meterlo por el bombín para descapullarlo, pero no hay enchufe en el rellano. Además, la vecina es una golfa que siempre está escuchando a Julio Iglesias y a Ricky M...

EL GAS.

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  Aquel dilema, como tantos otros, no cesaba de rondarme la mente. --Sí. A veces me obsesionaba. La distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta, sino la curva. Así de simple. Y, sin embargo, allí estaba yo, sintiendo una claustrofobia inexplicable, sabiendo a ciencia cierta que el radio del universo era, milímetro arriba o abajo, diez elevado a siete años luz. Incluso su densidad, palpable, uno dividido por diez elevado a veintidós. Extrañamente, mis pensamientos elucubraban sin cesar, rumiando una y otra vez aquellas cantidades infinitas. -Masticar pensamientos. Digerirlos. Y volver a masticar. Ese día fue distinto, más intenso que los demás, que solían ser planos y largos. Mis dudas habían comenzado alrededor del mediodía. Era ese estado en el que te detienes a pensar, luego prosigues, y de nuevo te paras a reflexionar. Estuve así unos diez minutos, algo que no era habitual en mí. Quienes me conocen saben que soy una persona decidida, que piensa las cosas lo justo y...

LABERINTO.

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  -Algo sucedía. Nos dimos cuenta al escuchar aquel grito largo, desgarrador, lleno de terror. Un sonido que cortó el aire como un cuchillo y nos heló la sangre. Era él, el hombre que habíamos encerrado en el laberinto, un juego angustioso donde la solución era la medida del tiempo antes encontrar la salida. Dado sus signos de locura, al quinto día, tuvimos que abrir la puerta del segundo lado. Lo dejamos a su albedrío, con la esperanza de que encontrara la salida por sí mismo, guiado por la suerte o el azar. Habíamos pintado una flecha roja sobre la palabra "EXIT", pero su ofuscación era tal que pasó dos veces frente a ella sin darse cuenta. Quizás confundido por la similitud entre el fondo azul del exterior y el del interior del pasillo, su mente no podía distinguir entre la realidad y la ilusión. Fue en la tercera ocasión cuando una leve brisa de aire frío rozó su cara, orientándolo hacia la salida. Se detuvo en el umbral, ese límite entre la oscuridad y la luz, entre el e...

EL SUICIDA.

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  En la cima de un acantilado, donde el viento jugaba con las hojas secas y los gorriones trazaban sus vuelos en su cercanía, un hombre se sentó sobre la piedra más prominente, aquella que parecía desafiar al vacío. Sus ojos, cansados de tanto mirar, se perdían en el horizonte, donde el cielo y el mar se fundían en un abrazo eterno al atardecer. Era un hombre de mediana edad, con el pelo entrecano y las manos callosas, pero su mirada revelaba una profundidad que solo la contemplación excesiva puede otorgar. Había llegado allí no para escapar, sino para enfrentarse a sí mismo, a ese abismo de tiempo que se abría entre dos instantes aparentemente insignificantes. Mientras observaba el vuelo errático de las golondrinas, su memoria, por un extraño sortilegio, se hizo nítida. Recordó a una mujer, su amor de hacía días, cuyo rostro se desdibujaba entre las brumas del tiempo inmediato. Recordó también otra mano, más lejana, que ahora descansaba sobre su hombro, cálida y firme, como un anc...

"TRONO!

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  -Cagar o no cagar, esa es la cuestión. A qué nunca viste meter un puto piano por una ventana. Ni cumplirse esa paradoja del piano que se cae mientras tú sales por la puerta del portal. Y son dos pasos. Y el avance del piano. Y tu avance. En una secuencia interminable, hasta que varias notas de piano suenan mientras se deshace y tú te salvas por medio paso. Son pensamientos extraños mientras espero en este trono. Mi compulsión, mientras estoy aquí, es tener cojones para salir a la calle. Vencer ese puto miedo a la inmensidad. Antes de tomar impulso, tuvo que haber un segundo de reflexión. Sin razón aparente. Había caminado mucho por el salón comedor. En su amplitud, creí, angustiado, que no alcanzaría nunca el darle una vuelta completa, ya que era un cuadrado perfecto. A veces alucino pensando en los actos más irreverentes. De momento, me ha sido imposible cagarme en la cama a plena conciencia. Aunque "prolapsado", aún detengo mis ansias escatológicas de manchar mi cubil. -T...

NOTICIA.

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  Después de un sueño sobresaltado, esperaba noticias sin saber a ciencia cierta si habría alguna acción o causa que justificase recibirlas. Yo estaba sentado, aguardando un gesto, un acercamiento a mi posición habitual de espera. Aquella mañana soleada, tras horas de quietud, solo podía observar cientos de gaviotas enloquecidas por sus vuelos vertiginosos y una calle empedrada que, al fondo, dejaba entrever un trozo de mar en calma. Sabía que era el ambiente idóneo para recibir noticias, aunque ignoraba qué día debía suponer que fuera. El día, en realidad, era indistinto para recibir noticias buenas o malas. A eso de las once, con el sol ya alto, mi sombra se había encogido. Ya no tenía la forma de una silla con un cuerpo reposando; era simplemente una mancha geométrica, un contorno difuso que apenas sugería mi presencia detrás de la ventana. Fue entonces cuando comenzó el instante que os relato. A esa hora, vi acercarse a un hombre ataviado con una gorra de plato, uniformado a pe...

METÓDICAMENTE.

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  Dedicado a Xurxo Carrizoso Xacobe, natural de A Fonsagrada. Muerto por violencia de género en noviembre de 2019 —va ya para dos años—, y que no sé si tenía culpa.                                                         -----o----- Ayer vino mi santa a verme. Mi santa lleva cuatro años sin vivir conmigo, pero de vez en cuando aparece. A veces viene incluso cuando no estoy en casa; lo sé porque el aire se impregna de su olor al abrir la puerta. Y cuando eso ocurre, pues pienso: "ya estuvo aquí la santa". Ayer, domingo por la mañana, vino. Yo estaba en casa, desayunando en la cocina. Entró sin anunciarse, como siempre. Nada más cruzar el umbral, omitió los buenos días y soltó: «Esto huele a perro muerto». Yo estaba de espaldas a ella, escuchando sus pasos avanzar por el pasillo. Me dije que, para alguien que viene de la calle, una casa puede ole...

PASOS EFÍMEROS.

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  Me marco pasos para ubicarme, huellas que se desvanecen en todas direcciones. Cada una es una aventura, un viaje que se repite: otra vez sobre mis pasos, otra vez hacia el mismo abismo. He vuelto a la cuartilla en blanco, al vacío que sucede entre los brazos extendidos y lo que cabe entre las manos abiertas. Por cada borde, un festón dibujado, hojas de geranio que florecen en el papel, frágiles, como mis intentos. Llevo un tiempo a este ritmo, sin razón, sin destino. He vuelto a los lugares despoblados, donde los pocos especímenes de mi género vagan, cada uno a su aire, aún locos. Como si sembraran con las manos, como si esperaran que algo creciera en la tierra árida de sus gestos. Sus cabezas en alto, sus brazos: uno, dos, tres, a veces girando, dando vueltas sin saber dónde recogerse. Su ritmo decrece y crece, reposa y vuelve a comenzar. Tengo que decirte que debí comenzar con este pensamiento preciso, con el punto mismo de partida. Un paso y otro, hasta dónde. En cada imagen q...