NO QUIERO LEER TUS LABIOS.

Las gaviotas están ahí arriba y gritan como condenadas. Me vienes a los cinco minutos con aquello de que no estás segura, y digo yo, pues como que ya llevamos diez años así, y hasta antes de esos cinco minutos eras tú la que me insistía: tienes que decidirte de una puñetera vez, esta situación yo no la aguanto, el polvete de los miércoles el polvete de los domingos, ya no aguanto más, no sé a lo que juegas conmigo, te resulto comodona. Por encima de mí ventana hay como una visera de piedra que se está resquebrajando, por ella crece una planta enredadera en plan silvestre que da unas flores pequeñitas, y enfrente hay una panadería un bar sidrería y una droguería. Cuando estoy en la ventana tú a veces me coges por detrás y siento la piel de tus piernas contra mi culo. Eres una indecente. Llevaba esperando a que te decidieses y me contestas eso, que no estás segura pero te aprietas contra mí, me gusta cuando me frotas la pelambrera de tu coño, qué salvaje, como está húmedo tengo la impres...